Desde hace varios días, el Zócalo de la Ciudad de México se ha transformado en un escenario de encuentro donde el presente dialoga con el legado ancestral. Ya que en el marco conmemorativo de los 700 años de México-Tenochtitlan, cinco imponentes esculturas han sido colocadas en este emblemático espacio público.
Cada noche, se proyecta un espectáculo de videomapping que envuelve con luz y narrativa a las esculturas, fachadas del Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana, generando un ambiente de evocación, reconocimiento y asombro.

Estas esculturas —recreaciones de piezas ceremoniales mexicas— no solo atraen miradas por su tamaño y estética instagrameable, sino que invitan a los visitantes a sumergirse en una inmersión profunda de la cosmovisión de la cultura que leía el cielo y honraba a la Tierra como fuerza viva.
Sin embargo, mientras miles de visitantes se toman fotos y recorren este montaje, pero pocos se detienen a contemplar el verdadero simbolismo que cada figura resguarda, es por eso que MILENIO prepara un breve recuento para refrescar las lecciones de historia y sepas ante quién te encuentras en el Zócalo.
Piedra del Sol

Conocida popularmente como el “Calendario Azteca”, esta monumental pieza de basalto de más de 24 toneladas fue tallada por los mexicas entre 1250 y 1521 d.C. Su verdadero nombre es Cuauhxicalli Tonalmayotl, que significa “vaso de las águilas del tiempo”. No es un calendario en el sentido occidental, sino una representación ritual del tiempo cósmico.
En su centro aparece el rostro de Tonatiuh, el dios del Sol, dentro del glifo Ollin (movimiento), rodeado por los símbolos de los Cuatro Soles anteriores, cada uno destruido por cataclismos. También incluye los 20 días del Tonalpohualli, el ciclo ritual de 260 días, y referencias a los ciclos de Venus, de dualidad cósmica y el mito de los Cinco Soles.
Fue enterrada tras la conquista y redescubierta en 1790 en el Zócalo de la Ciudad de México. Hoy se exhibe en el Museo Nacional de Antropología.
Coyolxauhqui

Esta diosa lunar mexica, cuyo nombre significa “la adornada con cascabeles”, protagoniza uno de los mitos más dramáticos del panteón náhuatl. Coyolxauhqui lideró a sus 400 hermanos, los Centzon Huitznáhuac, en una rebelión contra su madre Coatlicue, quien había quedado embarazada de forma milagrosa.
Al nacer, Huitzilopochtli emergió armado y decapitó a Coyolxauhqui, arrojando su cuerpo por el cerro de Coatepec. Su escultura, descubierta en 1978 al pie del Templo Mayor, muestra su cuerpo desmembrado, simbolizando las fases de la luna y el ciclo eterno entre luz y sombra.
De acuerdo con el sitio Arqueología Mexicana, más allá del mito violento, representa la fragmentación emocional, la renovación cíclica y la danza cósmica eterna entre el Sol y la Luna
Tonantzin Coatlicue

Su nombre significa “Nuestra Venerable Madre”, y es una de las deidades más complejas del mundo mexica. Coatlicue, “la de la falda de serpientes”, es la madre de Huitzilopochtli, Coyolxauhqui y los Centzon Huitznáhuac.
Su escultura, imponente y temida, muestra garras, colmillos, serpientes y un collar de corazones humanos. Pero lejos de representar el terror, Coatlicue encarna la Tierra misma: su falda son las montañas, sus pechos caídos la maternidad, y su cuerpo bicéfalo la dualidad entre vida y muerte.
En el arco de la alegoría prehispánica, es la madre que nos recibe al nacer y nos reintegra al polvo al morir. Su culto fue tan profundo que, tras la conquista, se sincretizó con el de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac.
Tlaltecuhtli

Esta deidad de la tierra, a menudo representada como "un monstruo con fauces abiertas", es una figura temida y venerada. Según el mito, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca la partieron en dos para crear el cielo y la tierra.
Aunque su nombre significa “Señor de la Tierra”, sus representaciones son mayoritariamente femeninas. Devora los cuerpos de los muertos para parir sus almas y enviarlas al Mictlán. Su escultura, descubierta en el Templo Mayor, muestra su cuerpo agazapado, con bocas en las coyunturas y eso que parece su lengua, no es más que un río de sangre fluyendo desde su boca.
Tlaltecuhtli representa la superficie que pisamos, sembramos y que nos transforma. Es la tierra que consume, pero también la que otorga la vida.
Teocalli de la Guerra Sagrada
Este monolito en forma de pirámide fue tallado durante el reinado de Moctezuma Xocoyotzin, alrededor de 1507, año de la última ceremonia del Fuego Nuevo. En su parte superior aparece el disco solar flanqueado por Huitzilopochtli y el tlatoani, ambos con volutas de Atlachinolli saliendo de sus bocas: agua y fuego entrelazados, símbolo de la guerra sagrada.
En su reverso, un águila sobre un nopal sin serpiente en el pico revela el verdadero mito fundacional de Tenochtitlan. Las tunas que brotan del nopal son corazones humanos, y el águila representa al Sol alimentado por el sacrificio.

Este altar no muestra dioses, sino símbolos: equilibrio, dualidad, y el poder de una ciudad que supo leer el cielo y fundarse donde debía.
En resumen estas esculturas no son simples decorados: son voces talladas en representaciones que hablan del legado que aún existe bajo el Zócalo, el Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana. Son un llamado a reencontrarnos con las ideas que fundaron esta tierra, no desde la nostalgia, sino desde el reconocimiento vivo de nuestra identidad profunda.
Memoria Luminosa México Tenochtitlan 700 años¿Hasta cuándo están en el Zócalo?
El videomapping se realizará del viernes 11 al domingo 27 de julio en la plancha del Zócalo capitalino, es un evento de acceso gratuito que da inicio en punto de las 20:00 horas.
CHZ