Durante los años setenta y principios de los ochenta hicieron de bares y cabarets su imperio. La directora María José Cuevas recupera sus vidas en Bellas de noche, filme ganador del Premio al Mejor Documental en el Festival Internacional de Cine de Morelia y que en los próximos días se estrena en salas.
Su padre fue un gran noctámbulo, ¿de ahí viene su interés por la vida nocturna?
Viví una infancia especial. De niña mis papás no tenían con quién dejarme y de pronto estaba en el Teatro Blanquita. Siempre sentí a las vedetes como personajes familiares. Nunca me llevaron a ver La guerra de las galaxias, pero sí a Lyn May.
Su película es el reflejo de una época que se fue.
Al principio, las vedetes de Bellas de noche fueron el pretexto para hacer el repaso de una época. Pero sin darme cuenta, empecé a conocer un lado diferente y al construir una amistad me interesaron más sus vidas. Nos hicimos cómplices y descubrí que la película podría hablar de su capacidad para reinventarse y seguir adelante.
En la que convive la decadencia con la supervivencia.
Exacto. No manipulé nada, ni me quedé en lo que dice la prensa amarillista. Durante la investigación leí libros de Carlos Monsiváis y entrevistas de Cristina Pacheco donde hablaban de la importancia de la vida nocturna. Al conocerlas me despojé de cualquier prejuicio y me cuestioné por qué no permitimos que nuestros iconos de la belleza envejezcan. A la caída le llamamos decadencia. Al final, no son cinco mujeres que están deprimidas en su cama; se reinventan para resurgir.
A veces no son ellas las primeras con ese prejuicio, ¿no?
El gran poder de las vedetes es su juventud y su belleza. Criticarlas porque quieren seguir siendo jóvenes responde a un prejuicio social. Su deseo de seguir hermosas tiene relación con su vocación de salir adelante y de seguir intentándolo una y otra vez. Yo las veo hermosas porque son hermosas y porque tienen esa fuerza. Cada una se agarra de donde se pudo agarrar. En la vida tenemos que reinventarnos constantemente. En un diálogo que al final no incluí en la película, la Princesa Yamal me dice: “Si no hay inspiración, no hay nada”.
¿El filme la despojó de algún prejuicio?
Para mí fue una lección de vida. En medio del rodaje terminé con mi novio, no me quería parar de la cama de la depresión, y Wanda, teniendo cáncer, me habló. A la media hora estaba en mi casa con Yamal, llegaron con flores y comida. Su energía para luchar me contagió de vida.
¿Cómo balanceó el documental para que cada historia tuviera el mismo espacio?
Esa fue la genialidad de mi hermana Jimena, que es la editora. Tenía 180 horas filmadas y ella consiguió armar una película coral pero respetando la individualidad de cada una. Por supuesto hay historias que pesan más, pero eso depende de la sensibilidad del espectador. Nos centramos en transmitir la verdadera personalidad de cada una.
Después de revisar aquella época, ¿cómo evalúa el momento que vive la vida nocturna de la ciudad?
Vedetes, centros nocturnos y cabarets habíamos tenido siempre. El gran cambio se dio con el terremoto de 1985. A aquellos shows los suplantaron los table dance. La definición de vedete es “estrella de un espectáculo”. Ahora desgraciadamente ya no tenemos nada de eso.