José María de Tavira y Emilio Schoning asumen Equus (1973), el drama de Peter Shaffer sobre un joven y su afección con los caballos, como un clásico al que hay que interpretar con apertura y valentía.
“Lo más atractivo del planteamiento es que hay sendas oscuras en las personas que la sociedad limita y trata de negar, y la obra es una apertura a explorarlas sin querer caer en definiciones o juicios morales”, expone De Tavira, aunque sostiene que aquello escandaloso que llegó a tener Equus hoy ya no lo es.

“Muchas de las cosas que han hecho tradicionalmente escandalosa a esta obra, hoy ya no son tan escandalosas: criticar la religión o un desnudo ya no es tan escandaloso; se ha asociado Equus a una alegoría del despertar de la homosexualidad, y eso hoy ya no es escandaloso. Lo que sí sigue siendo, y quizás es más hoy, es atreverse a criticar las divisiones conceptuales, hoy vivimos en cajas más que nunca y, en ese sentido, la obra tiene mucho qué decirnos ahora”, añadió el actor.
De Tavira encarna al psiquiatra Martin Dysart y Schoning a Alan Strang en el nuevo montaje de Miguel Septién de esta obra en cuyos protagónicos ha brillado una pléyade de actores desde su estreno en Londres hace 52 años y hasta la última puesta en escena en Ciudad de México al arrancar el siglo XXI.
“Es un drama psicológico, nos adentramos a la psique de Alan, mi personaje, que no es solo un loco, sino que su pensamiento y su deseo van más allá de lo que normalmente empaquetan las categorías y las normas sociales”, apunta Schoning, quien ha trabajado con Septién en Argonáutika y Urinetown.

Con traducción del director, Equus tendrá temporada en el teatro Milán de viernes a domingos, del 8 de agosto al 28 de septiembre, en coproducción de la compañía coahuilense Cuarta Pared (que montó su versión hace un año en el Centro Cultural La Besana, de Saltillo) e Ícaro Teatro. Cn Flor Benítez en el doble rol de Dora Strang (madre de Alan) y Hesther Salomon (magistrada); Héctor Berzunza como Frank Strang (padre de Alan) y Harry Dalton; Humberto Mont (Jinete) y Luz Olvera (Jill Manson).
La vigencia; "necesitamos una bocanada de oxígeno"
De Tavira y Schoning conversan con MILENIO justo el día en que Equus cumple 52 desde su estreno en Londres, el 26 de julio de 1952, en el teatro Old Vic, producción de Royal National Theatre, con Alec McCowen (Martin Dysart) y Peter Firth (Alan Strang), en los protagónicos, dirigidos por John Dexter.
Inspirado en el caso real sobre un adolescente que cegó con violencia a 26 caballos en Suffolk, el Equus de Shaffer aborda la relación del psiquiatra con Alan luego de que el joven mutiló a seis animales.
“Equus sigue muy vigente, es una invitación a explorar todo lo no dicho, todo lo limitado todo el tiempo. Y eso es muy atractivo, en una época como hoy, de corrección política y juicios morales tan fuertes. Necesitamos una bocanada de oxígeno, de aire fresco, para plantearnos la posibilidad de que existan otras sendas de la humanidad, que si bien parecen horrorosas y tienen mucho de horroroso, es de vital importancia que por lo menos aceptemos su existencia y las exploremos”, comenta De Tavira.
El actor, que en 2017 interpretó al filósofo Pierre Theilhard de Chardin en El corazón de la materia. Teilhard, el jesuita, valora la apertura de su nuevo personaje, porque el psiquiatra Martin Dysart, al tratar a Alan Strang y adentrarse en su mundo, descubre que él mismo ha tenido muchas limitaciones.
“El punto de partida de Martin Dysart es una apertura valiente, en el sentido de que es una persona que está dispuesta a volver a evaluar todos los pilares de su profesión y de su personalidad con tal de poder ser leal a lo que la búsqueda intelectual y emocional le está planteando en el camino”, dice De Tavira.
“Como actor, yo no puedo hacer menos que Dysart: ser abierto y valiente. Por supuesto, estamos enfrentando un clásico moderno, con mucho respeto y con mucha confianza en que hay que dejarse llevar y dejarse ir porque las palabras en sí mismas ya lo tienen todo. No voy a descubrir el hilo negro. Podré descubrir una nueva versión, pero claramente estamos enfrentando un texto comprobado”, añade.

Schoning ve en el drama de Shaffer una confección minuciosa y magistral, en cada palabra y su flujo.
“Coincido con José María: tenemos que partir de la apertura, y de escuchar, de no hacer juicios. Alan trae consigo mucho miedo y represión de su deseo. Me toca habitar esas zonas que pueden ser densas y dificultosas. Es un personaje que mezcla las cosas, los límites de las cosas o de las cajas que habitan en su cabeza no están muy marcados, sino que son muy difusos. Por ejemplo el límite entre lo sexual y lo espiritual se disuelve en su mente. Y yo me tengo que centrar en esas grietas y esos umbrales”, expone.
“La obra está muy anclada en los 70. Alan es un chico que ve la televisión, que se ancla a los comerciales de la época, lo que su padre no aprueba, y también trabaja en una tienda de electrodomésticos, atendiendo a la gente. Por eso es que su trabajo en los establos significa esa salida, ese escape de esa realidad tan maquinada y cerrada. La expansión de las tecnologías digitales sólo han abierto una mayor brecha entre nosotros y nuestro cuerpo, sangre, corazón, las cosas más instintivas, primitivas y animales. Hoy más que nunca tenemos una desconexión con eso”, añade Emilio Schoning.
El desnudo: "no lo vemos como elemento de morbo"
Y sobre los polémicos desnudos en los montajes de la obra, desde los de Tina Romero como Jill y Jaime Garza como Alan en escenarios de México desde 1976 que se estrenó, hasta el de un Daniel Radcliffe menor de edad, en 2007, cuando filmaba entregas de Harry Potter, Schoning los justifica.
“Respecto al desnudo, justo es un momento de entrega a lo instintivo, a lo primitivo, a lo animal, que es extremadamente frágil y vulnerable. Es entrega y libertad. Para nada lo vemos como un elemento de morbo, sino como una herramienta narrativa imprescindible y necesaria para contar esta historia”, dice.
Sobre la versión de Septién, ambos subrayaron que es fiel al texto original de Shaffer, incluso se ambienta en los años 70 en Inglaterra. Schoning destaca que no se trata de una adaptación, sino una traducción del mismo director, quien se distingue por la originalidad de sus puestas en escenas, con una visión en la que él siempre pone al cuerpo del actor y a su instrumento como centrales de sus obras.
“Equus es obra de los 70 y sigue siendo situada en los 70. Y con el paso de las generaciones de repente los cambios de época se vuelven más notorios, hay cosas que se notan muy de los 70. Sin embargo, Miguel Septién se enfoca en las cualidades que hacen esta obra un clásico, en el cual trasciende a las generaciones y las épocas y no hay necesidad de hacer adaptación temporal o espacial”, dijo De Tavira.
Aunque la obra se desarrolla en los campos suburbanos de Hampshire, Inglaterra, en los 70, De Tavira sostiene que a pesar de todo lo que ha cambiado en la vida de un chico de 17 años de 1973 a la de uno de 2025, al ser un clásico, Equus sigue hablando de la vida de chicos de 17 años con sus limitaciones.
Cincuenta años de montajes
La polémica ha marcado siempre a Equus en México por su temática y por sus desnudos. También porque los actores Mauricio Ochmann (quien interpretó a Alan) y Juan Vidal expusieron en 2022, que en la puesta en escena de 2000 sufrieron acoso sexual por parte del productor Enrique Gómez Vadillo.
Actores de renombre se han encumbrado con la pieza de Shaffer en sus distintos montajes en el West End y Broadway o escenarios de México. Desde Anthony Hopkins, Anthony Perkins, Richard Burton, Carlos Ancira, José Gálvez, Héctor Bonilla e Ignacio López Tarso, en el personaje de Martin Dysart; hasta Peter Firth, Jaime Garza, Daniel Radcliffe, Demián Bichir y Roberto Sosa, como Alan Strang. Incluso Burton y Firth protagonizaron también la adaptación al cine del director Sidney Lumet en 1977.
De Tavira descarta sentir presión con esos nombres detrás de su personaje; por el contrario, asume el rol en esa cadena como reto e inspiración. Schoning coincidió con su contraparte y expresó también su emoción de encarnar a un personaje tan redondo y provocador como Alan, el mayor reto de su carrera.
“Alan es la naturaleza humana reprimida; es más que nuestra animalidad, es el origen de nuestra cultura y humanidad en una civilización que se jacta de su superioridad pero que está perdida porque se ha olvidado de sus esencias y de lo mágica que es la existencia, porque está sometida a los medios de producción y a los intereses comerciales y de represión social. Es esa llama de lo humano que es tan hermosa como horrorosa, que justo por sus dos facetas, la mágica y hermosa, y la sangrienta y horrorosa, con la que nos cuesta lidiar a nuestras mentes cuadradas del siglo XXI”, dice De Tavira sobre Alan.
“Martin para Alan es tres cosas: su enemigo, porque a pesar de que Alan busca ayuda en Martin, no la quiere porque es su contraobjetivo, la quiere pero es muy rudo enfrentarse a algo complejo que le da muchísima vergüenza; Martin le quiere sacar lo que Alan todavía no sabe verbalizar. Es su salvador porque es el único que realmente se ha sentado con Alan y se ha sumergido en esas zonas en las que otros no lo harían porque se asustan de lo que lo que hizo y lo evaden. Y es su espejo porque se ve reflejado, cada vez más se nota que Martin tiene cuestionamientos que van un poco en la línea de los de Alan, la diferencia es que Alan sucumbe ante ellos y Dysart no”, dice Schoning sobre el psiquiatra.
De Tavira confiesa que si hubiera un Martin Dysart le preguntaría: “¿Y por qué no te atreves?” Mientras que Schoning cuestionaría a un Alan de la realidad, al joven que cegó a 26 caballos, si había otra forma de frenar lo que le estaba pasando, que no fuera el acto violento que hizo contra los equinos.
Schoning celebra la riqueza del texto y reconoce que hasta ahora no se había enfrentado a algo igual.
“Equus es una obra densa y compleja, una vez que entras, no hay salida. Lo único que no me gustaría es que el público no nos acompañe en ello, que no apueste por nosotros a adentrarse a ese torbellino”.
De Tavira sostiene que lo más atractivo que tiene para él Equus es que explora y cuestiona mucho, pero no quiere proponer una salida o definición de cómo desenmarañar la complejidad que desnudó.
“Estamos acostumbrados a que las obras propongan. Y Equus, algo que es maravilloso, pero frustrante, aunque es su mayor valor, es que nos deja con la pregunta abierta al final. Y eso es quizás lo que ha marcado a tantas generaciones: que después de verla, ahora a ti como público te toca salir a tratar de darle sentido a lo que viste y escuchaste estas últimas dos horas. Y eso nos es muy frustrante, porque estamos acostumbrados a que nos den todas las cosas ya empaquetadas y precocinadas y todos los conceptos definidos, más ahora”, dice el actor del filme Arráncame la vida y la serie Rosario Tijeras.