Ciencia y Salud
  • El pequeño Chernóbil, el tratamiento contra el cáncer más agresivo

  • La nueva terapia que alarga la vida frente al cáncer de hígado permite pasar de unos cuantos meses a una supervivencia de 1.5 años.
Cada año se detectan alrededor de seis mil nuevos casos de cáncer de hígado en México. | Especial

Una persona con cáncer de hígado detectado a tiempo, con antecedentes de cirrosis, hepatitis o diabetes, puede hoy superar el límite de 18 meses de vida que imponía esta enfermedad. La radioembolización con microesferas de Ytrium-90 se ha consolidado como una alternativa que devuelve a los pacientes años de vida activa frente a uno de los tumores más agresivos.

Se trata de un procedimiento que combina radiología intervencionista y física nuclear para destruir el tumor desde adentro.

“Hoy tenemos enfermos que, gracias a este procedimiento, llevan tres, cinco y hasta siete años de vida activa. Si no hubieran recibido el tratamiento, la mayoría habría muerto en un lapso de 18 meses”, explicó el radiólogo intervencionista José Luis Ríos Reina, presidente electo del Consejo Mexicano de Radiología e Imagen.

El especialista recordó el caso de un paciente que llegó con una alfa-fetoproteína superior a 10 mil unidades —un marcador de tumor maligno grande y muy activo— y una lesión única en el hígado. 

"Tres años y medio después de la radioembolización, su marcador bajó a 0.9 y solo queda la cicatriz donde estaba la masa cancerosa. Vive plenamente", relató.

¿Cómo se origina el cáncer de hígado?

El hepatocarcinoma, o cáncer de hígado, constituye hasta 80% de los tumores malignos del hígado y casi siempre aparece en un órgano previamente dañado por cirrosis, infección crónica por hepatitis B o C, hígado graso o alcoholismo crónico. 

“La inmensa mayoría de los pacientes que nos llegan ya tienen enfermedad preexistente en el hígado, como cirrosis, o sistémica como diabetes mellitus. Es un terreno pantanoso, con una reserva orgánica limitada”, advirtió Ríos Reina.
José Luis Ríos Reina
José Luis Ríos Reina, presidente electo del Consejo Mexicano de Radiología e Imagen. | Hospital Ángeles

Cada año se detectan alrededor de seis mil nuevos casos en México, pero la mayoría se diagnostica tarde, cuando los síntomas —ictericia, sangrado digestivo, pérdida de peso o ascitis— evidencian un daño avanzado.

“Cuando los vemos en etapas avanzadas, ya no podemos ofrecer un tratamiento curativo, solo paliativo”, lamentó tras referir la importancia de hacerse estudios semestrales de sangre que detecten marcadores cancerígenos.
¿Cómo funciona?

Radioembolización

El procedimiento es mínimamente invasivo y comienza con estudios de imagen, como la angiotomografía, que permite mapear la irrigación arterial del hígado y localizar qué arterias alimentan al tumor.

Posteriormente, a través de una punción en la arteria femoral, se introduce un catéter que avanza hasta la arteria hepática. Ahí se liberan microesferas de entre 20 y 30 micras cargadas con Ytrium-90, un radioisótopo que emite radiación beta.

Las partículas se traen de Canadá y se solicita la dosis exacta de radiación que se le va a poner al paciente. Se utiliza una sala de hemodinamia especial para hacer cateterismos selectivos de las arterias y de manera ordenada se depositan estas partículas.

“¿Qué ventaja tenemos con estas partículas? Es como si tú estuvieras inyectando un pequeño Chernóbil, una pequeña bomba atómica muy controlada. Llenamos el tumor con las partículas, pero no pasa más allá de dos punto cinco milímetros de la periferia del tumor. Entonces, el hígado sano no será dañado, a diferencia de lo que ocasiona la radiación a través de la piel, y después de esto, el paciente se recupera y se puede ir a su casa. No va a tener más molestias, solo un poco de fatiga por tres días, se le puede un poquito el hambre y ya”.

Con el paso de los meses, precisó, va a quedar solamente una cicatriz fibrosa y ahí no hay tejido vivo de tipo tumoral.

“El paciente no requiere cirugía ni aislamiento. Puede volver a su casa el mismo día y convivir con su familia con total seguridad, porque la radiación queda confinada en el tumor”, explicó el especialista egresado de la Facultad de Medicina UNAM. La radiación penetra un máximo de 2.5 milímetros, suficiente para destruir el tumor sin afectar el tejido sano.

En los primeros días puede haber malestar, pero la recuperación es rápida. 

“Un paciente y su familia se va a sentir mal quizá dos o tres días y después su vida es completamente normal. Lo citamos a los tres meses, seis meses, un año, para detectar cualquier recaída y actuar de inmediato”, añadió Ríos Reina.

La diferencia entre morir y sobrevivir

Hasta hace poco, la literatura médica describía esta enfermedad como implacable. Hoy los tiempos de vida se multiplican. 

“Este paciente que lleva tres años tuvo una recaída como al año dos meses. Hicimos otra y desde entonces, casi dos años, no tiene absolutamente nada. Otro que tuvo una recaída se dio tratamiento y ahorita sigue sin problema”, relató el radiólogo.

En muchos casos, la causa de muerte ya no es el tumor en sí

“La inmensa mayoría ha fallecido porque se complicó la cirrosis, la diabetes o tuvieron otro tipo de problema. Incluso un paciente se cayó, se fracturó la cadera y de ahí vinieron complicaciones no inherentes al cáncer”, detalló.

Pocos especialistas y acceso limitado

El reto es mayor porque la capacidad de respuesta en México es mínima.

Pocos recursos

“En nuestro país hay menos de 400 hepatólogos certificados y apenas unos 150 radiólogos intervencionistas capacitados para estos procedimientos. Es un número ínfimo para una población de 130 millones”, subrayó Ríos Reina.

Los candidatos deben cumplir criterios internacionales como Barcelona, Milán o ECOG, no tener metástasis y conservar funciones hepática, renal y pulmonar estables

De ahí la importancia de estudios previos —perfil hepático, pruebas renales, pulmonares y de coagulación— antes de iniciar el tratamiento. 

“El trasplante de hígado sigue siendo la única cura definitiva, pero la radioembolización detiene la enfermedad y da tiempo para llegar a un trasplante o prolongar la vida con calidad”, explicó.

El acceso, sin embargo, es costoso.

“Son procedimientos con un valor alto. Habitualmente lo hacemos con seguros de gastos médicos mayores. Algunos pacientes han podido pagarlo de su bolsillo, pero son pocos”, reconoció.
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En el sector público, hospitales como el Instituto Nacional de Nutrición y el Hospital Central Militar realizan el tratamiento mediante estudios socioeconómicos. 

“Si lo ponemos contra el resultado y la utilidad, mucha gente dice: ‘Me arriesgo, consigo dinero y le entro’. Y los que lo han hecho ahí siguen, sin nuevas recaídas y con sus exámenes normales”, añadió el jefe de los Servicios de Imagenología y Hemodinamia, Hospital Ángeles Mocel.

Ciencia, no milagros

Los resultados han cambiado la percepción de este cáncer, aunque no eliminan del todo su gravedad.

“Algunos pacientes caen en un síndrome muy curioso que es el sentirse inmortal. Es decir, yo ya tuve un tumor maligno, muy agresivo, me lo quitaron, y ya no me va a pasar nada. Y no es cierto. Ahí pedimos apoyo de psicología y psiquiatría, porque es durísimo. El manejo es integral y multidisciplinario”, señaló Ríos Reina.

Las personas candidatas e intervenidas pueden irse a casa por la tarde, incluso, dijo, regresar a sus tareas normales en 90 días, pero van a requerir de seguimiento y vigilancia a los tres, seis y 12 meses para detectar cualquier anomalía. Solo de esta manera se garantiza actuar en caso de recaídas y lograr remisiones prolongadas.

"Ojalá muchas personas entiendan que si están en una situación riesgosa por una patología de las que hemos comentado, deben acercarse con un médico certificado. La certificación da al paciente la seguridad de que está bien capacitado y con educación médica continua", llamó a la población el especialista.

Y concluyó con una frase que resume la innovación: “Hoy podemos decirle al paciente que existe una alternativa real. No hablamos de milagros: hablamos de ciencia, de tecnología y de medicina de precisión”.


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Blanca Valadez
  • Blanca Valadez
  • Periodista formada en la UNAM. Con 33 años de oficio, impulsada por la curiosidad y la aventura. Ha captado la voz de ilustres como Octavio Paz y Carlos Fuentes. Hoy explora los enigmas del cuerpo y la mente en relatos que resuenan en prensa, TV, radio y web.
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