Miss Universo es uno de esos rituales culturales que parecen destinados a desaparecer hasta que llegan, los vemos, los comentamos y nos damos cuenta de que, por alguna razón, todavía nos atraviesan. Es un certamen que carga con décadas de polémicas, transformaciones y críticas persistentes en una época que cuestiona los estándares de belleza y la cosificación de los cuerpos femeninos.
Y, sin embargo, cuando Fátima Bosch ganó Miss Universo 2025, la mayor parte de los mexicanos celebraron la corona. No solo porque “ganó México”, sino porque algo en ella resonó con un público que hace tiempo dejó de creer en los concursos, pero no dejó de mirarlos.
Martha Cristiana, ex directora de Miss Universo México, dice a MILENIO que “el triunfo de Fátima Bosch celebra la integridad: una mujer que sostiene su verdad con gracia y coraje. Para mí, es la Miss México más bella que hemos tenido.”
La opinión de la modelo y actriz mexicana es compartida por otras voces en redes sociales: Fátima no ganó a pesar de ser distinta al molde, sino porque desafió al sistema. Su triunfo se volvió la victoria de las mujeres que se niegan a callar.
La periodista Pamela Cerdeira lo explicó así en un TikTok:
“¿Quién es Fátima Bosch y por qué, a pesar de que creo que los concursos de Miss Universo y de belleza son una cosa nefasta, estoy feliz de que haya ganado? Principalmente, porque transformó la narrativa… Dijo que ninguna corona valía que pasaran por encima de ella. ¿Y qué creen? Ganó. Pasamos de ‘calladita te ves más bonita’ a entender que calladita no te ves. Y ahora es Miss Universo 2025.”
Consultadas por este diario, un puñado de veinteañeras coinciden en que esa narrativa (la mujer que no se calla, que se rebela, que denuncia un trato injusto dentro de la competencia) fue la que volvió a Fátima un símbolo. No un símbolo del certamen, sino de la resistencia dentro del concurso. Pero que una concursante desafíe al sistema no significa que el sistema haya cambiado.
Las voces de la Generación Z –entre 13 y 28 años– se han hecho notar en redes sociales: las jóvenes celebran el triunfo de Fátima Bosch al tiempo que rechazan los estándares de belleza que promueve el certámen Miss Universo.
De lo aspiracional a lo inalcanzable
Miss Universo sigue operando bajo estructuras que, según especialistas y organismos oficiales, producen violencia simbólica y refuerzan estereotipos de género. Algunas feministas incluso han propuesto prohibir los concursos de belleza por exhibir a las mujeres como objetos y reforzar patrones socioculturales discriminatorios.
Diversos estudios señalan que quienes participan en estos certámenes enfrentan presiones estéticas extremas, y que la exposición constante a ideales corporales estrechos puede generar en mujeres jóvenes insatisfacción corporal, baja autoestima y ansiedad por la imagen.
María, estudiante de 21 años, comenta: “Creo que hasta puede llegar a afectar su salud. Me han aparecido videos de cómo justo acabando el concurso las personas, con sus cuerpos bronceados y súper tonificados, están comiendo una galleta o una dona y están llorando. Y es como ¿por qué se tienen que llegar a esos límites?”
En otras palabras: aunque el discurso cambie, la estructura del concurso sigue generando expectativas inalcanzables.
Hace unos días, la revista DOMINGA publicó la historia “Una rebanada de pastel de chocolate me provocaba taquicardia: el cuerpo que impone TikTok (y la IA)”. Ahí, la periodista Verónica García de León explica que ha crecido entre los jóvenes la obsesión por la figura, principalmente por seguir rutinas en TikTok, tips de influencers y dietas sugeridas por inteligencias artificiales. Es el nuevo riesgo detrás de los trastornos alimenticios.
La corona que no incluye a todas
Las jóvenes entrevistadas por este diario expresan un cuestionamiento profundo al certamen, incluso cuando celebran el triunfo de Fátima Bosch.
Michelle, estudiante de 22 años, lo dijo sin rodeos: “Yo creo que sí siguen reforzando estereotipos. Fátima Bosch, muy bonita y todo, pero ninguna de nosotras se parece a ella. Es una en un millón. No hay mucho de dónde se puedan ver las niñas chiquitas. Y además, como representante de México, no se parece a casi nadie de México.”
La belleza que se premia en Miss Universo no es la belleza cotidiana. Es un ideal aspiracional, basado en el eurocentrismo, en lo homogéneo, y en lo estadísticamente inalcanzable. Un ideal que no solo excluye, sino que define quién queda fuera.
Y entonces, ¿por qué seguimos mirando estas competencias? Las estudiantes consultadas por este diario coinciden en que Miss Universo funciona como un espejo de nuestra realidad. Nos gusta la historia detrás de Fátima: la mujer que confrontó a la organización, que denunció presiones indebidas, que se negó a ser tratada como un producto más del espectáculo. Nos gusta porque la narrativa se siente contemporánea: autenticidad, valentía, integridad.
También, porque como sociedad todavía respondemos a los símbolos: a la idea de que una mujer mexicana en un escenario global representa algo sobre nosotros. Sobre nuestra identidad. Sobre nuestro país. Pero el espejo sigue distorsionado.
El triunfo individual de una mujer no borra las desigualdades del sistema que la coronó. Su autenticidad no neutraliza los estereotipos.
Admirar a Fátima y criticar Miss Universo
El triunfo de la mexicana generó una aparente contradicción: respaldo a Fátima y críticas al concurso. Y es que Bosch encarna una narrativa valiosa: la de una mujer que dijo no, que puso límites, que habló cuando el sistema esperaba silencio. Como dice Martha Cristiana, su triunfo es sinónimo de gracia y coraje.
Pero su historia también muestra que para romper un molde… primero hay que existir dentro de él.
LP