Cada primero de noviembre, mientras el vibrante color del cempasúchil y el olor a incienso impregnan miles de hogares mexicanos que esperan el regreso de las almas de sus difuntos, en el número 12 de la calle Alfarería del Barrio Bravo de Tepito, la algarabía también se respira y se centra en la figura de una parca a quien sus devotos llaman Santa Muerte, 'Flaquita' o 'Niña Blanca'.
Es así como el altar que Enriqueta Romero, mejor conocida como Doña Queta, inauguró hace poco más de dos décadas se llena de decenas de visitantes que depositan su fe a la enigmática figura que desde el interior de una vitrina recibe diversas ofrendas pero que también escucha súplicas y agradecimientos.
La historia se repite en el templo que se alzó en su honor en Tultitlán, Estado de México y en menor medida en los cientos de altares callejeros donde la muerte es considerada como santa. Pese a que no es reconocida como tal por la Iglesia Católica, ni la Secretaría de Gobernación le ha concedido a su culto el reconocimiento como asociación religiosa, a través de múltiples prácticas miles de personas en México le demuestran su devoción, especialmente durante los primeros dos días de noviembre.
Pese a que podría llegar a vincularse directamente con el Día de Muertos, lo cierto es que esta tradición y el culto a la 'Niña Blanca' convergen de formas distintas. Si bien ambas tienen como protagonista a la muerte, sus motivaciones y sentidos son distintos.
Primero de noviembre: Día de Muertos y de la Santa Muerte
El culto a la muerte en México tiene múltiples manifestaciones, la más popular de ellas es precisamente Día de Muertos, una tradición que se fue estructurando a través de los siglos y que sintetizó la cosmovisión que comunidades indígenas tenían con el culto católico que llegó tras la conquista española.
"Una cosa ha sido el culto católico de los días de Todos Santos y Fieles Difuntos, el cual se ha mantenido sin cambios durante los último siglos y otra han sido las festividades en torno al culto, las cuales llegaron a la entonces Nueva España a partir del siglo XVI trayendo costumbres y creencias medievales que fueron adoptadas y reproducidas [...] la población indígena, muy superior en número a la de origen europeo, recibió esta tradición a través del adoctrinamiento que encabezó el clero regular en todas las regiones del país", reza un informe del arqueólogo Víctor Joel Santos Ramírez del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Dicho proceso no se llevó a cabo de manera inmediata, sino que requirió de una imposición y convencimiento permanente especialmente porque las poblaciones ya tenían sus propias celebraciones dedicadas a los muertos, creencias y prácticas ancestrales.
Entre el cúmulo de creencias se ubicaba Mictlán, el cual corresponde al tercer plano mitológico del universo primitivo indígena: el reino de los muertos. De acuerdo con un artículo del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, los regentes de dicho espacio eran Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl, señor y señora del submundo.
En su calendario anual, conformado por 18 veintenas, hubo al menos cuatro de estas en donde se llevaban a cabo celebraciones funerarias: Miccailhuitontli (fiesta pequeña de los muertos), Huey Miccailhuitl (Gran fiesta de los muertos), Tepeilhuitl (fiesta de los cerros) y Tititl (envejecimiento). Las dos primeras se celebraban de forma seguida en otoño, entre los meses de agosto y septiembre, su prefijo Micca, presagiaba a la protagonista de la época: Mictlancíhuatl.
"Era un mes de los muertos y la diosa azteca que reinaba sobre esa conmemoración de los muertos era la diosa Mictlancíhuatl, o sea, la reina del Mictlán. Precisamente, hoy en día hay muchos devotos sobre todo en México que ven a la Santa Muerte como la manifestación actual de la diosa Mictlancíhuatl", explicó en entrevista con MILENIO el profesor en religión de la Universidad de la Mancomunidad de Virginia, Andrew Chesnut.
Para el también doctor en Historia de América Latina, existe una correspondencia casi natural entre ambas figuras toda vez que también comparten ciertos símbolos y ritos a pesar de que el movimiento de la Santa Muerte lleva únicamente alrededor de dos décadas consolidándose como un movimiento religioso público abierto.
Es precisamente dicho factor el que ha propiciado a que como tal apenas se esté estableciendo el primero y el dos de noviembre como el día más importante del culto a la Santa Muerte, tal y como lo es, por ejemplo, el 28 de octubre para San Judas Tadeo.
"Se me hace natural que sea el primero o el dos de noviembre porque es la época del año que más tiene relación con la Santa Muerte, sobre todo precisamente por esa relación con Mictlancíhuatl", abundó el experto.
¿En Día de muertos se venera a la Santa Muerte?
No. La principal diferencia entre la popular tradición y el culto recae en que en Día de Muertos no se venera como tal a la figura de la muerte sino que se centra en el espíritu de los difuntos que, según dicta la creencia, regresan cada año al mundo de los vivos.
"Día de los Muertos es todo centrado en honrar y conmemorar a los difuntos, en cambio el culto a la Santa Muerte tiene que ver con cultuar esta figura de la muerte que la gente cree que es un ser sobrenatural con poderes sobrenaturales que opera milagros, así que en ese sentido no tienen mucho que ver", apuntó Andrew Chesnut en entrevista con MILENIO.
A comparación de otras culturas alrededor del mundo, en México se tiene una forma peculiar de percibir a la muerte, no obstante, no todos son devotos de la también llamada 'Niña Blanca'. Pese a dicha diferencia, quienes sí forman parte de su culto la han integrado poco a poco en sus conmemoraciones del Día de Muertos, un factor que ha encendido las alertas entre miembros de la Iglesia Católica.
Por ejemplo, el pasado domingo 26 de octubre, el arzobispo de la Arquidiócesis de Morelia, Carlos Garfias Morelos, hizo un llamado para no mezclar las festividades con la Santa Muerte:
"Ciertamente, el culto a la Santa Muerte es un culto que para nosotros no es católico, no es cristiano [...] hacemos un llamado a mantener nuestras tradiciones con fidelidad y asistir a estas dos celebraciones eucarísticas con dichos motivos", expresó el sacerdote aludiendo a la celebraciones católicas de Todos los Santos y los Fieles Difuntos.
La Iglesia Católica en repetidas ocasiones se pronuncia en contra del culto a la Santa Muerte recurriendo al argumento teológico que sostiene que con su sacrificio en la cruz Jesucristo dio a los cristianos la posibilidad de la vida eterna venciendo a la muerte, sin embargo, no suelen emitir ningún tipo de rechazo a la tradición de Día de Muertos. “Lo hacen solamente si integran a la Santa Muerte a la tradición”, apuntó Andrew Chesnut.
El crecimiento del culto a la Santa Muerte
Las investigaciones que el profesor de religión de la Universidad de la Mancomunidad en Virginia ha realizado en torno a la Santa Muerte lo han llevado a concluir que es el culto que mayor crecimiento ha tenido en el mundo en las últimas dos décadas.
Sus estimaciones calculan alrededor de 12 millones de devotos, una situación que, afirma, ha dejado a la Iglesia Católica en un estado de crisis. ¿El motivo? La pérdida de creyentes.
Hasta 2020, un censo realizado por el Instituto Nacional de Estadística e Información (INEGI) arrojó que 97 millones 864 mil 218 personas en México se consideraban católicas, no obstante, diversos datos apuntan a un declive gradual en su número de practicantes.
Por ejemplo, un comparativo realizado por UNAM consultado por Alejandra Sigala para MILENIO apunta que dicha religión pasó de ostentar 88% de creyentes a 82.9% del año 2000 al 2010. Una década más tarde, en 2020, el porcentaje se ubicó en 77%.
"Mientras la Iglesia Católica sigue perdiendo fieles en México y en América Latina se va diversificando el paisaje religioso y cada vez hay más opciones a los pentecostales, a la Santa Muerte, hay otros santos folclóricos, hay budismo, etc. La Santa Muerte ha sido el nuevo movimiento religioso que más se ha beneficiado de eso pero hay otros grupos que también están creciendo mientras la iglesia católica disminuye", explicó el profesor de religión de la Universidad de la Mancomunidad en Virginia.
Para Andrew Chesnut, los últimos siete años se consolidan como el periodo en el que ha existido mayor libertad de culto para los devotos de la Santa Muerte pese a que aún no hay un reconocimiento como asociación religiosa legal. No obstante y más allá del trámite burocrático, tanto la Santa Muerte como el Día de Muertos son expresiones de la concepción que los mexicanos tienen sobre dicho proceso natural por el que todo ser vivo está destinado a atravesar y que Octavio Paz describió en su obra Laberinto de la Soledad:
"Para el habitante de Nueva York, París o Londres, la muerte es la palabra que jamás se pronuncia porque quema los labios. El mexicano, en cambio, la frecuenta, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus juguetes favoritos y su amor más permanente".
ATJ