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  • Canta a los muertos y consuela a los vivos: el joven rezador más buscado de Tabasco

Desde pequeño, Pedro sintió conexión con el don que ahora comparte con su comunidad | Milenio

Desde niño, Pedro Ismael supo que tenía un don: rezar a los muertos. A sus 23 años, es el rezador más buscado de Tabasco. Su voz, dicen, consuela a los vivos y guía a los que parten.

DOMINGA.– En mi andar por los pueblos de México, en esa búsqueda de historias que se tejen en los rincones más olvidados, he encontrado relatos extraños. Algunos son tan inverosímiles que desafían toda lógica. Otros, tan sencillos, tan arraigados a la vida cotidiana que terminan siendo profundamente hermosos. El relato que contaré no lo busqué yo: me encontró, como suelen hacerlo las historias verdaderas. Es la de un muchacho rezador de muertos.

Fue en el sureste mexicano, durante un viaje al “Balcón del Usumacinta”, como le llaman a Emiliano Zapata, ese pueblo tabasqueño que custodia con orgullo la vista más noble del caudaloso río Usumacinta, ese cuerpo de agua inmenso que nace entre Guatemala y México y serpentea en su camino por las tierras de Tabasco y Chiapas.

Es uno de los lugares más turísticos de Emiliano Zapata, Tabasco
El Balcón del Usumacinta es uno de los sitios más emblemáticos y turísticos del municipio tabasqueño, Emiliano Zapata | Especial


Me habían invitado a un rezo, así le dicen allá al rosario ofrecido para un difunto. Me encontraba en la cocina de una casa comiendo un tamal que con generosidad me habían convidado, cuando escuché aquel canto. Dejé de mover la boca, escuché, me tragué el bocado; escuché más y me quedé unos segundos en silencio para escuchar nítidamente.

Luego, atrapado, sólo seguí aquel canto que literalmente encantaba, a pesar de la ocasión. Estaba hecho de una mezcla imposible de solemnidad y dulzura, de tristeza y consuelo. Era un rezo, sí, pero parecía una canción antigua, de otro tiempo, un eco de algo sagrado y olvidado. Y aunque el motivo era la muerte, aquella voz, paradójicamente, hablaba de vida. Casi sin darme cuenta, seguí el sonido hasta llegar a la sala donde velaban al difunto.

Ahí lo vi, ahí estaba el rezador: inmenso, imponente, parado detrás del resplandor de una vela. La flama dibujaba su silueta como si fuera una aparición. En su mano derecha sostenía la vela; en la izquierda, el librito de rezos y su extenso título: Novenario piadoso para pedir a Dios por el alivio y eterno descanso de las benditas ánimas del Purgatorio.

En los funerales suelen rezarse novenarios.
Un novenario piadoso es una devoción de nueve días que incluye oraciones y meditaciones cuyo objetivo es pedir a Dios por las almas del purgatorio | Octavio Hoyos / Milenio


Normalmente, en mi cerebro queda siempre el retrato de mis personajes con la ropa que llevan puesta, pero cosa también extraña no recuerdo ni el color de su playera o pantalón. O no importó. La esencia no tiene vestimenta. Ahí estaba él, parecía un querubín gigantesco, de más de 1.70 metros de altura y casi 150 kilos, un ángel barroco aterrizado en un pueblo tabasqueño.

Desde ese momento supe que tenía una historia que contar. Y la coincidencia de su nombre, con el que dicen que tiene las llaves que abren las puertas del cielo, me animó más. Aquí su plática:

El pueblo pedía que el niño Pedro rezara a sus muertos

El joven que reza a los muertos en Tabasco
Desde pequeño, el joven identificó el don que tenía para reconfortar a través de la oración | José Betanzos / Cuartoscuro

Me llamo Pedro, Pedro Ismael Aguilar Robles, y el 13 de febrero pasado cumplí 23 años. Soy Acuario, humilde, llevadero, me gusta compartir, convivir. Me gusta ayudar a las personas que no necesitan ayuda de dinero, sino de ánimo. Abrazo a las personas para que entiendan que a veces la vida nos trata de una forma y hay que pedir fuerza. Ayudo al que pueda ayudar. Por eso aquí en el pueblo todo el mundo me conoce.

(Pedro me hablaba con la naturalidad de quien no pretende impresionar, y sin embargo me impresionaba).

A mí me dio por rezar porque creo que ese don me tocó. Yo, desde niño, iba a los rezos con mi bisabuela Mary. Antes los docenarios para la virgen duraban 12 días y yo me aprendía los cantos y cantaba. Ya desde entonces en la casa colocaba una mesita con santos y me ponía a rezar con mi abuela. Me acuerdo de que agarraba un catálogo de Avon, como si fuera el libro del rosario, y con eso rezaba lo que me acordaba de las ceremonias. Rezaba y mi abuela, en su mecedora, me respondía.

También me acuerdo de que acá en el pueblo todos los chamacos de mi familia nos poníamos a jugar al rezo y a la tamalada, entonces agarrábamos un muñeco del juguetero y lo metíamos a una caja de zapatos y ese era el muerto. Y las chamacas hacían tamales de tierra con hojas de los árboles. Y yo rezaba.

El los funerales ofrecen comidas y bebidas en México
En México, durante los funerales o novenarios se acostumbra a ofrecer a los asistentes alimentos y bebidas | Jesús Quintanar / Milenio


“Quien iba a pensar”, me dijo con los años una amiga, “que cuando éramos chicos tú jugabas a ser el rezador y te convertiste en rezador”. Me acuerdo también de que, al terminar de jugar al rezo, repartíamos guayabas, cuando en los rezos reales se reparte comida.

A mi papá y a mi mamá no les gustaba que rezara y menos dónde había muertos porque decían que yo era muy chico y que iba a agarrar lo malo del muerto. (Pedro me había contado que se crió con su bisabuela y abuela porque, desde que tenía cuatro años, sus padres emigraron a Estados Unidos en busca de trabajo. Así que iban y venían).

Decían que iba a agarrar frialdad. Me acuerdo un día, una maestra de la primaria llegó a la casa y le preguntó a mi papá: “¿Oiga, y su hijo no está por ahí?, es que lo andaba buscando para que fuera a un rezo”. “¡Ya te dije que no andes rezando donde hay muertos!”, me regañó mi papá después. Pero yo escondía mi librito entre los cuadernos y cuando alguien moría, si me pedían ir a rezar, le decía a mi papá que iba por tamales... y me iba a rezar.

Yo siempre convivo con la muerte de cerca y por eso tengo otra forma de ver la vida porque digo que, para morir, lo único que se necesita es estar vivo. Yo he visto gente que se va rápido. Me ha tocado despedir a mis abuelos, tíos, familia. Y debes hacerte de valor porque tú tienes que darles ánimo y esperanza. Tienes que dejar el sentimiento de lado y seguir en los cantos aunque te duela. Es difícil porque sientes el dolor cuando cantas, pero debes tener fortaleza.

Mi primer rezo oficial lo hice cuando iba en sexto año. Luego en la secundaria me escapaba para ir a rezar. Y desde entonces, bendito Dios, yo he tenido mucha clientela. Cuando empecé me daban lo que querían, yo no cobraba. Ya desde hace como tres años puse el precio fijo de 150 pesos porque ahorita aquí en el pueblo los taxis cobran 30 pesos de ida y otros 30 de regreso a la casa. Pero la mayoría son gente agradecida, ellos a veces me dan más porque escuchan la manera en que yo canto.

(Pedro le reza también a los santos cuando la gente se lo pide como una forma de agradecer cualquier favor en la vida. Pero lo que verdaderamente le conmueve es el rezo por los difuntos que implica: el rezo de cuerpo presente –una obviedad–, el levantamiento de la cruz –cuando ya no está el muerto en la casa y hacen el novenario frente a una cruz que suple al muerto y a los nueve días se levanta y la llevan al panteón para que acompañe al muerto en su viaje a la eternidad–; el cabo de año –cuando el muerto cumple un año de lo mismo–. Y hay uno muy especial que se llama Rezo de los Angelitos, cuando fallece un menor. Pero sean niñas, niños o adultos no importa, Pedro con su canto abraza, consuela, como si ofreciera su hombro para llorar).

El joven tabasqueño se convirtió en un puente entre el mundo de los muertos y el de vivos.
El joven tabasqueño se convirtió en un puente entre el mundo de los muertos y el de vivos | Ariel Ojeda /Milenio

Lo que más disfruto son los cantos y la gente me busca porque canto duro. Dios me dio ese don. Más allá de lo monetario yo lo siento, el canto sale del corazón y cantas bien porque lo estás sintiendo en el corazón. La gente a veces me dice mejor reza y canta tú porque la gente llora más. Uno no tiene la intención de hacer llorar pero la gente llora.

El rezador Pedro entre dos mundos

Después de aquel rezo en el que conocí a Pedro Ismael Aguilar Robles, lo vi sentado en una barda baja, esperando el taxi que lo llevaría a casa de su abuela Nieves, de 73 años, con quien vive. Era de noche. El canto ya había cesado, pero en el ambiente quedaba una paz difícil de explicar.

Pedro, con su librito desgastado bajo el brazo, parecía no un rezador, sino un puente entre dos mundos: el de los vivos que lloran y el de los muertos que parten. Un ángel con voz de trueno, un joven que desde niño entendió que, en los pueblos de México, la muerte se canta.


GSC/ATJ

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Alejandro Suverza
  • Alejandro Suverza
  • Relator callejero. Cronista mental y grafológico. Productor de contenido para documentales.
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