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  • La cruzada genocida de Israel en Palestina

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Laila Porras, doctora en Ciencias Económicas, explica la importancia de conocer la historia detrás del genocidio palestino. (Foto: Eduardo Vega)

En su libro ‘Palestina/Israel. Una mirada a la historia’, la escritora y académica mexicana Laila Porras describe y analiza el devenir de un pueblo que desde principios del siglo XX ha sido sometido a un implacable proceso de aniquilación.

Doctora en Ciencias Económicas con especialidad en “Globalización, Instituciones e Historia” por la Universidad de París Cité, Laila Porras es autora de La Odisea rusa. Una historia económica de Rusia: de la Revolución a la guerra en Ucrania (Aguilar, 2023) y de Palestina/Israel. Una mirada a la historia (Aguilar, 2025). Escrito con la colaboración de Doris Musalem y motivo de la presente entrevista realizada por correo electrónico, en este segundo libro traza minuciosamente el origen de estos pueblos e indaga en las circunstancias que han provocado el genocidio en Gaza impulsado por el gobierno del primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu, que ha causado indignación y protestas en gran parte del mundo.

El título de tu libro es elocuente: Palestina/Israel. Una mirada a la historia. ¿En qué sentido la historia puede ayudarnos a comprender lo que sucede en Gaza?

Todo discurso histórico interviene en una determinada realidad social. En el caso de la “cuestión de Palestina” (término del gran intelectual palestino Edward Said), este punto es —yo diría— el más importante para entender cómo, en el lapso de un siglo, se transformó un país entero y completamente poblado de palestinos, la mayoría musulmanes y cristianos, en Israel. La narrativa “occidental” sobre la historia de la conformación de Israel ha estado plagada de mentiras históricas. Comenzando por la primera: que Palestina era un lugar vacío: “un pueblo sin tierra para una tierra sin pueblo”. Este fue uno de los primeros argumentos del sionismo para llevar a cabo la colonización de Palestina. No obstante, Palestina y sus regiones eran ya hogar —y por milenios— de muchos pueblos que se fueron mezclando y que dieron como resultado la formación del pueblo palestino. Su DNA está conformado por antiguos pueblos que llegaron y se establecieron en ese lugar: desde los cananeos y filisteos (siglos XX al XIII antes de la era cristiana), pasando por los hebreos, asirios, griegos, romanos, árabes, europeos, turcos-otomanos… Los palestinos son el resultado extraordinario de la mezcla de muchas culturas y pueblos que se fueron entrelazando a través de milenios. No era un lugar vacío y los palestinos existían. Pero recordemos la frase de Golda Meir, primera ministra de Israel: “Los palestinos no han existido nunca”.

Otro punto importante es la asimilación en el discurso histórico del judaísmo al sionismo, y de mostrar a los judíos como “un pueblo”, cuando en realidad lo que unía a los judíos del mundo era la religión, una religión que fue proselitista, y por ello tenemos europeos judíos con una fuerte cultura europea; a árabes judíos que hablaban árabe y su cultura, gastronomía, etcétera, eran árabes; o a judíos de Etiopía con la misma lengua y color de tez que los etíopes cristianos y musulmanes… Como dice el historiador israelí Schlomo Sand: los pueblos tienen una tierra, las religiones no. Otro mito histórico fundamental en la construcción de la narrativa sobre el establecimiento de Israel en 1948 —fecha que para los palestinos es conocida como la Nakba, “la catástrofe”— es la visión de que los palestinos se fueron de manera voluntaria. Afortunadamente, los historiadores israelíes que comenzaron a trabajar en los archivos de la época, como Ilan Pappé (La limpieza étnica de los palestinos, 2006), encontraron la evidencia que los palestinos siempre habían denunciado: fue el terror de las masacres y violaciones consecutivas en decenas de pueblos y ciudades lo que hizo huir a alrededor de 800 mil palestinos ese año. Incluida la infame masacre de Deir Yessin, por las milicias terroristas judías Irgun, dirigidas por quien fuera posteriormente primer ministro de Israel, Menachem Begin (¡y a quien se le otorgaría el Premio Nobel de la Paz!). Por esto, y mucho más, es muy importante conocer la historia de Palestina y las condiciones que dieron lugar a la creación del Estado de Israel. Me pareció urgente rastrear, en el pasado, las condiciones que explican cómo llegamos al genocidio actual del pueblo palestino.

La dedicatoria de tu libro conmueve: “A las niñas y a los niños palestinos, con la esperanza de que vivan en un país donde reinen la libertad, la justicia y la paz”. ¿Esto es posible cuando el gobierno de Israel ha emprendido prácticamente una guerra de exterminio?

Esta guerra de exterminio del pueblo palestino ya es calificada como genocidio, no solo por los estudiosos israelíes del genocidio judío, como Amos Goldberg, Omer Bartov y Lee Mordechai, sino desde hace más de un año por la relatora especial de las Naciones Unidas en los Territorios Ocupados palestinos, Francesca Albanese; por una reciente resolución aprobada por la Asociación Internacional de Expertos en Genocidio (IAGS), que estableció que la conducta de Israel cumple con la definición legal establecida en la convención de la ONU sobre el genocidio; y por la Comisión de Investigación de Naciones Unidas. Hace unos días, la presidenta Claudia Sheinbaum hizo una declaración en este sentido. El genocidio, no hace falta recordarlo, es la madre de todos los crímenes de la humanidad. Tu pregunta es: ¿cómo ante este genocidio uno puede guardar la esperanza? Es cierto que es muy difícil seguir teniendo esperanza ante tal situación. Por un lado, hay razones de esperar al ver la inmensa ola de solidaridad de todos los pueblos del mundo hacia el pueblo palestino y su lucha. Hace unas semanas, más de 300 mil personas desfilaron en la ciudad de Sídney, en Australia, por la causa palestina, uniéndose al clamor de cientos de miles de gentes que han hecho lo mismo en muchas ciudades europeas, como París y Londres; y en países que no se manifiestan de esa manera como Japón. Esta ola masiva de protestas está detrás del reciente reconocimiento del Estado de Palestina por países tradicionalmente aliados de Israel: Canadá, Australia, Reino Unido y Francia, así como Portugal. Antes de ello, lo hicieron España, Irlanda y Noruega. ¡Aunque me gustaría aclarar que Palestina existía mucho antes que algunos de estos países! Y que este “gesto” político sin duda es importante en estos momentos, aunque llegue demasiado tarde y se trate más de una respuesta al creciente enojo de sus propias sociedades. En México, la solidaridad que se mostró en el Zócalo durante el concierto del cantante puertorriqueño Residente, y de otros artistas, en donde se escuchó corear a más de 150 mil personas consignas por Palestina, es muy alentador y pone la carne de gallina. Sin embargo, debemos estar conscientes de que quienes pueden parar el genocidio no son los médicos, ni los artistas, ni los intelectuales, ni la juventud norteamericana judía, sino los Estados. España está yendo más allá del reconocimiento del Estado de Palestina al imponer sanciones económicas y políticas a Israel, y contempla la idea de que la selección española de futbol no asista al Mundial si Israel es admitido (al igual que al concurso musical Eurovisión). Por fin, la Unión Europea está moviéndose para revisar y limitar el tratado de libre comercio entre la Unión Europea e Israel. En una entrevista, el historiador israelí Ilan Pappé comentó que hay razones para guardar esperanza: todos los sistemas coloniales terminan por derrumbarse. Ante su inexorable caída, al final se vuelven muy violentos, pero llegan a su fin.

Palestina es un pueblo en que coinciden muchas culturas, es la región en que surgen las tres grandes religiones monoteístas, pero también un territorio en que los conflictos bélicos han sido frecuentes. ¿Por qué sucede esto?

Los conflictos que se han observado en el siglo XX comenzaron con la colonización europea judía en Palestina. Antes, como lo comenté, en el seno del Imperio turco-otomano, las tres comunidades vivían en relativa armonía no solo en Palestina, sino en Siria y Líbano, donde también convivían musulmanes, que eran la gran mayoría, que acogían a judíos y cristianos. Permíteme entonces hablar de un gran escritor franco-libanés, quien recientemente recibió el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances: Amin Maalouf. En una obra iluminadora que se llama Orígenes, relata cómo las tres comunidades vivían en paz antes de que los franceses e ingleses conquistaran esa región. Las familias de las tres religiones solían invitarse a las fiestas y festividades religiosas, a bautizos, funerales…, de unas y otras. Maalouf describe el mundo otomano como una composición de comunidades religiosas y lingüísticas muy diversas (musulmanas, cristianas y judías). Lo mismo aplica para Palestina y Siria. El historiador israelí Avi Shlaim pinta ese retrato de la coexistencia pacífica de las tres comunidades religiosas en Iraq… hasta la creación de Israel. Señalo esto porque otra de las mentiras repetidas ad nauseam es que el conflicto en ese lugar del mundo es entre judíos y musulmanes (olvidando de manera intencional a las comunidades árabes cristianas, muy importantes en la región). El círculo de una violencia que parece sin fin comenzó no con la llegada de los primeros europeos judíos, sino cuando esta inmigración se convirtió rápidamente en un proyecto de feroz colonización y de expulsión de los habitantes originarios, es decir, de los palestinos. Para los años treinta del siglo XX era claro que este proyecto —dicho por los mismos arquitectos del Estado de Israel— tenía como objetivo la constitución de un Estado judío y la limpieza étnica de los palestinos.

Desde la creación de Israel, en 1948, se han levantado voces de intelectuales, artistas y escritores tanto israelíes como palestinos que han exigido el cese de hostilidades entre el gobierno de Israel y vecinos árabes. ¿Cómo observas esas voces que desde la cultura, el arte y la ciencia piden el fin de la guerra?

Esa es de las buenas noticias en este trágico mar de sufrimiento. Cada vez más intelectuales y artistas israelíes alzan sus voces para denunciar la limpieza étnica de los palestinos. Me gustaría destacar en el cine al director Yuval Abraham quien, qjunto con el palestino Basel Adra, entre 2019 y 2023 narró y filmó en directo la destrucción por parte de Israel de la comunidad palestina Masafer Yatta en Cisjordania Ocupada, comunidad que había resistido el desplazamiento forzado después de que se declarara una “zona de tiro” israelí en su tierra.

La película No Other Land —que es durísima— ganó el premio al mejor documental en la entrega de los Oscar de 2025. En la premiación, Yuval Abraham dijo: “Yo soy libre ante la ley, él no” (refiriéndose a su colega palestino). Comentó que existe otro camino sin supremacía étnica y que Israel no podrá tener seguridad si el pueblo de Palestina no es libre y seguro. Sin embargo, a esta excelente noticia, Israel respondió con el asesinato de uno de los palestinos realizadores del filme, ante la indiferencia del mundo. Otro caso notable y muy reciente es el del director de la Orquesta Sinfónica Escocesa, el israelí Ilan Volkov. Hace pocos días, antes de comenzar a dirigir la orquesta y en plena filmación de la BBC, Ilan Volkov denunció la política de exterminio de Israel y la situación de los presos políticos palestinos que languidecen en cárceles israelíes. Más aún, emprendió una marcha hacia Gaza (desde Israel) y fue detenido y encarcelado por militares israelíes (afortunadamente, ya fue liberado). El autor israelí David Grossman señaló que durante muchos años se había negado a usar el término “genocidio”, pero que ya no podía evitarlo, después de lo que había leído, ni después de las imágenes que había visto, ni después de hablar con la gente que ha estado allí. También me gustaría mencionar al escritor, antropólogo y activista israelí Jeff Halper, quien ha declarado que el sionismo es una historia de desplazamiento de poblaciones autóctonas y de despojo de sus tierras. Me parece importante destacar la invaluable labor que han hecho durante años, y siguen haciendo, algunos intelectuales estadunidenses judíos como Jeffrey Sachs, Norman Finkelstein y Noam Chomsky, quienes no han dejado de denunciar la política colonial israelí que nada tiene que ver con la religión y las tradiciones judías. Mencionabas las voces palestinas. Ese solo hecho debería sacudirnos. No existe un solo intelectual, artista, historiador palestino que no denuncie el colonialismo israelí y el sufrimiento de los palestinos, como sí lo hay por parte de israelíes y judíos. Puedo señalar a algunas célebres figuras palestinas: el profesor de la Universidad de Columbia Rashid Khalidi, el escritor y diplomático Elias Sanbar, el grupo de música Trio Joubran. Dos grandes figuras que ya nos dejaron fueron Edward Said, galardonado con el premio Príncipe de Asturias, y el gran poeta Mahmud Darwish.

En tu libro hay recuadros que amplían la mirada sobre lo que sucede en Palestina: la crueldad de la ocupación israelí, testimonios de médicos en el Hospital Europeo de Gaza, la Masacre del Hospital Al-Shifa, la intención del genocidio a través de las declaraciones de miembros del gobierno israelí, etcétera. Con tanta información y protestas en el mundo, con la condena internacional a Netanyahu, ¿por qué no cesan los bombardeos indiscriminados, la proscripción de la ayuda humanitaria?

Mientras Israel sienta que tiene el apoyo de las grandes potencias occidentales, seguirá en la persecución de su plan final, que ya no esconde: la limpieza étnica de los palestinos y la realización del proyecto del “Gran Israel”. Israel no solo está cometiendo un genocidio con los palestinos sino que en el lapso de menos de un año ha atacado a cinco países: Líbano, Siria, Yemen, Irán y, recientemente, Qatar (supuesto aliado de Estados Unidos), ante la impunidad total. En el campo diplomático, varias resoluciones del Consejo de Seguridad han sido vetadas por Estados Unidos, la última hace unos días. Por eso los pueblos y la sociedad civil de todos los países deben seguir presionando para que esta barbarie cese y se encuentre una salida diplomática. Los Estados que denuncian el genocidio deberían pasar a acciones concretas fuera de la denuncia. Ya lo está haciendo España con varias medidas de presión a Israel, entre las que destacan el embargo de armas y la prohibición de entrada a su territorio a cualquier persona implicada en el genocidio. No olvidemos que el principal socio comercial de Israel no es Estados Unidos sino la Unión Europea. Los Estados europeos están tomando posiciones cada vez más enérgicas, pero se necesita que le exijan a Israel de manera conjunta que obedezca las resoluciones de la Asamblea General y del Consejo de Naciones Unidas, así como de la Corte Internacional de Justicia. Todas estas instancias han ordenado a Israel retirarse de los territorios ocupados desde 1967, y ninguna ha sido respetada por Israel; por el contrario, en Cisjordania la colonización y el despojo de tierras de los palestinos aumenta año con año. Ahora se cuentan más de 800 mil colonos en los Territorios Ocupados de Cisjordania, incluida Jerusalén Este. La tensión está subiendo cada día más y ya nadie le cree a Netanyahu. Cuando tomó la palabra en la última Asamblea General de las Naciones Unidas, la sala comenzó a vaciarse. Nadie quiere estar ligado de cerca o de lejos a un genocidio. Israel se está volviendo un paria en la escena internacional.

Gaza destruida por bombardeos israelíes. Ruinas de Beit Lahia, febrero 2025, del fotógrafo/fotoperiodista palestino Jaber Jehad Badwan.
Ruinas de Beit Lahia, en la Franja de Gaza, destruidas por bombardeos israelíes, 23 de febrero de 2025. (Foto: Jaber Jehad Badwan)

¿Cuál es la responsabilidad de Europa en esta tragedia? En tu libro escribes que en el verano de 2024 se cumplieron “107 años de la Declaración de Balfour, en donde un Estado, Gran Bretaña, prometía a un grupo de europeos judíos un país entero, Palestina, sin que su pueblo estuviera al corriente de esta promesa”.

La responsabilidad histórica de Europa en esta tragedia es enorme. Comenzó con Gran Bretaña, al invadir Palestina después de la Primera Guerra Mundial y permitir una doble colonización: la clásica, que concernió a Reino Unido… y la de la colonia de asentamientos judíos, que buscaba remplazar a la población palestina por judíos provenientes de Europa. Jeffrey Sachs, conocido economista y asesor de varios de los secretarios generales de las Naciones Unidas, comentó en una entrevista que todos los problemas actuales nos remiten a los británicos. Cita a la India y Pakistán, a China y al Medio Oriente.

Regresando a la catástrofe para el pueblo palestino, una de las razones es que, entre 1915 y 1917, los británicos prometieron el mismo territorio a tres grupos. En la correspondencia McMahon-Hussein lo ofrecieron a los árabes si peleaban a su lado contra el Imperio turco-otomano; después negociaron el Tratado Sykes-Picot (1916) y se dividieron esa parte del mundo con los franceses; y, como sabemos, en la Declaración Balfour de 1917 se la prometieron a un grupo de europeos judíos. Los británicos prometieron tres veces una tierra que no era de ellos. Pero el acontecimiento decisivo —también europeo— que cambió para siempre el destino del pueblo palestino fue sin duda la Segunda Guerra Mundial y el genocidio judío. Este hecho histórico mayor —que significó un parteaguas en la historia de Palestina— aceleró el proceso de colonización. Para resolver el “problema judío” y “reparar” los daños por este crimen de lesa humanidad se resolvió acelerar su éxodo hacia Palestina. Esto se hizo al mismo tiempo que europeos y estadunidenses negaban la visa y cerraban las puertas a los judíos, quienes hubiesen preferido partir hacia esos países. Para Pierre Stanbul, esta decisión fue la peor respuesta al fascismo, al nazismo y al antisemitismo. En efecto, al antisemitismo, fenómeno predominantemente europeo, se respondió con un proyecto de limpieza étnica de los palestinos que se fue imponiendo como un proyecto de separación de los judíos y de supremacía nacional. De este modo, el traslado de un problema europeo de siglos de antisemitismo y de persecución de los judíos a otra tierra, Palestina —en donde los palestinos de religión cristiana, judía y musulmana convivían en paz—, se hizo de una manera tal que el mundo tuvo que aceptar que era normal desposeer a un pueblo entero de su país para compensar el sufrimiento de los europeos judíos. La retórica occidental aplastó cualquier intento de los palestinos y del resto de los árabes de mostrar rechazo a esta política que, en la práctica, se traducía inevitablemente en la limpieza étnica del pueblo palestino.

¿Qué piensas de las acciones de Hamas que desencadenaron la brutal respuesta de Israel?

Lo primero que debemos decir es que esto no comenzó el 7 de octubre de 2023 con el ataque armado de Hamas. Ya comenté los intensos bombardeos de Israel en Gaza que dejaron miles de muertos entre 2005 y 2018, pero también hubo ataques sangrientos de Israel en 2021 y 2023. Volvemos a lo mismo: cuando se trata de muertes de palestinos el mundo se quedó silencioso. En el mismo año, antes del 7 de octubre, ya habían sido asesinados cientos de palestinos. En Cisjordania la situación era muy violenta y aunque la cifra de palestinos asesinados es mucho menor, también era muy elevada, sin hablar del terrible sistema de apartheid, expulsión y colonización que viven los palestinos de Cisjordania. Otro tema bien documentado por organizaciones humanitarias internacionales es los miles de presos, retenidos en detención administrativa, es decir, sin cargos, que sufren de violaciones, tortura, etcétera. Se les llama presos, aunque en realidad son rehenes y se cuentan por miles. Entre ellos, muchos niños. Hay reportes escalofriantes de organizaciones como Save the Children sobre el tema.

Además, el genocidio de los palestinos ya estaba en curso, pero el 7 de octubre dio la ocasión a Israel de acelerar el proceso. Por eso Pappé lo llama desde hace años genocidio progresivo. Israel fue dando un paso más en la barbarie y el horror probando a la opinión pública internacional. Al ver que tenía luz verde, intensificó el genocidio y la limpieza étnica. Por eso la declaración del periodista israelí Gideon Levy es de una límpida evidencia cuando comentó al día siguiente de los ataques de Hamas: “Israel no puede encarcelar a dos millones de habitantes de Gaza sin pagar un precio cruel”, refiriéndose al bloqueo por aire, mar y tierra de Gaza, lo que convertía a la Franja, como lo han dicho tantos observadores, en una cárcel a cielo abierto de dos millones de personas. Y que hoy se convirtió en un campo de concentración y de exterminio.

Palestina en 2012, tras un ataque que dejó 174 muertos y 900 heridos
2012. Niños caminan hacia la escuela tras un ataque que dejó 174 palestinos muertos y 900 heridos. (UNRWA)

¿Qué lección te deja haber escrito este libro?

Termino de alguna manera con el principio: que no importa la nobleza de una causa, si la batalla no se gana en el terreno de la narrativa, la adhesión de la gente a una lucha justa se vuelve mucho más difícil. Hoy en día, ante el genocidio abierto de Israel contra el pueblo palestino, y el clamor en todo el mundo para detener esta barbarie, es claro que los palestinos han ganado la batalla moral. La lucha del pueblo palestino se volvió un grito de dignidad que atraviesa todas las fronteras. ¡Pero les costó un genocidio! La idea de la gente ha cambiado ante tanta crueldad y brutalidad, pero no fue así durante los primeros meses del genocidio. Después del 7 de octubre estaba todavía en la mente de la gente esta idea de que “Israel tiene derecho a defenderse”, y que todo había comenzado ese día con los ataques de Hamas. Esto respaldado por años de mentiras repetidas una y otra vez como lo expuse al principio. Según el derecho internacional, ninguna potencia ocupante tiene derecho a defenderse y, por el contrario, los pueblos bajo ocupación tienen derecho a luchar por su independencia y esto incluye la lucha armada. Es normal para todos los países del mundo festejar sus días de independencia que generalmente involucraron lucha armada y violencia, pero no aplica para el pueblo palestino. De inmediato, son llamados “terroristas”. A fuerza de vehicular por años la idea de que Israel era un Estado democrático en medio de la “barbarie islámica”, la gente de manera natural identificaba a un hombre de tipo árabe como un posible terrorista y a un israelí como alguien educado, civilizado, en pocas palabras, occidental. A esta narrativa histórica se sumó la comunicación y la propaganda por los grandes medios de comunicación, sobre todo occidentales (europeos y estadunidenses), que presentaron noticias falsas desde el principio, como la de los cuarenta bebés incinerados en los hornos por Hamas. Cuando tuvieron que desmentir la noticia, lo hicieron de una manera lo más breve y discretamente posible. A los medios los deberá de juzgar la justicia por su implicación en el genocidio, y si no, por lo menos la historia. Toda esta falsa narrativa ha hecho que durante años haya sido normal otorgarle una carta de excepcionalidad a Israel, un país que puede exterminar un pueblo entero ante nuestros ojos con total impunidad.

Durante una presentación de mi libro en la UNAM, una estudiante me preguntó: ¿por qué me habría de manifestar por los palestinos si en México y en otros países también hay violencia? La primera idea que surge es porque tenemos o deberíamos de tener una visión de humanidad compartida. En ese sentido, me gustaría citar un libro que deberíamos de leer: La teoría de los sentimientos morales de Adam Smith, escrito a mediados del siglo XVIII. El filósofo y economista escribió que un hombre en Europa podría leer la noticia de un terrible terremoto en China, lamentarlo brevemente, y luego seguir con su vida con tranquilidad, como si nada hubiera pasado. Pero si ese mismo hombre pudiera evitar la catástrofe a costa de perder su dedo meñique, lo haría. Con esto, Smith no justificaba la indiferencia de la gente ante una hecatombe humanitaria, sino que revelaba una verdad profunda: la simpatía humana está naturalmente limitada por lo visible, por lo que sentimos cercano y personal. Sin embargo, también creía que el ser humano tiene la capacidad —y el deber moral— de extender esa simpatía a través del ejercicio consciente de nuestra humanidad. Hoy, frente a tragedias como el genocidio del pueblo palestino, este mensaje es más urgente que nunca. Por eso pienso que es una obligación mía, tuya, de todos los medios y de todas las personas conscientes de lo que está sucediendo, de pronunciarse todos los días en contra del genocidio y pasar este mensaje por todos los medios posibles, desde cada una de nuestras trincheras. El gran periodista Chris Hedges (premio Pulitzer) leyó a finales de 2023 una carta (se puede ver en internet) escrita a un niño palestino. Con lágrimas en los ojos, dijo: perdón, tratamos de evitar esto, pero quizá no tratamos lo suficientemente fuerte. Por todo esto, no basta con conmovernos superficialmente; debemos cultivar activamente la empatía, entender que esas vidas lejanas no son ajenas, que su sufrimiento nos concierne porque compartimos una misma humanidad. En un mundo saturado de información y anestesiado por la distancia, recuperar la capacidad de sentir con otros —y actuar en consecuencia— es un acto profundamente humano y necesario. Solo una sociedad que reconoce el dolor de los demás como propio puede aspirar a la justicia y la paz.

La semana pasada el presidente Trump anunció un plan de veinte puntos para la resolución del “conflicto”. ¿Me podrías dar tu punto de vista respecto a este plan?

Este plan es una humillación más al pueblo palestino. La peor quizá. Comienza hablando del terrorismo de Hamas y nada dice del genocidio ni de la destrucción total —podemos decir hoy— de Gaza, cuya destrucción supera aquella de Colonia y Dresde durante la Segunda Guerra Mundial. No sabemos cuántos miles de muertos hay. Las cifras oficiales están alrededor de 70 mil hoy en día. Pero muchos analistas, como algunos doctores de la prestigiosa revista británica The Lancet, ya arrojaban hace un año cifras cercanas a 200 mil. Una locura teniendo en cuenta que la población de Gaza antes del 7 de octubre era alrededor de 2.3 millones de palestinos.

Este plan se negoció con Netanyahu, un criminal de guerra perseguido por la Corte Penal Internacional y no toma en cuenta a los palestinos. Como ha sido el caso desde su fallido plan y de los Acuerdos de Abraham (2020), los palestinos para Trump no son actores dueños de su destino, son entes de los cuales se puede disponer como mejor convenga. Es importante señalar que en este plan de Trump de 2020 había una cláusula en donde se estipulaba que las aguas territoriales de Gaza (donde se ha descubierto mucho gas) se volverían aguas territoriales de Israel. Menciona Trump que las tropas israelíes se retirarán; sin embargo, el control de todas las fronteras de Gaza lo tendrá Israel. Trump quiere salir airoso y vanagloriarse de rescatar unos cuantos rehenes vivos. De hecho, lo dice, quiere que Hamas se desarme, pero no Israel, por supuesto; y que la batalla permanecerá congelada, lo cual le da la opción a Israel de recomenzar cuando mejor le plazca. Comenta que una vez liberados los rehenes se liberará a 250 presos y a mil 700 palestinos detenidos desde el 2023. En realidad, hay alrededor de 11 mil rehenes palestinos en las cárceles de Israel: una parte importante son niños o muy jóvenes. Se pretende involucrar a Naciones Unidas y otras instituciones internacionales, sin embargo, se está planteando que sea el gobierno estadunidense quien controle todo, por lo que se hace muy riesgoso creer en el gobierno que ha hecho posible el genocidio a través del armamento y los recursos financieros que da a Israel. Después de un genocidio se pretende que los palestinos sean “administrados por un comité tecnocrático y apolítico para administrar los servicios públicos en donde participaría Tony Blair, quien debería estar encarando la justicia por los cientos de miles de iraquíes asesinados durante la guerra. Y Trump regresa a su propuesta inicial y que le interesa mucho de la reconstrucción de Gaza para hacer una ciudad moderna pensando en el jugoso negocio inmobiliario. Se establece que nadie abandonará Gaza si no lo desea o que pueden irse y regresar. Los palestinos tienen memoria de la Nakba y saben que el pasaje es de ida y que no hay regreso. Por eso prefieren morir en su tierra. La propuesta es que Israel no ocupará ni anexará Gaza, pero no existe ninguna garantía, ni calendario. Todos los planes hasta el momento han sido un fracaso. Se habla del fracaso de Oslo, en realidad, este fracaso ha sido solo para los palestinos. Para Israel, que ha colonizado prácticamente casi todo el poco territorio que les quedaba a los palestinos de Cisjordania, es más bien un éxito. Cada vez aumenta más su territorio a costa del genocidio y de la limpieza étnica de los palestinos. En resumidas cuentas, el plan ignora las causas profundas de ese problema que es la ocupación y el sistema de apartheid y el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación y a la libertad. El acuerdo no garantiza en lo más mínimo la creación de un Estado palestino viable. En realidad, se trata de un ultimátum en donde los palestinos deben negociar su propio genocidio. Creo que los palestinos podrían hacerse cargo de la reconstrucción de su país y de su Estado si los dejaran con ayuda que fluiría del mundo entero tomando en cuenta la solidaridad ahora universal que existe con la causa palestina, y contar con el apoyo de Naciones Unidas. No se puede pretender que los palestinos acepten un plan pactado por quienes han sido sus verdugos y genocidas por décadas. No creo que los palestinos vayan a aceptar esta burla y humillación; y una vez más, como en 1947, 1967, 1995… se les culpará de su suerte. La gente no debe equivocarse a propósito de esta mascarada en donde se pretende que se está metiendo presión a Israel cuando no es verdad, sino dándole a él, y a los países sobre todo occidentales que lo han apoyado desde el principio en su cruzada genocida, una salida en la que, a fin de cuentas, como lo dije, los responsables de su genocidio son los propios palestinos. Esta mascarada sería cómica por su contenido si no fuese tan terriblemente trágica.

Ataques aéreos israelíes en la Franja de Gaza en febrero de 2025. Imagen del fotógrafo/fotoperiodista palestino Jaber Jehad Badwan.
Ataques aéreos israelíes en la Franja de Gaza. Febrero de 2025. (Foto: Jaber Jehad Badwan)

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José Luis Martínez S.
  • José Luis Martínez S.
  • Periodista y editor. Su libro más reciente es Herejías. Lecturas para tiempos difíciles (Madre Editorial, 2022). Publica su columna “El Santo Oficio” en Milenio todos los sábados.
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