En medio de lodo, escombros y techos arrancados por las lluvias, llegó algo que no se veía venir: una cosecha de esperanza. Desde la comunidad de Jilotla, en Metztitlán, el agricultor Jorge Alberto Vivián Ramírez cargó su camión con 15 toneladas de papa y lo dirigió hacia quienes más lo necesitan: las familias que perdieron todo en las recientes inundaciones en Hidalgo.
“Viendo las afectaciones que causó el siniestro, decidimos donar 15 toneladas de papa para ayudar en lo poco que se pueda”, dijo Jorge Alberto, con la humildad de quien sabe que el campo no solo da alimentos, sino también consuelo.
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Él y su familia trabajan la tierra desde hace años y llevan su cosecha a la Central de Abastos de Pachuca. Pero esta vez, en lugar de venderla, eligieron compartirla. Saben que en momentos de crisis, cada kilo cuenta.
“La papa aguanta, no se echa a perder rápidamente. Pensando en eso, quisimos aportar algo que realmente ayude a las personas que están cocinando para los damnificados”, explicó.
En comedores comunitarios, albergues temporales y centros de acopio, esa papa ya se convirtió en caldo, en guiso, en un plato caliente que reconforta no solo el estómago, sino también el ánimo. Porque cuando todo se derrumba, un gesto sencillo puede sostener el alma.
Jorge Alberto no se quedó solo con su donación. Con la mirada puesta en el futuro y en la comunidad, lanzó un llamado sincero a sus compañeros del campo:
“Ojalá más productores se animen a ayudar. En estos momentos difíciles, toda ayuda cuenta”.
Su ejemplo es un recordatorio silencioso pero potente: que la verdadera riqueza no está en lo que se guarda, sino en lo que se comparte. Y que, en Hidalgo, la solidaridad también se siembra, se riega y se cosecha —con las manos limpias de tierra y el corazón lleno de empatía.
