Lo que comenzó como un dolor abdominal durante las vacaciones navideñas se convirtió en un diagnóstico que cambiaría la vida de Gabriela Lazcano, una mujer joven, profesionista, divorciada y madre de dos hijos, quien transformó una sentencia de muerte en un milagroso renacer.
Su carrera estaba en ascenso, lo que la llevaría a ocupar un puesto a nivel nacional en la empresa en donde laboraba, pero un diagnóstico de cáncer de riñón considerado como “muy agresivo”, con metástasis hepática y pulmonar, cambió su vida.
Fue en 2022 cuando, al acudir a la clínica 71 del IMSS en Torreón a causa del dolor de estómago que presentaba, se le hizo un ultrasonido que inicialmente atribuyó a la vesícula, pero reveló una anomalía en el riñón, por lo que de manera urgente le mandaron hacer una tomografía.
La presencia de un oncólogo reconocido, que había tratado a su madre, le dio una pista de la gravedad del caso, lo que confirmó la presencia de un tumor que marcó el inicio de un largo viaje de dos años y medio.
“En tres meses me invadí de cáncer; tenía en los huesos, en los pulmones y en el hígado. El doctor me dijo: ‘Te quedan dos años de vida, te vamos a dar quimioterapia, esto para alargar tu vida’”.
A pesar del pronóstico, Gaby resistió 30 sesiones de quimioterapia y nueve cirugías, incluida una que involucró la extracción de parte de su hígado y secciones de su intestino debido a tumores adicionales.
“Esa fue la parte más difícil; me quitaron casi todo el hígado, me paralizó muchas cosas. Yo sentí que no lo iba a lograr.”
Cambios en su vida
La vida de Gabriela antes del cáncer estaba marcada por la disciplina, enfocada en su carrera como ingeniera, con metas claras y una vida estructurada.
“Cambié mi mentalidad; empecé a disfrutar la comida, empecé a ver la vida, todo, y que un puesto y el dinero no lo es todo.”
Cuando le informaron que su enfermedad era progresiva y mortal, renunció a su trabajo, se jubiló y decidió vivir al máximo y viajar.
“Renuncié y empecé a viajar; me fui a Europa, a Colombia, a Japón, viajé a muchos lados, disfrutando. Gasté mi dinero con mi familia, disfrutando cada momento.”
Recuerda que enfrentó complicaciones de salud en el extranjero, como una diarrea severa en Colombia o un colapso en París; sin embargo, la resiliencia la llevó a superar cada obstáculo.
Gabriela reconoce que no todo fue fácil, pues hubo momentos de desesperación, como cuando pensó en el suicidio tras un nuevo diagnóstico de posible cáncer en el colon.
“Estaba sola, mi familia trabajaba, y cuando me dicen que hay sospechas de cáncer en el colon, llegué a mi casa y estaba desesperada, pensé en el suicidio.”
Siempre fue una mujer fuerte y valiente, que tenía que enfrentar la vida, pero el cáncer la obligó a ser vulnerable.
“En ese momento dije: ‘Fuera máscaras’, porque sí siento, me duele; me daba tristeza y miedo al entrar a la sala de quimioterapia o no salir.”
Un milagro
Tras dos años y medio de tratamientos, los médicos le dieron una noticia inesperada: los estudios mostraban que ya no había cáncer. Los tumores que quedaban estaban encapsulados y sin actividad.
“Todo cambió cuando me dice el doctor: ‘Ya no hay nada’. Me hago otros estudios en Monterrey; quedaban dos tumores en el pulmón, pero estaban encapsulados. No sabemos qué pasó, puede ser un milagro o dio resultado el tratamiento, pero ya no hay cáncer.”
Gabriela atribuye los resultados a una combinación de tratamientos médicos, terapias alternativas y una mentalidad transformada por sus estudios en psicología positiva, programación neurolingüística y tanatología, además de que se dedica a dar terapias holísticas.
El proceso, sin embargo, no terminó ahí. La pérdida de su padre justo cuando los dos salían de sus respectivas clínicas le dejó una enseñanza sobre el valor del presente.
“Nos encontramos afuera del hospital; él sale de la 16 y yo de la 71. Le dije: ‘Salí bien de los estudios’. Me abrazó y me dijo que estaba contento, pero veinte minutos después falleció de un infarto.”
Asegura que el cáncer fue un renacer para ella, pues aprendió a disfrutar, valorar la vida y sonreír. “Lejos de ser un castigo, fue un renacer para mí; hoy disfruto todo con amor.”
Sin embargo, las secuelas persisten, pues recientemente tuvo una caída, con desmayos que temió fueran metástasis en el cerebro, que resultaron ser una “herida” causada por la quimioterapia.
“La quimio me dejó secuelas, entró al cerebro y a todo el cuerpo; es una herida que se va a recuperar, pero no sabemos cuándo. Nuevamente entran tus miedos; me vine abajo emocionalmente, hasta que volví a trabajar con mi mente y dije: ‘Va a pasar lo que tenga que pasar, fuera miedos’.”
A pesar de esto, retomó el gimnasio y el yoga, confiando en la memoria de su cuerpo, forjado por años de ejercicio y cuidado, lo que le ha ayudado a resistir los tratamientos.+
Una nueva misión
Como guía de ceremonias holísticas, esta nueva vocación le permitió cerrar un ciclo emotivo con su pasado. En un evento reciente se reencontró con la doctora Susana, su primera oncóloga.
“Fue la primera oncóloga que tuve y me dice: ‘No lo puedo creer’, y me ve y dice: ‘Yo te vi de la peor manera, totalmente devastada, muy mal, ya en fase terminal’.”
Gabriela Lazcano hoy ya no lucha contra el cáncer; lo recibe con amor y lo acepta como parte de su vida. Aunque sigue bajo vigilancia médica cada tres meses, vive en plenitud, pues ya no usa parches de morfina ni andador, solo enfrenta algunas secuelas que le dejaron las quimioterapias.
“Siempre dije que el cáncer me la iba a pelar”, expresó.
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