Tanto a Eva Zamarrón Ramírez, antropóloga física, como a Yuri De la Rosa Gutiérrez, arqueólogo especialista en la cultura del desierto, se les hace una propuesta al final de la entrevista.
Todos los hombres que se internan a las cuevas mortuorias prehispánicas, que alteran contextos históricos, manipulan restos humanos y roban los objetos que acompañaron el ritual, no imaginan siquiera el daño patrimonial que ocasionan.
“Dejen a los muertos en paz, dejen las cuevas en paz. A ellos, ¿de qué les sirven los huesos?”, agrega De la Rosa, en tanto que Zamarrón apunta que al llevarse ilegalmente los materiales se pierde información valiosa que le pertenece a todos.
“Se puede hacer una observación superficial, pero este material después se puede enviar al laboratorio para saber, en principio, cuánto tiempo lleva en el sitio. También para saber, por ejemplo, con isótopos estables, de dónde eran (las personas), su lugar de origen, o dónde pasaron la mayor parte de su vida.
“Con el ADN se pueden buscar vínculos entre poblaciones. Toda esa información se pierde porque es material al que los investigadores ya no tienen acceso, y al final de cuentas esa información le pertenece a todos los habitantes de La Laguna y del país. El saqueo frena la construcción del conocimiento, aparte de que es un delito, sobre todo cuando hablas de restos humanos. Hasta es absurdo tener que señalar la parte ética del cómo te vas a llevar a una persona, o cómo vas a tener los restos de una persona en tu casa, sobre un mueble. O incluso que se tomen los huesos de una persona para venderlos”, precisó Zamarrón.
De la Rosa Gutiérrez expresó que metafórica y literalmente los saqueadores venden los restos de sus antepasados. Y esta práctica en nada se separa de los saqueos de cementerios contemporáneos donde, por arrancar un diente de oro, hurtar unos zapatos o quitarle joyería a un muerto, uno o más hombres abren lápidas para cometer el delito.
“La gente va y saquea las cuevas, saca los objetos y los restos humanos y los vende. Es tan grave esta falta de respeto como ir a un cementerio actual y sacar los restos óseos y lo que la familia depositó con ellos. Y así como la gente va y saquea las cuevas y saca los arcos, los cuchillos y los textiles, también van a un panteón y les quitan los relojes o el crucifijo a los cuerpos en las tumbas. También se llegan a llevar los restos óseos, las calaveras.
“Es una falta de respeto para la persona que está allí enterrada. Como he dicho, ¿a quién le gustaría ir al panteón el Día de Muertos y ver la tumba de su abuelito saqueada? Antes que una tumba, antes que un tesoro, están ahí personas y merecen respeto. Pero llegan a la cueva y suben imágenes al Facebook donde muestran cráneos tomándolos sin guantes; toman los restos y los acomodan apilados para tomarse fotos”.
Luces de investigación
Eva Patricia Zamarrón Ramírez recién egresó de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Volvió a su ciudad natal, Torreón, con el propósito de realizar su tesis con el apoyo del Centro INAH Coahuila. De la Rosa Gutiérrez de inmediato le abrió las puertas del Museo Regional de La Laguna, base para algunos trabajos que se realizan en la entidad.
Es allí donde se catalogan los restos humanos y objetos recuperados de un sitio mortuorio, La Cueva Sin Fin, luego de que en redes sociales los saqueadores presumieron su presencia en el sitio, junto con la manipulación de los restos.
“La cueva está en el municipio de Ocampo, en el área natural protegida. Con el conteo preliminar tenemos al menos quince individuos, de los cuales tres son subadultos, es decir, menores. Son quince personas. Lamentablemente, por la cuestión del saqueo y la condición de la cueva, no tenemos restos completos como fue en el caso de la Cueva de La Candelaria, que venían dentro del bulto mortuorio; estaba muy bien conservado el contexto cultural”, refirió Zamarrón Ramírez.
Los especialistas elaboraron el registro fotográfico y lo que sigue son los estudios y la tesis de la antropóloga física. En el proceso igual se realizan descripciones someras, es decir, se registran posibles fracturas y otros detalles. La tesis se concentrará en la tafonomía, es decir, los procesos por los que pasó el individuo hasta su hallazgo, lo que abarca aspectos ambientales y cuestiones culturales.
“La tafonomía es un concepto que se propone desde la paleontología, pero se adoptó también en la arqueología; es amplio. Se trata de una tesis descriptiva a partir de los trabajos anteriores, que el principal viene siendo el de La Candelaria, que es muy importante para la antropología del norte. Igual es seguir un poco esa línea, de los trabajos de la antropología física clásica”.
Entre texturas, coloraciones y otras particularidades, los huesos se estudiarán a profundidad. Pero Yuri De la Rosa dijo que los restos óseos también son vestigios arqueológicos, al igual que la pintura rupestre, la lítica o los textiles.
“La arqueología trata de reconstruir todo lo que tenga que ver con las sociedades humanas: la muerte, lo físico, lo ideológico. Más allá de que recuperamos restos óseos de individuos, estamos recuperando la parte social: el cómo se entierra a las personas, lo que significa un lugar u otro, qué pasos se siguieron para enterrar en ese sitio, qué probable significado tiene el que yo entierre a una persona o la deposite en una cueva.
“Hablamos de actitudes sociales, acciones que tienen que ver con el entorno social. Valoramos el entorno social y las actividades que llevaron a cabo respecto a la idea que tenían sobre la muerte. Más allá de los datos de los individuos, si fueron altos, bajos, que si la población media tenía 40 años de expectativa de vida o que si a través de los estudios de ADN o espectrografía de huesos podamos saber su dieta o enfermedades, aspectos biológicos de las personas, también se busca la parte cultural porque importa lo individual y lo social”.
Para la arqueología del siglo pasado lo importante fueron los objetos y restos humanos, pero mencionó que hoy lo es la información que contienen para comprender a las sociedades.
El ritual mortuorio
Con la Cueva de La Candelaria se abrió la investigación arqueológica en el norte de México y el INAH se posicionó en la región debido a la riqueza del material que se encontró junto a los bultos mortuorios: arcos, flechas, cuchillos de piedra, textiles, redes, nasas y otros objetos.
“Más allá de los materiales, éstos nos hablan de las creencias de la gente. Todas las culturas del mundo, incluso la contemporánea, tienen creencias sobre la muerte. De hecho, las modernas son más alucinadas que las anteriores. Pero tenemos la creencia de que siempre se va a un lugar más allá. Pero ahora los paraísos son más exóticos, cada vez.
“Los cazadores recolectores y el simbolismo de enterrar a las personas en cuevas sería el proceso inverso a nacer. Es el regreso a la madre tierra. Regresar al vientre materno a través de las cuevas con pequeñas aberturas y un pasaje o tiro que abajo se extiende en cámaras subterráneas amplias”, explicó el arqueólogo.
Fue Leticia González Arratia quien se aventuró a teorizar sobre los aspectos simbólicos de la cultura del desierto, en este caso, el ritual mortuorio. La Tradición Candelaria, como la arqueóloga lo llamó, describe con precisión aspectos técnicos, pero además interpreta costumbres como la preparación de los cuerpos de los difuntos en flexión, que luego eran transportados durante días hasta el cementerio, en este caso, la cueva.
Los cadáveres, preparados en mortajas, los guiaban a otro mundo, reconociendo con ello además su pertenencia a la comunidad. Otro momento del ritual era la disposición del cuerpo dentro de la cueva, que en este caso se hacía en un bulto junto a una serie de objetos, dispuesto de tal manera que no se contaminara con otros cuerpos cercanos o con el entorno.
El mundo natural y sobrenatural de los grupos cazadores recolectores del desierto, describió González Arratia, se visualizó con claridad en el ritual mortuorio donde el tiro o túnel de la cueva “es el indicador de un camino que lleva a las profundidades de la tierra, y en forma de metáfora, el retorno al vientre materno del cual es expulsado el individuo durante el nacimiento. Este movimiento —del vientre materno al vientre de la tierra; del nacimiento a la muerte— señalaría la conclusión de un ciclo y el inicio de otro”.
La arqueóloga concluyó en sus estudios que “desde esta perspectiva simbólica tal parece que existe una correlación entre la posición del cadáver flexionado y la posición de un feto en el vientre materno; entre la cámara subterránea estrechamente asociada con los ríos subterráneos y el líquido en el que flota el feto hasta que nace”.
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