Dedicado a las familias de las víctimas
Aunque la frase no es original de Sergio González Rodríguez (QEPD), a él se la escuché por primera vez, cuando lo entrevisté en el 2002 por la publicación de su libro Huesos en el Desierto (Anagrama, 2002).
Sergio me explicó lo que expone la frase: “…‘escuchar con los ojos a las muertas’ equivaldría a lo que en realidad las muertas querrían decir si tuviesen que atestiguar y contar quiénes les provocaron tanto daño y la posterior muerte”.
Por mi amigo Sergio supe del asesinato de al menos 300 mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, entre los años 1993 y 2002.
Durante ese periodo, según nuestro registro, dedicamos tres mesas redondas al tema de las desaparecidas y muertas, en el programa Cambios del entonces Canal 12.

De un programa con la señora Evangelina Arce (E.A.), madre de una desaparecida, y la abogada Luz Esthela Castro (L.E. C.), realizado el 31 de mayo del 2005, recordamos lo siguiente:
Abogada Luz Esthela Castro, la última vez que platiqué con ustedes fue hace tres años, ¿desde entonces qué tanto se ha avanzado en el caso?
L.E.C.: No se ha avanzado porque no hay voluntad política por parte del gobierno ni estatal, ni federal. Las respuestas son más bien de tipo reactivo, o sea con las condenas que se han recibido de organismos internacionales de prestigio como Amnistía Internacional y de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos; también como dice la señora Evangelina, en Ciudad Juárez hay un rompimiento del estado de derecho, pero no afecta todo, afecta solamente a los grupos vulnerables como son las mujeres pobres, que son las mujeres de las maquiladoras y las estudiantes a quienes están asesinando .
Me dijeron que hay una línea de investigación que no se ha seguido y que tiene relación con los juniors, con muchachos jóvenes, hijos de gente rica y la Policía corrupta de Ciudad Juárez, ¿cuál es su sospecha, de acuerdo con lo que ustedes han investigado?
L.E.C.: Nosotros podemos advertir que se trata de grupos de poder económico y político que están también entrelazados con el narcotráfico y protegidos por la Policía, porque no es posible que cuando las chicas desaparecen en el centro de la ciudad —la mayoría de ellas—, los que secuestran puedan evadir el cerco policiaco.
Entonces solo con la complicidad se puede entender ese secuestro, además de las muertes, y que esos cuerpos los lleven a tirar al desierto sin que nadie se dé cuenta.
¿Es cierto que las jóvenes son de ciertas edades y presencia física?
L.E.C.: Sí, el 47 por ciento de los casos, de los 410 que tenemos documentados en Chihuahua, pertenecen a mujeres jóvenes que van de 15 a 22 años de edad, complexión delgada, que son mujeres bonitas, con pelo largo y que son obreras de maquila o estudiantes.
En el caso de su hija Silvia, señora Evangelina, ¿qué pasó?
E.A.: A ella me la secuestraron judiciales federales y como tenían a otras personas secuestradas al lado de ella, ella se escapó y puso sus denuncias, y la estuvieron atendiendo porque estaba toda golpeada y dio los nombres de los federales y no pasó nada.
Se les mandó un oficio para mandarlos a declarar, pero nunca lo hicieron. Hubo encubrimiento de los federales. De mi hija decían que no había investigación, pero no es así, porque yo misma he seguido las investigaciones.
¿Cómo entender que en 12 años, el Congreso local, las mismas autoridades no hayan querido legislar, endurecer las penas o simplemente ponerle más atención?
L.E.C.: Tendría que decirle que en los 12 años hemos tenido tres gobernadores, con el rubro de diferentes partidos en la alternancia; tenemos seis procuradores, 12 fiscales especiales y dos fiscales federales, y lo único que advertimos es el mismo discurso con diferentes matices: finalmente dicen: ‘Ellas fueron responsables, ellas se la buscaron a partir del tamaño de la falda que portaban o del comportamiento que tenían’, y se endosa la responsabilidad que tiene el Estado de garantizar la vida de las mujeres, se endosa hacia las propias familias de las víctimas.