Cultura

La flauta de Nicanor

Ficción

Este texto, un homenaje al pueblo yaqui, es un fragmento de la novela ‘Para ti no habrá sol’, publicada por la editorial independiente sonorense MamboRock.

Por aquellos días se nos vino encima la sequía, en unos meses el río se convirtió en vado, la arena infértil nos sirvió de esparcimiento. Jugábamos a rodar en las lomas, enredados nuestros cuerpos iban a caer en la emoción de un beso. Por las noches, Nicanor aprovechaba cada instante para tocar a mi ventana con el sonido de su flauta. Sones de pascola y armonías para danza del venado. Un acelere cálido rondaba mi vientre cada que escuchaba el sonido de la flauta de carrizo que él construyó al más puro estilo yaqui. Una de esas noches, Nicanor osado, luego de tocar algunos sones, ya con la luna puesta y el alba amenazante, brincó por la ventana, me dijo que su flauta tenía un don mágico. Me miró a los ojos, acercó sus labios a los míos, el silencio de la noche hacía que se escucharan más fuertes mis latidos. De pronto en mi entrepierna el placer inventó su existencia. Una textura sólida masajeaba con cadencia. No hubo necesidad de tumbar las ropas. La luz matinal abrió sus ojos, los míos se pusieron en blanco y ocurrió el grito interior que nombra el orgasmo. Nicanor levantó su flauta que estaba húmeda, la llevó a su boca y empezó a soplar en su orificio. En efecto, en el placer de mi cuerpo entendí la magia que poseía su instrumento. Es el carrizo, me dijo, su origen natural, los años de madurez en la vera del río, el agua y su consistencia, la flora que nos ha dado la tierra. Sonrió. Sonreí. La cosmogonía yaqui, los libros que nos heredaron los ancestros, los estudios de rigor que aprendimos en las reuniones de viernes por la tarde en el interior de las enramadas, le dieron a Nicanor la gracia de conocer a la perfección el mundo y sus recursos naturales, la potencia de lo que da la vida a manos llenas. Desde ese amanecer otro significado cobró en mí la existencia de su flauta. Inevitable mi alucinación cada vez que lo miraba en procesión cuando la semana santa cumplía con el calendario de actividades dentro de la tribu. Tan solo mirar su flauta cimbraba mi interior. Qué tienes, muchacha, más de una vez preguntaron mis parientes. El estremecimiento involuntario me hacía perder el control de mi cuerpo, como un vértigo que nace de súbito.

AQ

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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