Viernes 2 de noviembre de 2012. El Estadio Jalisco abría sus puertas en un horario inusual: mediodía. El aire se mezclaba con aromas a tamales, flores de cempasúchil y cerveza fría. Afuera, los franeleros ofrecían cajones como si fueran puestos de pan de muerto, pero pocos tenían prisa por estacionarse.
Dentro, las gradas lucían desiertas; la cita no era común para los melenudos, obligados a jugar a esa hora por una falla en la subestación eléctrica del inmueble. Entre los pocos asistentes, abundaban los vendedores con cubetas repletas, listos para un partido que acabaría teniendo un sabor amargo.

Era Día de Muertos y en la cancha se encontraban dos viejos conocidos del balompié mexicano: Leones Negros de la UdeG e Irapuato. La última jornada del Apertura 2012 del Ascenso MX los había reunido, sin que nadie sospechara que esa sería la última vez que se verían las caras en el coloso de la calzada independencia.
Eran tiempos diferentes, pues aún había ascenso y descenso
Los melenudos, dirigidos por Alfonso “Poncho” Sosa, necesitaban ganar para mejorar su posición en la porcentual. Los Freseros, lejos de la cima y a salvo del descenso, jugaban sin presión… pero también sin ilusión.
El arranque tuvo un destello de vida. Al minuto 9, Diego Campos empujó el balón a la red y encendió una chispa en la tribuna. Para colmo de los visitantes, Ismael Rodríguez se fue expulsado al 40’ por reclamar con demasiado fervor. Todo parecía dispuesto para que la UdeG cerrara con victoria.
Pero el futbol tiene su propio sentido del drama. Apenas iniciado el segundo tiempo, al 49’, el “Cala” Balcázar sorprendió con un disparo lejano que se clavó en la portería tapatía. Gol de Irapuato. Gol de empate. Gol que, más que alegrar, confirmó que aquella tarde no habría héroes ni hazañas. El resto del juego fue un intercambio sin filo, como dos equipos en pena caminando sobre el pasto, así lo anunciaba la crónica de aquel día.
Irapuato no sabía que su ausencia sería tan prolongada
Para el Irapuato, ese empate fue una estación antes de un descenso que no se jugó en la cancha, sino en los escritorios. Meses después, los adeudos y problemas administrativos forzaron a la venta de su lugar en el Ascenso MX. El equipo cayó a la Liga Premier, condenado a un exilio prolongado lejos de las grandes plazas y de escenarios como el Jalisco.
Hoy, más de una década después, la historia da un giro. El Irapuato regresa a la Liga de Expansión MX, reencontrándose con rivales que marcaron su paso por divisiones de ascenso, entre ellos Leones Negros. El recuerdo de aquel duelo luctuoso en el Jalisco permanece como un retrato de tiempos grises para ambos, pero también como un recordatorio de que en el futbol las vueltas son impredecibles: donde hubo sombras, a veces vuelve la luz.
OV