Los habitantes de Texcapilla, municipio sureño de Texcaltitlán, no olvidan todo lo que vivieron por muchos años bajo el yugo de la organización criminal conocida como La Familia Michoacana al ser obligados a trabajar como halcones bajo el mando del líder de la plaza, Rigoberto de la Sancha Santillán, alías Comandante Payaso, a quien recuerdan como un hombre despiadado, sin escrúpulos y que imponía su ley y quién murió en el enfrentamiento del 8 de diciembre de 2023, junto a 9 de sus cómplices y cuatro vecinos.
Habitantes recuerdan abusos del cártel
Ha pasado ya un año de aquel enfrentamiento en los campos de futbol. El domingo, los habitantes recordaron como héroes a los cuatro vecinos que cayeron en defensa del pueblo, pero esto también los obligó a recordar las razones que los llevaron a rebelarse en contra de la célula delictiva, pero sobre todo, del líder de plaza, el cual – dicen –, operó con total impunidad a la vista de las autoridades y que él mismo imponía su ley en el pueblo.
“La policía de aquí lo sabía, no se metía para nada… Ellos (criminales) estaban aquí en la carretera, aquí se paraban con sus armas y pasaban a lado las patrullas”, dijo.
Los comuneros aseguran que las actividades de Sancha Santillán eran bien sabidas al menos por las autoridades municipales, pero nunca quisieron intervenir; mientras tanto, el pueblo tuvo que sufrir no solo las extorsiones y los impuestos que les imponía, sino que también los sometía a diversos castigos, desde torturas hasta obligarlos a trabajar para ellos. “Si mí me agarran, a mí me avientan a la chingada por allá y soy tipo halcón para ellos”.
Vigilaban a la comunidad
Estos castigos eran por diversas causas, algunos por no pagar la cuota completa, otros por haber estado envueltos en alguna riña callejera, es decir, hacía las funciones de una oficialía calificadora, de ahí que los ponía a halconear en la comunidad o lejos de ella. “Lo obligan, pues, tienen que jalar a fuerza”
Incluso, para demostrar que no tenía piedad con nadie, a sus propios miembros de célula los castigaba frente a toda la gente por un mimo error en la vigilancia que hacían a las autoridades.
“Una vez aquí, a los mismos pistoleros del difunto Payaso, se les alcanzaron a pasar una o dos patrullas, no sé quién fue y no avisaron; llegó el payaso, les quitó las armas, les puso una pela (paliza) a puro tablazo, nomás gritaban”, dijo.
Desde aquel enfrentamiento no han tenido estos problemas, sus habitantes no han sido sometidos a las extorsiones, castigos o desapariciones, pero saben que la organización sigue sus operaciones en localidades y municipios cercanos, en donde usan a los taxistas como halcones, por lo que hasta hoy no permiten el acceso a este transporte público, a menos que sean de completa confianza.
PNMO