La violencia digital continúa creciendo en México debido a la falta de responsabilidad de las empresas tecnológicas, la revictimización social y los vacíos en la aplicación de la Ley Olimpia.
Olimpia Coral Melo, activista impulsora de la Ley Olimpia, recordó que en 2019 Coahuila reconoció legalmente la violencia digital; sin embargo, señaló que aún existen retos importantes para su implementación, principalmente la homologación del artículo 199 del Código Penal, la capacitación institucional y la creación de protocolos interinstitucionales con perspectiva de género.
“La ley existe, pero no sirve si las plataformas digitales no colaboran y si las instituciones no saben cómo aplicarla sin revictimizar a las víctimas”.
Dio a conocer que durante el último año se han identificado al menos 130 mercados de explotación sexual digital en el estado de Coahuila, espacios donde se difunden y comercializan imágenes y videos íntimos de mujeres sin su consentimiento, a través de grupos privados de mensajería y plataformas públicas de contenido sexual.
Señaló que muchas víctimas no denuncian por miedo al juicio social y familiar, fenómeno que, dijo, es especialmente fuerte en el norte del país.
“Las mujeres tienen más miedo a que su familia se entere que a buscar justicia”.
Respecto al uso de inteligencia artificial para alterar imágenes sexuales sin consentimiento, conocidos como “deepfakes”, el 95 por ciento de las víctimas son mujeres.
Recordó que México ya cuenta con las primeras sentencias por este tipo de delitos, aunque aún persisten obstáculos para acreditar las pruebas cuando las plataformas digitales se niegan a proporcionar información.
Violencia digital afecta principalmente a mujeres jóvenes
De acuerdo con datos presentados, el 72.3 por ciento de las víctimas son mujeres universitarias y el 90 por ciento de las agresiones sexuales digitales provienen de hombres hacia mujeres, principalmente mediante el envío de contenido sexual no solicitado.
Las primeras experiencias de acoso en redes sociales, dijo, suelen presentarse entre los 14 y 16 años de edad, mientras que las mujeres de 20 a 29 años son el grupo más afectado.
Olimpia Coral hizo un llamado a las familias, autoridades y sociedad en general a dejar de culpar a las víctimas y ponerse de su lado como primer acto de justicia.
“La violencia digital es real y no es culpa de quienes la viven”.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2024, 10.6 millones de mujeres y 8.3 millones de hombres fueron víctimas de ciberacoso.
En el caso de las agresiones sexuales en línea, 29.0 por ciento de las mujeres y 13.9 por ciento de los hombres experimentaron insinuaciones o propuestas sexuales, y 27.5 por ciento de las mujeres y 15.8 por ciento de los hombres recibieron contenido sexual.
La situación de ciberacoso con mayor prevalencia para ambos sexos fue el contacto mediante identidades falsas, con 36.0 por ciento.
Redes sociales esenciales
En la actualidad, el uso de las redes sociales es una parte importante en la vida cotidiana de la sociedad, hasta llegar a convertirse para los jóvenes en la única manera de comunicación.
A través de las redes sociales se cuenta la vida y se hace pública la privacidad mediante fotografías, videos e información personal; sin embargo, son canales por medio de los cuales se vulnera la seguridad de quienes hacen uso de estas, convirtiéndose en herramientas para ejercer violencia o “ciberacoso”.
Amira Darwich, directora del Instituto Municipal de las Mujeres (IMM) en Torreón, señala que el 95 por ciento de las personas violentadas en las redes sociales son mujeres.
Ante esta realidad, sumada a casos registrados de estudiantes adolescentes que han sido humilladas en perfiles falsos creados por sus propios compañeros, el IMM trabaja en instituciones educativas, empresas y grupos organizados para brindar información y capacitación sobre este tema a través del programa denominado “Seguras en la Web”.
El eje del proyecto es enseñar a mujeres y jóvenes a identificar riesgos, evitar engaños y actuar correctamente cuando ya se ha sufrido violencia digital.
“En caso de que sean víctimas, las ponemos en contacto con la policía cibernética; les decimos qué hacer, no bloquear ni borrar, porque todas son evidencias con las que la policía puede trabajar y saber quién es la persona que está violentando”.
Cada vez más personas utilizan las redes sociales para encontrar pareja, situación que señala no solo se presenta en adolescentes y jóvenes, sino también en personas adultas.
“Ya está siendo más común buscar una pareja, independientemente de la edad que se tenga, hasta 60 o 70 años; ahí es cuando corremos el riesgo de extorsiones y de violencia”.
Cuando una mujer es violentada a través de las redes sociales, muchas veces renuncia a su trabajo o a la escuela, se deprime e incluso puede llegar a quitarse la vida.
Sin denuncia
Además de la violencia dentro del hogar, un problema creciente afecta sobre todo a adolescentes: la violencia digital.
El sexting, la exposición de imágenes íntimas y actualmente la manipulación de fotos mediante inteligencia artificial han encendido alertas, pues antes la filtración de una fotografía podía destruir emocionalmente a una joven; sin embargo, actualmente ni siquiera es necesaria una imagen real, señala Cristina Gómez Rivas, titular del Centro de Justicia y Empoderamiento para las Mujeres.
“La afectación es radical. Las niñas sufren ansiedad, depresión e incluso ideas suicidas. Las redes sociales son implacables”.
Desafortunadamente, muchas de estas agresiones no son denunciadas debido a que las víctimas sienten culpa o vergüenza.
A pesar de los avances, como la Ley Olimpia, la violencia digital sigue siendo un terreno donde los agresores actúan con impunidad.
“Lamentablemente no está tan generalizada la intención de denunciar como cuando hay una violencia física directa. Tenemos que avanzar en materia de leyes, en que haya mayor rigidez para este tipo de situaciones”.
La coordinadora del CJEM manifiesta que uno de los problemas es la pérdida de contacto humano; al sustituir relaciones reales por interacciones virtuales, los adolescentes se vuelven más vulnerables a la crítica, la exclusión y la humillación digital.
“El ser humano tiene una necesidad vital de convivir, de verse a los ojos, de tocarse, de hablar de frente. Las redes nos están arrebatando eso”.
Aunque no es posible vigilar todo lo que ocurre en internet, sí se puede fortalecer emocionalmente a niñas, niños y adolescentes; es importante trabajar con ellos.
La recomendación es hablar, acompañar, supervisar, construir vínculos reales y brindar herramientas de autocuidado.
Asegura que el Centro de Justicia trabaja todos los días del año para atender a mujeres, orientar a familias y ofrecer acompañamiento emocional.
La violencia digital y emocional es una batalla que enfrenta nuevos retos, pero también nuevas oportunidades para prevenir y educar.
“Sí hay una forma diferente de vivir, pero debemos sanar, reconocer nuestras heridas y asumir la responsabilidad de cambiar la dinámica familiar. Por nosotras y por nuestros hijos”.
La violencia digital, un foco rojo para adolescentes
Uno de los temas más solicitados por las instituciones educativas, especialmente para el rango de edad de 14 a 21 años, es la violencia digital, por lo que grupos como “Abogadas Laguneras” llevan pláticas a escuelas para prevenir la violencia.
Sofía Díaz, integrante del colectivo, manifiesta que la colectiva aborda temas como el envío de imágenes íntimas sin consentimiento y el ciberacoso (cyberbullying), violencias que las propias instituciones han detectado entre el alumnado.
“Hay instituciones que nos cuentan de alumnos que han compartido imágenes íntimas de compañeras o compañeros, o casos graves de cyberbullying. Es lo que más han logrado identificar en jóvenes de 14 a 21 años. Por eso lo trabajamos tanto”.
Sin embargo, señala, sigue faltando que las generaciones logren identificar estas violencias como graves, ya que muchas veces se pasan desapercibidas o se minimiza su impacto.
La problemática también afecta a generaciones mayores, quienes a veces no consideran grave compartir una foto sin permiso, revisar el celular de la pareja o presionar a alguien para que envíe imágenes.
“Siento que muchos delitos no se denuncian porque no se identifican, pero también porque nadie les ha explicado cómo hacerlo. No existe una socialización del proceso”.
El trabajo de la colectiva es doble: enseñar a identificar violencias y acabar con la normalización que persiste en adultos, a través de talleres que explican cómo establecer límites, cómo reconocer señales tempranas y cómo acompañar a víctimas.
“Nosotras creemos que la prevención empieza desde la infancia, pero también es indispensable trabajar con quienes crecieron en contextos donde la violencia era parte de la vida diaria. Hay que desnormalizar para transformar”.
Reiteró que la constante en las instituciones educativas es la detección de al menos un acto de violencia digital, por lo que es importante lograr identificar este tipo de violencias.
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