Camino junto al periodista Federico Mastrogiovanni (Roma, 1979) rumbo a los famosos Tacos Flores, cerca de Expo Guadalajara, un oasis en plena Feria Internacional del Libro.
Salimos de un salón sin chiste donde él daba entrevistas por su libro Gastronauta en México. Cómo se alimenta la resistencia, publicado por Grijalbo.
Al cazador romano de historias ahora le toca ser la presa. Lleva un elegante sombrero, lentes oscuros y una gran curiosidad en el camino. Pregunta: “¿A dónde me llevas?” y tras unos pasos, el olor de la garnacha y del guiso mañanero lo sorprenden.
La cocina como memoria y conversación
“Cocino todos los días y siempre me ha llamado la atención la importancia que tiene en todas sus formas. Tú o alguien más te va a preparar de comer y lo va a hacer a partir de un lugar que es el resultado de una serie de eventos".
"Por eso también está presente la memoria, porque las recetas se van acumulando y se van modificando en el tiempo”, dice el escritor mientras pregunta por las salsas que están frente a él.
Para el colaborador de MILENIO, “en mi registro y en mi trabajo hay años de conversaciones con fuentes, y varias de ellas se han dado en cocinas."
"No es lo mismo hablar de un tema delicado en la calle que dentro de la casa, en la cocina, preparando algo de comer. En la cocina se dicen cosas que no se dicen en otros lugares”.
El libro reúne recetas de distintos lugares de México acompañadas de crónicas periodísticas divididas en los capítulos:
- “Churipo, en Nahuatzen, Michoacán”
- “Costilla de cerdo en salsa de tortilla, en Amatlán de Quetzalcóatl, Morelos”
- “Arroz djon djon, en Tijuana, Baja California/Fonds-des-Nègres, Haití”
- “Caldo de acamayas, en Sierra Madre, Guerrero”
- “Jaiba rellena, en Tampico, Tamaulipas”
Su dieta favorita y la esencia del libro
“Es un viaje por las cocinas de las personas que resisten, es cocinar con ellas y entender sus luchas y sus soluciones. Es un viaje periodístico, entendiendo al periodismo como una travesía: en busca de respuestas”, dice el autor mientras saluda a la señora del puesto callejero.
Mastrogiovanni, quien aún no elige el taco que se va a comer entre barbacoa o chicharrón, confiesa que el libro nace de necesidades alimentarias y periodísticas pues las recetas se van acumulando “y modificando en el tiempo.
La receta se prepara de cierta manera en tu familia y de otra en casa de un tío. Es una práctica que nos define, qué es lo que voy a buscar, qué es lo que voy a comer, lo que se vuelve mi dieta favorita”.
Mientras saluda a las taqueras, se ríe; busca iniciar una conversación con su acento que aún mantiene la lengua italiana; nadie se resiste a su encanto y curiosidad.
“Podemos preparar de comer juntos y platicar de resistencia, contando las dos cosas a la vez. Contar el proceso de la preparación de un platillo se vuelve mi eje en todo el libro. Formalmente, el eje es la comida".
"Me puedo mover en las historias que quiero ya que no estoy atado a una historia que tenga que emparejarse con la siguiente por el mismo tema. Establezco el eje de la gastronomía y un subeje: el de la resistencia”.
Federico Mastrogiovanni habla de la primera historia del libro:
“La del Churipo nace de un amigo abogado de Michoacán. Él me platicaba que para humillar a un preso, los policías agarraban el caldo que le llevaba su esposa, lo metían en bolsas de plástico y tiraban las tortillas. Es un gesto que humilla a quien lo ha preparado y a quien lo recibe. Yo quiero partir de ese platillo para contar la historia”.
Entre mordida y mordida, el autor habla de su crónica con los haitianos en Tijuana, donde un día llegó para cortarse la barba.
“Es una historia muy humana, de resistencia. El lugar donde mejor me han cortado el pelo y la barba ha sido en el norte de África, por la característica del pelo enchinado. A los africanos les gusta estar siempre perfectos; es el tema de la dignidad, del aspecto".
"Los haitianos son los más africanos de los latinoamericanos, y en Haití, durante el sismo de 2010, vi gente con las casas destruidas que se estaba cortando el pelo en medio de la calle; es un tema que me fascina”.
El periodista es un cazador de historias.
“De hablar, de chismosear (risas). Las busco, pero me caen en el sentido de que muy pocas veces un conocido me dice: ‘Oye, esta historia es chingona y te puede interesar’. Por lo general yo hablo con todo el mundo. Cuando escucho algo que me llama la atención, profundizo".
"De 100 conversaciones, una o dos se vuelven una historia. Soy un periodista que va y habla con quien sea. Luego pregunto si estaría bien contar su historia. A veces me dicen que no, a veces sí. Así he trabajado siempre. En cualquier contexto puedo sacar historias”.
Algunas crónicas publicadas en Dominga
Algunas crónicas de Gastronauta en México. Cómo se alimenta la resistencia se publicaron en Dominga, la revista digital de MILENIO:
“Fue como reducciones y les agradezco. Nos pusimos de acuerdo entre los editores del libro y los de Dominga porque me interesaba que se leyeran. Hay una que salió ahí que no está en el libro, pero me gusta que mis historias alcancen otro tipo de público”.
La crónica sigue viva. El escritor se sienta en un banquito azul, disfruta su taco, pregunta a la dueña alguna cosa y responde esta pregunta: ¿La crónica sigue viva?
“No es fácil tener espacios y los propios periodistas ya se creyeron el cuento de que la crónica está muerta. Yo mismo, varias veces digo ‘¿Para qué hago un esfuerzo tan grande?’ Pero me gusta, lo sigo haciendo y la respuesta a Gastronauta en México ha sido muy buena, me ha escrito mucha gente para compartirme historias con la cocina y eso no me había pasado antes. La cocina nos ayuda a encontrarnos y a compartir cosas”.
Al final, Mastrogiovanni busca pagar la cuenta: “Me comí dos tacos”. La señora no acepta el pago pero pide una foto con él, quien responde: “Entonces, déjeme preparar y servir tacos”, y lo dejan.
El escritor tiene tal encanto para introducirse en las vidas ajenas, de aspirar historias, que de inmediato llega a la plancha con su inseparable sonrisa donde prepara tacos, los sirve, convive con todos y pregunta a un comensal: “¿Uno más?”