Este 17 de octubre se conmemoran 71 años de la aprobación de la reforma que reconoció la ciudadanía plena de las mujeres mexicanas, la cual les brindó su derecho a votar y ser votadas a nivel federal.
Si bien, se trata de uno de los logros más importantes para el movimiento sufragista nacional, también fue el inicio de una nueva etapa para la nación y, en especial, para las mujeres.
Hoy, México se ha transformado, sobre todo en términos de paridad, 13 de las 32 entidades son gobernadas por una mujer, de los 500 curules, 251 son ocupados por diputadas y hay 65 senadoras —y ambas cámaras son presididas por mujeres—. Pero quizá el más grande logro es la llegada de la primera Presidenta de la República.

La lucha no ha sido fácil, el movimiento se ha enfrentado a innumerables detractores que buscaron frenar el avance de la lucha por los derechos de las mujeres. Fueron necesarias marchas, protestas, seminarios, huelgas de hambre, reformas y más para lograr el sufragio.
En MILENIO, realizamos un recorrido de la justa femenina en la política y su trascendencia en materia de derechos humanos, políticos y sociales, hasta la actualidad.
Las pioneras del sufragio
El deseo de ser reconocidas como ciudadanas siempre ha estado presente en las luchadoras, pero no fue hasta el siglo XVIII que mujeres como Olympe de Gouges, en Francia, y Mary Wollstonecraft, en Inglaterra, se armaron de valor para escribir por primera vez sobre esta necesidad. Sus ideas trascendieron no solo en el tiempo, sino que atravesaron océanos e inspiraron a muchas a exigir su derecho a la libertad y la justicia.
“Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta; por lo menos no le privarás ese derecho. Dime, ¿qué te da imperio soberano para oprimir a mi sexo? ¿Tu fuerza? ¿Tus talentos? Observa al Creador en su sabiduría (…) y dame, si te atreves, un ejemplo de su imperio tiránico”.Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, 1791
No obstante, en México tuvieron que pasar más de 100 años para que las mujeres pudieran votar. Los primeros registros oficiales de la lucha por el sufragio femenino comenzaron en 1821, según los registros del Instituto Nacional Electoral (INE), cuando un grupo de mujeres en Zacatecas pidió al gobierno que se les considerara ciudadanas.
Pero hacía falta una voluntad de hierro para abordar el tema, por lo que no fue sino hasta 1884 cuando apareció Laureana Wright, con su semanario Violetas del Anáhuac, en el que se notificaban los avances sufragistas en otras partes del mundo. En una revista crítica, la escritora originaria de Taxco, Guerrero, llamó a las mexicanas a cuestionar su rol en la sociedad, las condiciones en las que vivían y a formar parte del progreso.

Las publicaciones de Wright inspiraron a otras mujeres, quienes reunieron miles de firmas que enviaron al presidente Porfirio Díaz para permitir a las mujeres votar. Sin embargo, tanto a Wright como al resto se les obligó a resignarse con su situación.
Pero la lucha no terminaría allí. La Revolución Mexicana fue la semilla que germinaría nuevas ideas, cuya lucha inspiraría a miles de mujeres y propiciaría el florecimiento del feminismo sufragista nacional. De esta manera, en 1915, Hermila Galindo fundó el semanario Mujer Moderna, donde escribía sobre el sufragio femenino.
Un año después, durante el Segundo Congreso Feminista se incorporó el tema: Las mujeres y el voto. ¿Electoras y candidatas?. Tras la ponderación, se emitió un dictamen favorable: las mujeres podrían votar a nivel municipal en Yucatán. Sin embargo se establecieron algunos límites: solo podrían participar aquellas que fueran mayores de 21 años y supieran leer y escribir; además, no podrían ser votadas, pues se consideraba que no “estaban preparadas” para asumir cargos de representación popular.
Tamara Aranda Ramos, investigadora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INERM), destaca que estas medidas no solo fueron respaldada por los hombres sino tampoco por las mismas mujeres.
“Hay organizaciones de mujeres católicas que no están de acuerdo con el voto. Eso es algo muy interesante, porque también hubo mujeres que estaban en contra de que las mujeres votaran. El argumento era, básicamente, por dos lados: que aún faltaba mucha educación, era necesario que las mujeres accedieran a la educación primero para tener un voto informado, educado. Y otra razón era que estaban sometidas a la iglesia y al marido. Esto significaba que la decisión no la iban a tomar por ellas, sino por lo que les dijera el cura o el esposo.
“(Consideraban que) no estábamos listas para votar, no estábamos listas para ser ciudadanas, y estaban las otras que decían: bueno, es que también hay muchísimos hombres que no están necesariamente listos, ¿no?”, dijo en entrevista para MILENIO.
A pesar de la resistencia, en 1923, tras el reconocimiento de Yucatán al sufragio femenino, las mujeres votaron por primera vez. Y no solo eso, sino que Beatriz Peniche Barrera, Elvia Carrillo Puerto y Raquel Dzib Ciseron se convirtieron en las primeras mujeres en la historia de México en ser elegidas por las personas para redactar leyes.

Las mujeres que abrieron camino
El logro sufragista a nivel local en Yucatán —y más tarde en San Luis Potosí, Chiapas y Tabasco— solo avivó las ganas de las mujeres de conseguir su derecho a participar en la vida política del país en escala federal. Y es aquí cuando toman fuerza algunas de las figuras más relevantes para el movimiento: Hermila Galindo Acosta y Elvia Carrillo Puerto.
Galindo Acosta, escritora, maestra, oradora, periodista y activista feminista sufragista ya había sido postulada como candidata al Congreso de la Unión como representante de la Ciudad de México. Además, era autora del semanario Mujer Moderna, donde escribía sobre el sufragio femenino.

“Hermila Galindo pide que se reconozca plenamente a las mujeres como ciudadanas. Y eso significa, o se traduciría, en la ley electoral, el derecho a ser registradas ante el padrón electoral, es decir: votar y ser votadas”, destacó la historiadora Aranda.
Por su parte, Elvia Carillo Puerto, quien tuvo de mentora a Rita Cetina Gutiérrez, precursora del feminismo en Yucatán, ejerció una influencia notable en el sufragismo, debido a su activismo socialista se le conocía como la Monja Roja del Mayab.
Junto con Hermila Zamarrón como suplente, Elvia Carrillo Puerto compite por un distrito electoral, pero el Colegio Electoral y sus detractores argumentaron que, según la Ley Electoral de 1918, sólo los hombres eran elegibles a cargos de representación popular.

Aranda Ramos destaca que durante los años 30, y en especial con el gobierno de Lázaro Cárdenas, existió una mayor apertura para los grupos sufragistas, en la medida que se comenzaba a institucionalizar la Revolución Mexicana. Se toma en cuenta a las mujeres para formar parte de los partidos, e incluso, se les promete que se les reconocerá el voto. Las organizaciones iniciaron a ser más inclusivas, contexto en el que destaca el liderazgo de María Refugio Cuca García Martínez en el lado comunista.
“Va a haber mucha resistencia por parte de los hombres, de los partidos políticos. Dentro del partido comunista le reconocen a Cuca García su lugar como organizadora de las mujeres y como líder del proyecto de la Internacional Comunista, de muchas cosas, pero no ven con buenos ojos la organización que está empujando en torno al voto. O sea, los temas de las mujeres no son vistos con buenos ojos, ni en el Constituyente del 17, ni durante los treintas, ni el cardenismo, y va a ser hasta los 40 cuando ya se pueden dar estas condiciones”, reconoce la investigadora.
Para 1937, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, se presentó una iniciativa de reforma al artículo 34 de la Constitución, la cual consideraba, por primera vez, el derecho a la mujer de votar y obtener cargos de elección popular. El dictamen fue aprobado tanto por el Senado como la Cámara Diputados, pero en la última fase del proceso legislativo no se hizo la declaratoria de Reforma Constitucional en el Diario Oficial de la Federación, por lo que la resolución quedó inconclusa e inaplicable.

Conforme pasan los años, la presión de los movimientos de mujeres aumenta y en 1952 se lleva a cabo un mitin multitudinario en el Parque 18 de marzo, el cual reunió a cerca de 20 mil mujeres. Organizado por la Asamblea Nacional Femenil, las manifestantes exigieron al candidato presidencial Adolfo Ruiz Cortines que les garantizara el derecho a votar y ser votadas.
“La mayoría de los países en América Latina ya habían concedido el voto a las mujeres, y México, que había sido uno de los primeros en tomar este tema, todavía no lo hacía. Entonces, era urgente hacerlo, ya estaba rezagado”, apunto Arana Ramos.

Es así como el 17 de octubre de 1953, ya con Ruiz Cortines como titular del Ejecutivo, que se publica la reforma que reconocía el derecho al voto a nivel federal de las mujeres mexicanas.
El día que la ciudadanía se escribió con nombre de mujer
El voto fue el resultado de décadas de organización colectiva y de luchas sociales que, paulatinamente, abrieron el camino para que las mexicanas de hoy puedan ejercer este derecho de “estricta justicia”. Fue una larga lucha que implicó a varias generaciones de feministas y mujeres organizadas en torno al derecho al sufragio, que fue conseguido —en palabras de Aranda— gracias a que “las mujeres no dejaban de insistir”.

El 3 de julio de 1955 quedará marcado en la historia, no solo de la lucha feminista, sino la de todo el país, como el día en que las mujeres emitieron por primera vez su voto en México.
El derecho al voto también concedió a las mujeres lugares privilegiados y reservados para los hombres, como el Congreso de la Unión. Es gracias a esta reforma que pudo ocurrir la llegada de la primera mujer a la Cámara de Diputados: la maestra Aurora Jiménez, quien ocupó un curul en la XLII Legislatura, por Baja California.
“Eso denota que ya existían trayectorias, que ya existían carreras políticas destacadas, que ellas habían hecho ya un nombre y tenían propuestas que eran seguidas y ejecutadas por la población. Así que solamente faltaba, pues, abrirles la puerta y la posibilidad de hacerlo. Ya les tocaba”, agrega la historiadora.

Para la historiadora del INERM, el derecho al voto no solo significó un paso hacia la igualdad, sino también hacia el reconocimiento de los derechos y de las necesidades de las mujeres. Y algo trascendental: el considerar a las mujeres como personas.

“Esa cosa tan tan básica, de que si somos personas, somos y tenemos derechos de ciudadanía. Eso es lo lo interesante cuando hablamos del derecho al voto, no solamente es ir a emitir quién quiero que sea diputada, diputado, presidente, senador, sino que desde el Estado se me reconoce como un ser humano digno de todos los derechos”, puntualizó.
De votar a gobernar: el largo camino hacia la paridad
Incluso con este reconocimiento, la lucha de las mujeres no cesó, los cambios paritarios se extendieron más allá del Poder Legislativo y Ejecutivo, y en 1961 llegaron al Judicial, de la mano de María Cristina Salmorán, quien se convirtió en la primera ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Asimismo, María Lavalle Urbina, y Alicia Arellano Tapia se convirtieron en las primeras senadoras electas en 1964, y Macrina Rabadán Santana fue la primera diputada de oposición por el Partido Popular Socialista, por el distrito de Iguala.
A pesar de los avances, tuvieron que pasar 24 años antes de una mujer gobernara: en 1979 México Griselda Álvarez fue elegida para dirigir Colima. Este hecho inspiró a muchas y tres años más tarde, Rosario Ibarra de la Garza se convirtió en la primera mujer postulada como candidata a la Presidencia de la República, que repetiría en 1988 por el PRT.
Aunque la resistencia de muchos no paraba, ésta solo era equiparada por el ahínco de las mujeres, que en 1996 lograron integrar un añadido al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) en el que se estipuló que las candidaturas propuestas por los partidos políticos, para diputados y senadores, no debían ser más de 70 por ciento para un solo género.

Más de dos décadas después llegó uno de los más grandes logros: la paridad legislativa. La LXIV Legislatura fue casi paritaria, con la Cámara de Diputados ocupada por un 50.8 por ciento de hombres y 49.2 por ciento de mujeres; mientras que en el Senado de la República se dividió en un 51 por ciento de mujeres y 49 por ciento de hombres.
Para Aranda Ramos, todos estos resultados son una prueba más de la importancia de reconocer el trabajo de las mujeres en la historia, pues abrieron el camino y gracias a sus esfuerzos “hoy podemos trabajar, podemos votar y ser votadas, podemos estudiar una carrera universitaria, tenemos la vida o los mismos derechos de ciudadanía que cualquier otra persona.Y que eso nos ha dado todas las posibilidades del mundo”.
Presidenta con “A”
En 2018, Claudia Sheinbaum Pardo se convirtió en la primera jefa de Gobierno electa de la Ciudad de México. El 47.08 por ciento del total de votos obtenidos en la contienda local fueron solo un presagio para su arrasadora victoria seis años más tarde, cuando fue elegida para ser la primera Presidenta de México.
Política, científica, académica, la trayectoria de Sheinbaum Pardo es una de las más completas en México, pero sin duda su gestión como secretaria de Medio Ambiente del entonces Distrito Federal en el 2000 ayudó a posicionarse como una funcionaria capaz. Sus resultados fueron respaldados por su gestión como jefa delegacional en Tlalpan, cinco años después.
Por primera vez en 200 años de la República, habrá una mujer presidenta y será transformadora. Gracias a todas y todos los mexicanos. Hoy demostramos con nuestro voto que somos un pueblo democrático. Les invito a seguir la transmisión.#EnVivo https://t.co/kjKUkFOQnf
— Claudia Sheinbaum Pardo (@Claudiashein) June 3, 2024
“Estamos viviendo una época histórica, tenemos a una Presidenta mujer, que además ha dignificado el reconocimiento de otras mujeres”, señala la investigadora, quien considera, que la llegada de Sheinbaum hizo replantear a la sociedad quiénes pueden llegar al poder.
El arribo de la primera mujer a la Presidencia es un “triunfo y un momento de inflexión en la historia” del país, según Aranda Ramos, pero también es prueba de que la aceptación de las mujeres en la vida pública es tangible.
En materia electoral, Sheinbaum Pardo se convirtió en un fenómeno. Obtuvo el mayor número de votos jamás registrado para un candidato en la historia de México según el Instituto Nacional Electoral (INE), con mayoría de sufragios en 31 de los 32 estados, y más de 35.9 millones de personas que la eligieron (59.67 por ciento del total de votantes), superando los de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, quien logró 30.1 millones.
Ya en el poder, la Presidenta ha buscado reconocer la importancia de las mujeres en la política, bajo el lema “Llegamos todas”, desde su primer día de gestión comenzaron los cambios. Sheinbaum decretó la creación de la Secretaría de las Mujeres para atender temas de género, comenzó la entrega de la Pensión Mujeres Bienestar, la construcción de 200 Centros de Cuidado Infantil para madres trabajadoras, y el compromiso del reconocimiento permanente a mujeres de pueblos originarios y afrodescendientes durante todo el sexenio.
La morenista acaba de cumplir un año al frente del Ejecutivo federal, y solo el tiempo y los mexicanos y mexicanas podrán juzgar el resultado de su gestión. Pero su llegada ya representa el fin de una lucha de más de un siglo por los derechos de las mujeres y el inicio de una nueva etapa en el que se buscará poder ocupar el espacio público con dignidad y seguridad, pues como menciona Aranda Ramos: “los derechos no se ganan y ya, hay que luchar para mantenerlos”.
Futuro en femenino
Para la historiadora del INERM, la lucha de las mujeres aún no ha terminado, temas como la violencia feminicida —que cobra la vida de tres mujeres al día, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi)—, la lucha por la despenalización del aborto, la violencia política de género, la reivindicación de los pueblos originarios son urgencias del presente.
“¿Ahora lo que nos faltaría? Crear entornos mucho más seguros, de un país en el que ser mujer sea también sinónimo de seguridad. No podemos ejercer nuestros derechos políticos, ciudadanos y humanos en un contexto adverso. (…), eso nos va a permitir luchar por otros otros caminos que aún falta recorrer”, indica.
En este sentido, advierte que el resurgimiento de discursos de odio y grupos anti derechos son un llamado a las mujeres para no bajar la guardia. Por ello, es necesario la reivindicación de la memoria histórica, y la compensación, así como la apertura de paradigmas y de atención a las causas de las mujeres en la lucha antirracista, climática, migrante y económica.

Aranda Ramos considera que la siguiente montaña a conquistar es la dignificación de la activismo que realizan las mujeres en la actualidad, desde las manifestantes en pro de los derechos reproductivos hasta las madres buscadoras.
“Ahora las mujeres están al frente de las causas de derechos humanos más importantes: derechos climáticos, ambientales, culturales, y esto será también el futuro de nuestra organización como mujeres. No tener solamente las conquistas de estos temas, sino abordar el antirracismo, la anti xenofobia, las comunidades migrantes, (…) no solo conquistar esto que ya se logró, sino dignificar el trabajo de las activistas. (…). Es el derecho de ciudadanía que tenemos, así que hay que tomarlo”, concluye.
LP