En la inauguración de la exposición de Jill Magid, Una carta siempre llega a su destino. Los archivos de Luis Barragán, Carlos Ezquerra —quien se presentó como discípulo del arquitecto— pidió a Alfonso y Óscar Barragán, sobrinos del arquitecto, que aprobaran la destrucción del anillo y, de esa forma, poder reintegrar las cenizas a la urna de donde fueron extraídas, apelando a la religiosidad del Premio Priztker.
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Óscar y Alfonso Barragán no accedieron a esa solicitud, sin embargo, hicieron su propia petición: que el anillo y las cenizas de su tío se exhiban en su Casa Museo, en la Ciudad de México.
Dijeron desconocer el documento que estipula que los herederos de Barragán son los copropietarios del anillo. A unos metros, los herederos Ricardo, Alfredo y Luis Vázquez Barragán, que vinieron de Guadalajara para estar presentes en la muestra de Magid, se negaron a hablar.
Adriana Williams, la biografa de Luis Barragán expresó que al arquitectónico le hubiera dado horror, porque era un hombre que protegía su privacidad. "El anillo se debe volver polvo, volver a meter las cenizas y sacar el caballo. Era un hombre elegante, conocedor de arte y sensible”, recordó.
La también heredera indicó que algunos miembros de la familia no tenían conocimiento del proyecto hasta que estuvo consumado. Opinó que el archivo debe quedarse en Suiza "porque tiene años allá, lo han cuidado bien, le han hecho un trabajo experto, ¿dónde vendría aquí en México?”
A Letter Always Arrives at its Destination. Opening tonight at 18:30. MUAC. Mexico City. https://t.co/c8RxWLYpPT
— Jill Magid (@JillMagid) 27 de abril de 2017
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