Antonio Ortuño (1976) ha dedicado los últimos años a una novela sobre el Virreinato, pero detuvo ese proceso para “revivir” su primera novela: El amigo muerto (Seix Barral), a la que volvió sin fortuna hace quince años y que por fin ahora encuentra la forma sugestiva e inquietante que debía tener. “Se dio la posibilidad de revivir El amigo muerto y engañé seis meses a la otra y me fui con la chavita”, dice en entrevista con MILENIO.
La novela, que ahora publica con su nombre, salió al mercado hace varios años, bajo el seudónimo Black Boy. “Concebí esta novela cuando era adolescente, pero siempre me sentí un poco inconforme con cómo quedó. Por eso volví a la historia y estoy muy contento con esta nueva edición”.
El amigo muerto, un viaje en el tiempo
La concepción de El amigo muerto se remonta a la adolescencia de Ortuño. Su publicación inicial ocurrió cuando tenía alrededor de 35 años. Ahora, cerca de los cincuenta, presenta una versión renovada que, aunque tiene “75 mil cambios” para ser “lo más real posible”, mantiene la esencia del texto original. “Recuperar el texto fue un viaje en el tiempo, tomando como referencia el original, pero también visto desde treinta años de distancia, de experiencia, de trabajo, de lecturas, de vida, de todo”, dice Ortuño.
El autor revela que “fui como el productor de mi yo joven, puliendo el texto para optimizarlo, pero manteniendo su espíritu y sacándole brillo a esa idea, a esos escenarios y personajes, pero sin alterarlo. Fui el editor de mi novela de juventud”. Y agrega: “Lo que yo quería escribir a los 18 años era una novela divertida e insolente, pero sobre todo divertida, ágil, sugestiva”.
El amigo muerto es una novela tragicómica que aborda la amistad, la pérdida y la muerte. Ortuño conecta estos temas con su libro pasado: La Armada Invencible. “Son dos novelas sobre la amistad, desde distintos puntos de vista, y hablan sobre la pérdida y la muerte”. La diferencia clave radica en la perspectiva y la energía. Mientras los personajes de La Armada Invencible lidian con un desengaño y “autoironía un poco cansada”, los de El amigo muerto son morros que “todavía huelen a nuevo” y poseen una “energía bárbara”.
La visión juvenil de la muerte
Ortuño se interesó en conservar la visión juvenil de la muerte, que es distinta a la de un adulto que “ya vio morir un montón de gente”.
“Para el joven, la muerte es extrema, pero es un recordatorio de que sigue ahí la vida, de que él sigue vivo, y, de alguna forma contradictoria, es estimulante. Por eso hay tal fascinación, me parece, entre los jóvenes por la muerte, por el peligro”.
La trama de El amigo muerto inicia cuando Carlitos Villaurrutia muere a causa de una bala perdida en una trifulca que se desata en el puesto de piratería de su familia. Meses después su amigo List recibe un mensaje instantáneo de su amigo que lo lanza a una investigación.
En cuanto a la vigencia de la novela, Ortuño dice que los ajustes más notables fueron de ajustes al contexto presente. Eliminó referencias a los teléfonos públicos y al ICQ. Sin embargo, la violencia, el abuso sexual y el encubrimiento de la Iglesia se mantuvieron porque son temas que “existían desde entonces. Eso sucedía. Y además se sabía, se dejaba pasar y lo que hice fue conectar distintos mercados de criminalidad que están y estaban normalizados”.
Ortuño asegura que su novela no busca ser una “de denuncia” ni “el servicio notarial de la desgracia”, sino una obra que “imagina a partir de las realidades de la violencia en México”. Sigue trabajando en su proyecto sobre el siglo XVI, que será muy diferente y busca explorar distintos ámbitos. “Trato de buscar cosas distintas en cada libro, trato de no repetirme, porque un escritor que lo hace, da flojera”, finaliza.
hc