En tiempos donde todo parece explicarse con prisa, Darian Leader se detuvo a observar lo que otros apenas registraban: una carta sin remitente, un insomnio persistente, el gesto de aplazar lo que se quiere decir sin anularlo del todo. Como quien se asoma a una grieta y descubre que allí también es posible hallar respuestas, convirtió esas escenas aparentemente triviales en los detonantes de una obra tan reflexiva como incómoda. Desde sus primeros libros —que a menudo plantean preguntas desde el título, como si el pensamiento sólo pudiera surgir en estado de duda—, su escritura ha buscado lo que se resiste a la intuición.
Psicoanalista británico, Leader se formó en Londres dentro de la tradición lacaniana. Su curiosidad —a ratos más detectivesca que clínica— lo llevó a explorar los territorios las conductas que se alejan de la lógica racional y obedecen al deseo. Su primer libro, ¿Por qué las mujeres escriben más cartas de las que envían?, nació de una observación casi banal: notó que había una buena cantidad de sus amigas y colegas que escribían cartas sin intención de enviarlas. ¿Qué se deposita en lo que no se entrega? ¿Qué se preserva al rehusarse a comunicar? Leader encontró en ese gesto un indicio de algo mayor: el lenguaje como refugio.
Desde entonces, su obra ha sostenido un pacto con la curiosidad. Títulos como ¿Qué es la locura? o ¿Por qué no podemos dormir? exigen una atención distinta. En sus páginas conviven casos clínicos y escenas culturales, referencias filosóficas y guiños a la televisión nocturna. Su estilo se mueve con soltura entre registros, como si la teoría psicoanalítica adquiriera sentido sólo al contacto con los matices del mundo.
Nunca es solo sexo, su libro más reciente —publicado en español por Sexto Piso—, cuestiona una de las ideas más resistentes del imaginario contemporáneo: que el deseo sexual responde a una función únicamente biológica, espontánea y natural. Leader propone que nada hay más construido —y más frágil— que lo que nos excita. La sexualidad, dice, cobra sentido cuando se asume como relato: memoria, herida, puesta en escena, síntoma compartido. Desde la infancia y sus terrores fundacionales hasta la coreografía social que dictan los guiones pornográficos, el sexo es para Leader un escenario donde actúan el poder, la fantasía, el miedo, la ternura y el duelo.
En esta entrevista, el psicoanalista conversa sobre los temas centrales del libro: la relación entre sexualidad y cultura, la infancia como punto de partida de ciertas fantasías, el consentimiento y los vacíos del discurso psicoanalítico tradicional.
Este libro está lleno de preguntas, más que de respuestas definitivas. ¿Qué te llevó a cuestionar las nociones tradicionales sobre la sexualidad?
Surgió de una observación sencilla. A los psicoanalistas, incluyéndome, se nos considera expertos en sexualidad. Las teorías de Freud son fundamentalmente sexuales y nuestra práctica diaria implica escuchar las revelaciones más íntimas de las personas. Pero al comparar nuestro conocimiento con lo que aportan sexólogos, historiadores y otros especialistas, me di cuenta de que existían grandes vacíos. Los psicoanalistas rara vez hacemos preguntas explícitas sobre comportamientos sexuales específicos—como posiciones, sensaciones o reacciones físicas—porque nos parecen intrusivas. Sin embargo, estos detalles, aunque parezcan menores, son realmente reveladores.
Mi objetivo fue acercar el psicoanálisis a los conocimientos de otras disciplinas y llenar esos vacíos tradicionalmente ignorados.
¿Crees que el psicoanálisis se ha vuelto demasiado cauteloso, especialmente en relación con temas sexuales explícitos?
Sin duda. Tradicionalmente, el psicoanálisis privilegia la asociación libre, interrumpida ocasionalmente por preguntas o interpretaciones. Generalmente evitamos indagar demasiado explícitamente en la sexualidad. Sin embargo, en los primeros escritos de Freud se encuentran preguntas explícitamente sexuales. Con el tiempo, los psicoanalistas se han vuelto más tímidos, quizá con razón, respecto a este tipo de enfoque directo. Volver a esa franqueza, con cautela, puede enriquecernos muchísimo.
Una parte significativa del libro aborda la infancia, particularmente cómo las ansiedades y fantasías tempranas influyen en el desarrollo de la sexualidad. ¿Qué tan determinante es la infancia para nuestras prácticas sexuales adultas?
Es muy determinante. Al inicio, para los niños, la sexualidad genera mucha ansiedad: preguntas como cómo puede un cuerpo penetrar a otro sin dañarlo, cómo surge el placer de actos tan íntimos y aparentemente invasivos, o cómo es posible que un bebé se forme dentro de otro cuerpo sin dañarlo. Estas ansiedades, arraigadas desde la infancia, persisten de manera sutil hasta la adultez, moldeando nuestra experiencia de la intimidad.
La investigación del siglo XX muestra constantemente que el deseo sexual suele aparecer precisamente en momentos de emociones negativas: miedo, duelo, soledad, ira. Estas emociones irresueltas desde la infancia influyen considerablemente en la sexualidad adulta.

Considerando los rápidos cambios tecnológicos y culturales, ¿has observado cambios sustanciales en el acercamiento de las infancias a la sexualidad?
Sí, sin duda. La tecnología móvil y el acceso generalizado a internet han transformado profundamente la exposición infantil a contenidos sexuales. Sin embargo, fundamentalmente, las ansiedades básicas permanecen intactas: cómo se conectan los cuerpos, cómo surge placer en lugar de daño. La pornografía actual acelera considerablemente esta exposición, pero los detonantes emocionales básicos—emociones negativas como fuentes de excitación—persisten sin cambio.
Tu obra enfatiza mucho la dimensión cultural de la sexualidad. Dadas las diferencias culturales—por ejemplo, entre Europa y América Latina—¿cómo concilias estas variaciones al formular teorías psicoanalíticas?
Aunque las normas culturales determinan profundamente el comportamiento sexual, definiendo lo permitido o lo que genera excitación, ciertas ansiedades y preguntas fundamentales trascienden las diferencias culturales. Prácticas normales en una cultura pueden parecer extrañas en otra, pero el desafío central de la intimidad corporal es universal. Los antropólogos han notado cómo los medios occidentales homogeneizan cada vez más las prácticas sexuales globalmente. Incluso dentro de una misma cultura, históricamente, las normas cambian mucho. Por ejemplo, en el siglo XVII en Europa era común aplaudir después de un orgasmo, algo absurdo actualmente.
El libro explora el consentimiento y el poder, particularmente relevantes hoy ante la creciente atención social hacia la violencia sexual. ¿Cómo contribuye tu libro a ese diálogo?
Las interacciones sexuales siempre implican dinámicas de poder—quién inicia, el grado de fuerza o restricción involucrada. El objetivo crítico no es eliminar estas desigualdades de poder, sino explorarlas y entenderlas abiertamente.
Es importante entender que el consentimiento genuino depende de la capacidad real de decir cómodamente "no". Sin embargo, la mayoría de las personas habitualmente acepta cosas con las que no se sienten cómodas por miedo al rechazo o a perder afecto. Reconocer la complejidad del consentimiento es fundamental.
La exposición actual a la pornografía, donde los personajes nunca rechazan avances sexuales, moldea profundamente cómo entendemos el consentimiento. Esta representación constante dificulta aceptar un "no" legítimo. Por eso, una negativa real suele provocar respuestas intensas, incluso violentas, mostrando la dificultad social fundamental para aceptar el rechazo.
Has explorado muchos temas en tu obra—la locura, la sexualidad, el comportamiento humano—¿qué impulsa tu curiosidad intelectual tan diversa?
La curiosidad misma. Desde niño, me fascinaban las bibliotecas, especialmente las estanterías con libros prohibidos—Freud, textos antropológicos—que requerían permiso especial. Mi curiosidad por lo prohibido siempre ha impulsado mis inquietudes intelectuales. Quizás ese interés temprano por lo oculto sigue guiando mi trabajo actual, motivándome a cuestionar las verdades establecidas y buscar nuevas perspectivas.
ÁSS