En el relato bíblico de Adán y Eva se encuentra el germen de la novela más reciente de Ligia Urroz, Por mi gran culpa, pero es una historia muy cercana el motor que la llevó a escribirla, casi como una manera para ocultarse, no necesariamente para olvidar, en especial por un hecho que suele acompañarla: “siento culpa todo el tiempo, por eso escribí la novela”.
“En la historia de Adán y Eva se encuentra la emoción regente del libro: la culpa primigenia, la culpa por la que llega Eva a cortar una manzana del Árbol del Conocimiento y se la ofrece a Adán y este la muerde. ¿Qué pasa allí? Que al ser Eva quien lo instiga a comer, se convierte en la mala del cuento, aun cuando Adán pudo negarse. A partir de ahí se genera toda la culpa primigenia de la que se han derivado todas las demás culpas que las mujeres hemos cargado toda la vida”.
Una herida en la familia de Ligia Urroz
Por mi gran culpa (Hachette Literatura) se presentó como parte del programa de actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde la colaboradora de MILENIO recordó que la trama viene de una anécdota familiar: el embarazo de su trastarabuela por el obispo de León, en España, con lo que resulta que tiene un trastarabuelo que fue un alto jerarca de la Iglesia.
“En la novela manejo mucho la culpa de ella, porque él tiene una labia tan sorprendente y es tan seductor que la viola, pero la convence de que fue algo bueno, porque es por amor a Dios y porque a lo mejor ella, que viene de la tentación de Adán, es la que en realidad le da la tentación a él. De ahí viene el título, Por mi gran culpa, incluso el libro abre con la oración del ‘Yo, pecador’”.
Un secreto familiar silenciado durante generaciones, un escándalo tan grande que la familia tuvo que huir de España a Nicaragua. Durante años, esa familia, profundamente católica, vivió bajo el peso de esa historia no contada. Pese al tiempo transcurrido, ese hecho se mantuvo como una herida en la familia de Ligia Urroz. La literatura fue la mejor herramienta para encontrarse con ese pasado.
“Hay una herida, definitivamente, y hay una búsqueda, pero, a diferencia de mi novela anterior, Somoza, se convirtió en una herida profunda. Así, mientras la anterior era terapéutica, aquí me fui a la literatura. De la semilla familiar crece toda la ficción. Hay un tono absolutamente distinto, y me dejé ir como escritora, creando una obra completamente diferente”.
Para lograr la historia, Ligia Urroz se dio a la tarea de realizar una investigación profunda, porque, como es una novela de época, ambientada en 1870, había que rastrear cómo era la educación en esa época, cómo era la mujer, cómo era la Iglesia, y “me gustó mucho trabajar esa parte de la investigación. Soy tan rata de biblioteca que me pude haber quedado en la investigación para siempre. De pronto, para un párrafo me la pasaba un mes investigando. Hay mucho rigor académico, pero también me sentí feliz jugando con la estructura, que tiene analepsis y prolepsis, y me gustó jugar con eso. Quedé muy contenta con la novela”, concluyó la escritora.
hc