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  • Bares de despecho: las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan… cantan, ríen

Múltiples generaciones se reúnen para vivir una noche de karaoke con micrófonos 'fake' y "música de plancha" | Especial

Amanda, Rocío y Yuri suenan como himnos de resistencia emocional, entre mezcales y “música de plancha”. Todas las generaciones conectan con la nostalgia de la sufridera.

DOMINGA.– Si la noche inicia con Amanda Miguel, promete despecho. Estamos en uno de estos bares de la Ciudad de México dedicados a cantar con sentimiento al desamor y pasarla bien. Es el popular cancionero sentimental con el que todas crecimos: las baby boomers, la generación X, las millennials, las Z. Tan pronto se escucha “Él me mintió, me dijo que me amaba…”, se sabe que es el momento de tomar el micrófono imaginario y empezar a cantar.

¿Te dijeron que te amaban y no era verdad? Ahí hemos estado todas y el arranque no tiene escalas. Parece que son las tres de la mañana pero los coros de las aquí presentes se dejan escuchar desde que inicia la noche. Termina Amanda Miguel y sigue Rocío Dúrcal con una clara consigna: “Maullaré por ti”.

La canción La gata bajo la lluvia es de 1981 y parece increíble que en plena era del reguetón, Rocío Durcal –y muchas otras de los años setenta y ochenta– sean las estrellas que inauguran una noche de chicas en el siglo XXI.

Estos bares –Despecho, Sala de Despecho, Despecho Lúcido y otros más que abundan dentro y fuera de la capital de México– no son sólo para ellas. Dependiendo del lugar y el día de la semana, se ven algunos caballeros. Una noche pude contarlos con los dedos. Pero en un martes y con el concepto de cantina su afluencia fue mayor, había mesas mixtas y a veces mesas exclusivas para ellos. No falta que en las confirmaciones de reservación adviertan: “Recuerda que el acceso para hombres debe ser en compañía de mujeres”.

Y eso no los excluye pero de alguna manera pretende dejar claro que no es un lugar para el ligue con esas viejas prácticas de los antros de los años noventa, cuando las mujeres no pagaban cover y eso garantizaba su presencia en las noches de fiesta. Algo está claro: “Las mujeres no lloran, las mujeres facturan”, dice Shakira, y ahora se pagan sus tragos.

Los hombres no son excluidos, sin embargo el ambiente deja claro que "no es un lugar para ligar"
Los hombres no son excluidos, sin embargo el ambiente deja claro que "no es un lugar para ligar". Foto en Despecho Lúcido | Araceli López/ Milenio


Las mesas de hombres tratan de integrarse a la fiesta y también tienen ese morbo voyeur de observar el espectáculo de la música con mujeres cantando sin pudor canciones que nos daría mucha vergüenza en otro contexto. ¿Por qué? Ya medio conocemos las trampas del amor y cuando cantamos “Con los ojos cerrados iré tras de él…” sabemos la advertencia que dice: al feminismo no le gusta esta canción.

Esto quiere decir que, en estos “bares de despecho” es legal y está autorizado-y-hasta-es divertido entrarle al drama musical; y no, no venimos destrozadas aunque todavía podamos lamernos las heridas de guerra. Por eso y sólo por eso, somos grandes catadoras de un género musical que no existe conceptualizado (o ¿sí?) y que te hace reconocer: “Carajo, qué buena es esta canción”.

El drama musical, con micrófonos fake, está autorizado en estos bares
El drama musical, con micrófonos fake, está autorizado en estos bares | Cortesía


Bebo un mezcal para entrar en ambiente. Él me mintió y La gata bajo la lluvia son el inició de un collage de canciones del desamor. Si piensas que no te sabes las de Edith Márquez, Pandora, Yuridia, la Guzmán, Mon Laferte y hasta RBD –y sólo las tarareas–, ni te preocupes. Los creadores de este concepto se aseguraron de proyectarlas cerca en las pantallas o en el techo desde tu asiento o en la pared más próxima. Porque en un lugar de despecho, nadie se queda sin cantar.

Este concepto, que ha llegado hasta Madrid, España, causando sensación en las redes sociales, no sólo se basa en la música, es toda una experiencia. De pronto aparecerán micrófonos fakes, habrá rondas de sombreros de mariachi y en algunos lugares repartirán bandas tipo Miss Universo, pero para ser la reina del despecho o la capitana de la mesa.

Todavía hay más: los tragos también tienen su concepto y ondita. Te pueden servir un cóctel Dr. Simi en un tarro del doctor de las botargas o en tarros de LuisMi, Juanga, José José. Algunos otros los ofrecen servidos en botellitas de Riopan para que te lo eches a traguitos y como remedio.

De decoración habrá: latas de frijoles La Ciega con el slogan: “Fíjate en las red flags”. Latas de rajas que dicen: “Al chile, sí testraña”, botellas de jabón líquido “Tu amor era bRoma” o de “Cloropal’ex”. Puro divertido juego de palabras. Eso sí, en el baño, lugar por excelencia para nosotras, podrás encontrar un San Antonio enorme que cuelga de cabeza con su reclinatorio y respectiva veladora para pedir el milagrito de salir del desamor con otro amor (aunque venga defectuoso).


​Yuri o Belinda en un drink y a cantar, chica

Pero ¿cómo es que estas canciones pueden ser tan famosas?, ¿nunca dejaron de serlo? ¿El alma de las mujeres está tan herida desde siempre? Tal vez. Lo cierto es que probablemente no se canta desde el mismo lugar. Para ello hay que comparar De qué te vale fingir en su versión original (1995), con la nueva versión de Mentiras, la serie, protagonizada por Belinda, Mariana Treviño, Diana Bovio y Regina Blandón, en la que van en un auto cantando listas para la venganza.

Ahora cantamos a coro. Cantamos con la amiga y la compañera de la mesa de junto. ¿Querían oírnos? ¡Pues ahí les va! Se acabó eso de que las mujeres están en la cocina con todo y su música.

Y aunque este tipo de bares para cantar iniciaron en 2024 en Guadalajara y poco a poco se han popularizado en diferentes partes de México, la historia del concepto no es mexicana. Sí, sí, aunque Daniela Romo, Yuri, Rocío Banquells y demás exponentes de este tipo de música sean mexicanas, a este concepto de despecho le pasa lo mismo que al Chavo del 8: tenían otra clase popularidad y éxito en otros países de América Latina.

Zarella, una costarricense de 47 años, tiene una anécdota que podría ser uno de los antecedentes de los lugares de despecho: Hará unos 15 años en Costa Rica que en el Bar 13, para cerrar la noche de antro, sonaba siempre “Lo juro, lo juro, lo juro...”, ese famoso coro de Daniela Romo. Sólo que en ese bar pasaba una cosa fabulosa, en lugar de apagarse el ambiente: ¡se prendía! Entonces la gente se quedaba y pedía más tragos. Igual ahí nació el capitalismo emocional de las canciones de despecho.

El concepto de estos bares inició en 2024 en Guadalajara y poco a poco se fue extendiendo por todo el país
El concepto de estos bares inició en 2024 en Guadalajara y poco a poco se fue extendiendo por todo el país | Cortesía

Es conocido que todas (y todos) tenemos cierta predilección musical para cuando hacemos el quehacer pero ¿ustedes sabían de la existencia de la “música de plancha” o “música para planchar”? Bueno, se las presento como un “género musical” cuyas playlists son las abuelas de las programaciones de los lugares de despecho.

El abstract de una investigación sesuda de la Pontificia Universidad Javeriana –y escrita por un hombre– describe: “Hacia finales de los noventa del siglo XX y principios del siglo XXI emergió en la industria cultural colombiana la ‘Música plancha’, etiqueta comercial que buscaba agrupar, bajo criterios difusos –amo–, canciones románticas, principalmente balada [...].

“Aunque esta denominación apareció inicialmente en emisoras juveniles de clase media-alta de Bogotá, en muy poco tiempo se convirtió en una categoría de mercado con producciones discográficas, programas radiales y telenovelas.
“La palabra ‘plancha’ hace alusión a que, para algunos agentes de la industria cultural del cambio de siglo, este sería un repertorio supuestamente preferido por mujeres que se dedican al trabajo doméstico […]. La relación entre canción romántica y oficio doméstico señala que alrededor de esta música aparece una audición vergonzante o un ¿gusto culposo? Sin embargo, no en todos los contextos son claras las razones por las cuales estas músicas [...] empezaron a ser consumidas con un sentido culposo en el nuevo milenio”.

Zarella lo cuenta de primera mano: “Cuando yo estaba jovencita o niña, las muchachas que ayudaban en la casa escuchaban esa música”. Ella ha vivido fuera de su país desde hace mucho. Cuenta que hace 12 años, en una visita a casa, los antros con ‘música plancha’ estaban ya de moda. También relata que en las reuniones con amigas siempre hay música de todo tipo, merengue, salsas y pop, pero al cierre de la noche dicen: “¡Viene música de plancha!” y se saca micrófono y se canta.

La costarricense definiría el género como “música cortavenas”. Su canción preferida es La maldita primavera, de Yuri, y con esa abre sus sesiones de plancha.

Sabe que en su país abrieron una sala de despecho pero no ha tenido oportunidad de ir; sin embargo, también conoce de lugares de jazz donde desde hace mucho hay noches dedicadas a la música de plancha, que se hacen conciertos con el mismo concepto e incluso, desde hace tres años, ella y su esposo tienen “noche de plancha” los viernes: cocinan, se sirven unos drinks y comparten. Aquí el playlist.


Si aquella historia de que era la música que escuchaban las trabajadoras domésticas es un cuento o el origen de un mito en América Latina, no lo sabemos. Lo cierto es que Julieta, de Colombia, también me lo dijo y añadió que, aunque era la música de las trabajadoras domésticas, todo mundo se las sabía.

Para ella las emisoras radiofónicas en Colombia tuvieron mucho que ver con que se popularizara el concepto en los noventa y, entonces, la música de despecho siempre ha tenido su furor porque fueron éxitos cuando salieron en su momento y se colocaron en un lugar especial en la memoria emocional. Así terminamos ahora convocándonos a un bar sólo para escuchar canciones de drama emocional.

En los bares de despecho todas cantamos: generación X, millennials, Gen Z

La primera vez que fui a una sala de despecho no fue por mi propio pie. Mi amiga Eva, una chica de la Gen Z se iba a vivir a otro país y había citado ahí para su despedida. Ese día, después de trabajar, alcancé a María a la puerta del consultorio de su terapeuta. No había sido una buena semana y terminamos echando una lloradita en el parque. Traté de convencerla de ir a la despedida y muy a regañadientes aceptó.

Total que llegamos al lugar, uno muy rosa y con mucha luz en Altavista y sucedió la magia: los ojos llorosos de María dejaron de andar a marchas forzadas y comenzó a cantar. Me acuerdo de ver a María y Eva cantar Rosa pastel, de Belanova. Todas con actitud de estrellas cantamos en una pasarela musical en plena diversión.

Esa canción fue el himno de una generación por motivos románticos y también se empezó a cantar por la desilusión de terminar una carrera y enfrentarse a los destinos laborales de la época. Digo generación y no sé bien a qué me refiero porque en estos bares todas cantamos: la generación X y más allá, las millennials y las de la Generación Z, como mi amiga Eva.

Despecho Lucido un bar con nuevo concepto en Polanco
Despecho Lucido un bar con nuevo concepto en Polanco | Araceli López/ Milenio Diario


No soy la única que cae así en las salas de despecho. Invité a mi amiga Esperanza y de primera instancia, el lugarcito le pareció muy fresa, se sentó y dijo: “Sólo voy a cantar si me las sé”. Pronto sucedió la magia y no paró de cantar. Después convoqué a un par de amigas para un experimento social de ponerlas ahí en el centro de todo... ¿cantas?, ¿no cantas?, ¿te ríes?, ¿te acuerdas? o ¿cantas bien fuerte y desmemoriada? Sucedió lo mismo.

Ahora bien, las canciones también cobran otra conciencia y en medio de la noche salen subtítulos en nuestra cabeza. Empieza Un hombre busca una mujer y casi puedes oler el Malibú con jugo de piña y sentir el calorcito de Acapulco. Cuestiono a Micky por decir que quiere una mujer sumisa, invisible, cero intensa que no se le vaya a ocurrir “eclipsarte”. Híjole.​

Y en una noche de despecho no puede faltar Gloria Trevi. Escuchamos El recuento de los daños. No falta la que dice: “no olvidemos que Gloria Trevi formó parte de una red de trata de personas”. Las opiniones en la mesa se dividen. “Siempre voy a defender a Gloria porque siempre fue una víctima. Me parece todavía más fuerte que nos estaba diciendo todo en sus canciones”, dice alguien más. Y sí, sucede algo: las canciones están llenas de estereotipos de género y amor heteropatriarcal.

Entonces suena Cosas del amor, la de Ana Gabriel y Vicky Carr. Pienso que qué bueno que ya evolucionamos, “¡mándalo a la chingada!”, grita Esperanza. Reímos. Igual sí te crees esa canción un día, pero hoy no. Podemos reírnos y seguir cantando. Seguro que las conversaciones de Ana Gabriel y Vicky Carr siguen ocurriendo todos los días pero, dice María, “es legal apropiarse de la canción en otro tono”.

En estos bares suenan canciones de Gloria Trevi, Ana Gabriel, Belanova y Rocío Durcal
En estos bares suenan canciones de Gloria Trevi, Ana Gabriel, Belanova y Rocío Durcal | Cortesía

El éxito de los bares de despecho es cantar con tus amigas

Dicen mis amigas que el éxito de estos bares no radica tanto en ir a cantar el despecho o el amor romántico, y mentársela a los vatos con unos tragos encima y mucho ambiente –gracias a Paquita, la del barrio, precursora de esta tradición–. Él éxito está diseñado para que te juntes con tus amigas.

“Ahora tus compas te acompañan y con ellas compartes ese fracaso romántico, eso es lo que se me hace más bonito”, dice María, y Esperanza añade: “las canciones tienen nombre, apellido y rostro”, entre nosotras conocemos las historias y sabemos a quién le cantaríamos: “a la hora del desayuno ya sabía que te amaba…”.

Eva, una Gen Z que se sabe todas las canciones del mundo, dice: “No podemos negar que nos gustan y en América Latina aprendimos a sufrir por el amor a través de la música. Tu generación, la generación de en medio y mi generación creció escuchando estas canciones de desgarrarte por amor, por despecho”.

Paquita la del Barrio fue conocida por ser la voz de las mujeres que no se atrevían a decir lo que viven con los hombres |
Paquita la del Barrio fue conocida por ser la voz de las mujeres que no se atrevían a cantar lo que viven con los hombres | Cortesía

En un TikTok, America Reynaud dice:

“Que las salas de despecho sean el lugar más popular de entretenimiento hoy en día son una respuesta al alza del conservadurismo […]. Es evidente que cada vez somos más conservadores porque estamos en estos espacios donde ya no se baila, se incita a que se cante y estas canciones, aparte de todo, refuerzan los roles de género.

“Estamos otra vez envueltos en el sufrir por el ex y sufrir por el hombre, que la mujer sufra por el hombre. Son espacios sumamente heteronormados, con música sumamente heteronormada, que refuerza los roles de género”.

​Ella defiende el perreo y sus espacios. Pero yo creo que podemos perrear (aunque las rodillas ya no nos den) y cantar con un micrófono imaginario: Prefiero ser tu amante, de María José. Apuesto por la idea de que las salas de despecho no son estos lugares ‘ideologizantes’ del amor romántico y que no vuelves a casa pensando que “tienes que seguir sufriendo por él”.

Sí podemos cantar esa música que ha sido fuente de educación emocional pero desde otro lugar.

En estas salas de despecho se canta a todo pulmón, se hacen himnos, hay complicidad con las amigas, te haces la estrella de tu propia mesa y se vuelve una noche inolvidable. No sé si mis amigas quieran volver pero siempre tendrán sus ‘playlists’ caseras para las tres de la mañana. Y a las amigas.

GSC/ASG


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Alejandra del Castillo
  • Alejandra del Castillo
  • Periodista independiente. Ha publicado historias en impreso y pódcast, colaborando para 'Así como suena', 'Gatopardo', 'Esquire', 'Chilango' y 'Quién'. Su persona favorita en el mundo es su perro.
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