José Israel Carranza parte de muchas premisas en su novela Tromso (editorial Malpaso), una de ellas es la comunicación: ¿qué pasa cuando no se escucha al otro, cuando el silencio se apodera de las razones de no sentirse parte de este mundo, cuando, entre otros temores, uno de ellos, el que no se le entienda, ataca su devenir y se margina para construir un universo aparte? En esta obra, la marginación discursiva cumple un papel preponderante, dispuesto a que el lector lo descubra sin cortapisas.
Esta obra se presentará en la Feria Internacional del Libro el 20 de octubre a las 19:30 en el Salón 104, con la presencia del escritor regiomontano Alejandro Vázquez y el autor jalisciense.
¿De dónde nace "Tromso"?
Nace como algo inesperado, porque estaba trabajando en un libro de ensayos y de un modo más bien repentino, que eso que yo creía que estaba haciendo en realidad se trataba de una novela.
Aquello se transformó, fue escrito a lo largo de tres años y luego pasaron otros años de retocar y componer, y finalmente adquirió esta forma.
En algún momento me fui percatando conforme avanzaba el trabajo de que había estado diciéndose algo acerca de las imposibilidades y los límites del lenguaje, y el hecho de que con lo único que contamos son las apariencias, y me pareció que la forma de la narración es de un modo natural algo que correspondiera con esas necesidades, una prosa que se subleve sobre sí misma sobre determinadas obsesiones, y el hecho de no hacer concesiones a la facilidad de la lectura.
Es la historia de un hombre solo, al que podemos calificar de melancólico, es un hombre que ya no tiene forma de entenderse con nadie, tal vez de ahí pueda desprenderse una parábola de muchos hombres y mujeres de hoy en día.
Tampoco es algo de lo que me gustaría apostar cien por ciento. Una idea que a mí me importa mucho es como decía Philip Roth: la literatura no sirve para nada, pero es absolutamente indispensable, y deseo dar con una especie de consuelo o de explicación, de lo que sucede y nos sucede a partir de esta premisa.
Es posible que en un presente en el que tenemos cada vez más posibilidades de comunicarnos, nos vamos viendo más proscritos al silencios, y es posible que de alguna manera la historia de este hombre tenga ecos en lo que uno mismo ha podido experimentar en esta época de ruidos e incertidumbre, por lo que acabamos de no entendernos a nosotros mismos y a los otros.
Creo que además una de las cosas que fui sabiendo conforme escribía la novela, lo que le sucede a este personaje, es que las palabras no sirven para lo que crees que sirven, y cuando lo conseguimos es meramente una ilusión. Nuestros pareceres y los prejuicios en general están moldeados por palabras, y éstas pueden significar algo distinto para otra persona.
Me parece que fue estilándose en la historia en la medida que este personaje se sirve de medios de comunicación que uno considera obsoletos, como el radio de onda corta o el apartado postal que son sus vínculos con un mundo del que nos sabemos gran cosa; es una novela en donde no hay pantallas, y otro tipo de tecnología y resultó así. Y esto es algo significativo, pues aunque en ocasiones tenemos muchos canales de encontrarnos con los demás, éstos no nos sirven de gran cosa.