La incertidumbre es terreno fértil para teorías conspirativas: desde que el asesinato de Luis Donaldo Colosio habría sido ordenada desde los más altos niveles del gobierno; que la Reina Isabel II tuvo que ver con el accidente donde falleció Lady Di; que Paul McCartney o Avril Lavigne fueron reemplazados por “dobles” tras sus supuestas muertes, o el origen del Covid-19.
Este tipo de historias sirven como una explicación alternativa a un evento o una situación de gran calibre, en la cual suele involucrarse a un grupo poderoso, élite o persona influyente con intenciones maliciosas.
Y si bien su existencia se remonta a décadas atrás, la era digital las ha popularizado en las y los más jóvenes. Sin embargo, un estudio de la revista Political Psychology identificó que existirían otras tres razones por la que las y los jóvenes serían más propensos a creer en estos relatos; incluso mucho más que generaciones mayores.

Participación política no convencional
La primera hipótesis de los autores, Jean-Nicolas Bordeleau y Daniel Stockemer, refiere a la preferencia de las y los jóvenes por participar políticamente en actividades extrainstitucionales como boicots, sabotajes, peticiones, eventos o usos no autorizados del espacio público para manifestar y marchar. Es decir, fuera de lo cívico y tradicional como votar en elecciones o afiliarse a un partido político.
Y es en estos entornos, especialmente en línea, donde es más fácil exponerse a los contenidos conspirativos, usualmente emitidos por grupos de extrema derecha o izquierda: “Los teóricos protestan contra la autoridad, participan en acciones colectivas y piden un cambio radical; objetivos que se alinean perfectamente con los objetivos de muchos ciudadanos jóvenes”.
Asimismo, toman ventaja de que las juventudes aún están construyendo su identidad política y creencias ideológicas. Por lo que, al ser explicaciones alternativas y poco convencionales a los hechos mundiales, las teorías conspirativas prometen autonomía, individualidad y singularidad.
“Los jóvenes adultos a veces desean ser únicos y no quieren ajustarse a los marcos convencionales. (...) Las teorías conspirativas pueden satisfacer la búsqueda de singularidad. Por lo tanto, pueden recurrir a las teorías para destacar y convertirse en personas únicas dentro de la sociedad”, señala el estudio.

Baja autoestima
Si bien aún no se considera un factor certero para explicar la atracción de los jóvenes a las teorías conspirativas, diversos autores señalan que éstas encuentran respaldo en aquellas y aquellos con baja autoestima.
Según Marina Abalakina Paap, doctora en psicología, apoyar estos relatos “les permite culpar a otros por sus problemas” y encuentran una forma de lidiar con sus sentimientos de impotencia.
Y al ser un grupo con más probabilidad de presentar baja autoestima, es más propenso a adherirse o adoptar esas ideologías.
Alineación política
El último punto está relacionado con el alto nivel de anomia; es decir, cuando una persona se siente alienada y desafectada de los sistemas políticos y sociales.
Esta desconexión es consecuencia de un sinfín de factores, entre ellos— y el más evidente—, la escasa representación juvenil en los puestos de poder; lo cual a largo plazo se convierte en cinismo e incredulidad en la eficacia del sistema democrático o el que se pregone en su nación.
Y es justamente dicha insatisfacción la que los orillaría a apegarse a las teorías conspirativas “para culpar a agentes externos de las fallas del sistema y su falta de representación en él”.
“De hecho, prevemos que los jóvenes recurran a las teorías conspirativas como alternativa a la representación institucional, política tradicional y quizás para justificar su falta de representación”.

¿Por qué la gente cree en teorías conspirativas?
Diversas investigaciones han enlistado factores desde la perspectiva psicológica, geopolítica y sociopolítica.
Del lado de la psique, algunos autores identifican un patrón en las personas afines a estos relatos: desconectadas de la sociedad, insatisfechas con su situación vital actual y con desconfianza de las demás personas. Por su parte, desde la sociodemográfica se sostiene que entre más nivel educativo, menos adhesión individual a lo conspiratorio.
Uno de los más destacados del bando sociopolítico es la religión, pues un estudio reciente demostró que la creencia de un dogma religioso puede dar pie a creer en afirmaciones conspirativas.
Efectos de las teorías conspirativas
En el ámbito político, creer en teorías conspirativas puede influir negativamente en el comportamiento político, motivar la violencia, socavar normas democráticas clave y debilitar la confianza de la ciudadanía en las instituciones democráticas centrales.
Asimismo, perjudican la salud mental al intensificar emociones como el miedo, ansiedad y desconfianza. Así ocurrió, por ejemplo, durante la pandemia del coronavirus y el rechazo de algunos sectores de la población a vacunarse.
Cognitivamente, pueden dañar el pensamiento crítico y la capacidad de distinguir la información verídica de la desinformación. Para ello, la Comisión Europea recomendó verificar varios factores antes de compartir o reproducir un contenido:
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ASG