Ciencia y Salud

El descanso también es productivo: redescubrir el valor de pausar

La cultura de la productividad convirtió la pausa en sospechosa: quien descansa parece no estar comprometido.

Durante años se nos enseñó a admirar la velocidad. Hacer más en menos tiempo, contestar de inmediato, llenar cada minuto de tareas. La cultura de la productividad convirtió la pausa en sospechosa: quien descansa parece no estar comprometido. Sin embargo, la ciencia del bienestar nos recuerda lo contrario. Descansar no es rendirse; es restaurar la energía que permite seguir con sentido.

El descanso —físico, mental y digital— no es ausencia de acción. Es una forma diferente de presencia. En la vida adulta, marcada por pantallas, correos y mensajes, aprender a pausar se ha vuelto una habilidad esencial. Y como toda habilidad, puede entrenarse.

Diversas investigaciones lo confirman. Un metaanálisis publicado en Nature Mental Health (2023) mostró que las pausas breves durante la jornada mejoran el rendimiento cognitivo y reducen los niveles de cortisol. En contextos laborales digitales, estas microdesconexiones también ayudan a disminuir la irritabilidad y a aumentar la creatividad. En otras palabras: pausar produce.

El cansancio no proviene solo del exceso de trabajo, sino de la falta de recuperación. Vivir conectados genera la ilusión de estar disponibles para todos menos para uno mismo. Por eso, en mis conversaciones con estudiantes y profesionales, suelo recordarles una idea simple: la atención es finita; quien la cuida, cuida su bienestar.

En el Instituto del Propósito y el Bienestar Integral, hablamos de “recuperación consciente”: momentos intencionados para que el cuerpo y la mente se reequilibren. No se trata de apagar todo el día, sino de diseñar pausas que tengan propósito. Por ejemplo, cinco minutos de respiración entre reuniones, una caminata sin teléfono al mediodía o una tarde sin notificaciones el fin de semana. Lo importante es que el descanso sea elegido, no postergado por culpa.

El descanso digital es especialmente necesario. Estudios recientes en Frontiers in Psychology (2022) encontraron que pasar una hora menos al día frente a pantallas de entretenimiento mejora significativamente la calidad del sueño y la percepción de bienestar. La fatiga digital no solo afecta los ojos; desgasta la atención, altera el humor y debilita la empatía. Por eso, silenciar notificaciones o alejar el teléfono del dormitorio no son gestos triviales: son actos de autocuidado.

Descansar también tiene un componente ético. Cuando paramos, dejamos de responder desde la reactividad. Damos espacio a la reflexión, al diálogo interno, al discernimiento. En tiempos donde la inmediatez domina las conversaciones y las redes amplifican emociones extremas, detenerse antes de hablar o compartir es una forma de responsabilidad social.

El propósito de vida —esa brújula que orienta nuestras decisiones— se fortalece con el descanso. Solo quien se detiene puede escuchar su propio rumbo. La productividad sin pausa genera ruido; la pausa intencional genera claridad. Como escribí alguna vez, no basta con desear bienestar; hay que procurarlo activamente. Pausar es parte de ese trabajo.

La buena noticia es que el descanso puede entrenarse igual que la concentración. Comienza con prácticas pequeñas: apagar la computadora cinco minutos antes de cerrar la jornada, comer sin pantallas, respirar antes de responder un mensaje, decir “no” cuando la agenda ya está llena. Con el tiempo, esas pausas se convierten en una nueva forma de eficiencia: la que incluye cuidado y sentido.

La psicología positiva sostiene que el bienestar no surge de evitar el estrés, sino de saber recuperarse de él. Pausar, entonces, es la herramienta que nos permite seguir creando, aprendiendo y relacionándonos sin perder equilibrio. No es un lujo; es la base de la vitalidad.

En un mundo que aplaude la velocidad, la pausa es un acto de valentía. Nos recuerda que no somos máquinas, sino personas con mente, cuerpo y propósito. Y que la productividad más inteligente no es la que nunca se detiene, sino la que sabe cuándo parar para volver a empezar con claridad.

MGR

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Rosalinda Ballesteros
  • Rosalinda Ballesteros
  • Directora del Instituto de Propósito y Bienestar Integral de Tecmilenio
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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