A más de un año del terremoto que significó la caída de Ismael El Mayo Zambada, las réplicas aún se sienten en México. Una de las más importantes es cómo se movió el paisaje criminal en el país: tres megacárteles han surgido de sendas alianzas que mantienen atento al gabinete federal de seguridad.
MILENIO conversó con dos fuentes del área de inteligencia criminal del gabinete de seguridad que siguen de cerca la “guerra en Sinaloa”, quienes hablaron de los pactos de supervivencia que se han generado para vengar a El Mayo Zambada, un hombre de 75 años con más de cinco décadas en la cúpula del poder criminal, fundador del Cártel de Sinaloa.
“Estamos hablando de que la ausencia de un solo hombre, El Mayo Zambada, fue capaz de cambiar todo lo que sabíamos del crimen organizado en México y ha tenido repercusiones en el suministro de drogas en todo el mundo. El mercado del fentanilo, la metanfetamina, la cocaína, todo eso cambió a raíz de la traición a un solo hombre. De ese tamaño es su importancia”, afirmó una de las fuentes consultadas.

Aliados de La Mayiza
De acuerdo con las investigaciones federales, el primer megacártel se formó entre dos y tres semanas después del 25 de julio, cuando Joaquín Guzmán López, hijo de Joaquín El Chapo Guzmán, entregó en Estados Unidos, contra su voluntad, a El Mayo.
A partir de ese momento el hijo que heredó el trono, Ismael Zambada Sicairos, El Mayito Flaco, se acercó a un viejo capo y a un jefe de nuevo cuño.
Primero, el hijo de El Mayo Zambada hizo un pacto con el Cártel de Guasave, que dirige el escurridizo Fausto Isidro Meza Flores, El Chapo Isidro, quien durante años mantuvo una guerra a muerte contra El Chapo Guzmán y el propio Mayo Zambada.
Zambada Sicairos convenció a Meza de dejar atrás esos rencores y concentrarse en la atractiva idea de ahora ir tras los hijos de su archienemigo, este aceptó y recomendó ampliar el frente uniendo a otra familia: Los Dámaso López.
Asimismo, la facción de La Mayiza confirmó sus lealtades con históricas estirpes criminales, como Los Limón Sánchez y los Cabrera Sarabia, que continuarían su costumbre de dar cobijo a El Mayo en sus propiedades en la Sierra Madre Occidental y ahora estarían ocultando a El Mayito Flaco en las montañas, lejos de un operativo militar relámpago.
“Y ahí tienes al primer megacártel”, dice la otra fuente consultada, mientras raya una hoja de papel. “No es poca cosa: La Mayiza con el Cártel de Guasave con Los Dámaso y Los Viejones. En otro momento esto hubiera sido inimaginable, pero ocurrió. Y el segundo megacártel era todavía más difícil de imaginar hace un año”.

Los Chapitos y su aliado imposible: el CJNG
La “guerra en Sinaloa” estalló el 9 de septiembre de 2024 con la ruptura de un pacto silencioso: las disputas internas entre el Cártel de Sinaloa no podían afectar la vida cotidiana de la gente ajena al crimen organizado.
La Chapiza y La Mayiza violaron ese acuerdo histórico aquel lunes con una serie de enfrentamientos en Culiacán que llevaron a la suspensión de clases, cierre de negocios y crisis nerviosas de personas atrapadas entre las balas.
La facción de El Mayito Flaco se había fortalecido y parecía que iba ganando la batalla: los hijos de El Chapo Guzmán perdieron en los siguientes días a importantes operadores: El Piyi, El 08, El H, El Tigre, La Morsa y, a principios de este año, a El Jando, el hombre de toda la confianza en las rutas aéreas de Iván Archivaldo y presunto organizador del vuelo que sacó de México a El Mayo Zambada.

Frente a ese escenario, Los Chapitos buscaron en enero una alianza que los reforzara. Y la encontraron en uno de los lugares menos pensados: 690 kilómetros al sur siguiendo la ruta del Pacífico, donde está el bastión del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
“Lo que sabemos es que gente del sur de Sinaloa y de Colima plantearon que, primero, se encontraran personas de toda la confianza de Iván Archivaldo y de El Mencho para hablar de una posible alianza. Si había interés y existía la posibilidad de un acuerdo, se volverían a ver y así sucesivamente, hasta forjar un megacártel”, asegura la fuente.
El hombre elegido por La Chapiza fue Abdiel Guzmán, primo de Iván Archivaldo y Jesús Alfredo; en respuesta, Nemesio Rubén Oseguera, El Mencho, designó como su negociador a Audias Flores Silva, El Jardinero, un hombre de alto rango en el CJNG a quien se le ha considerado posible sucesor en lo alto del cártel, que recientemente había velado a su hermano asesinado en Sinaloa supuestamente a manos de un sicario de La Mayiza.
Las negociaciones fueron rápidas y exitosas. Los Chapitos aceptaron compartir sus rutas de trasiego de drogas, sus proveedores de armas y los caminos por donde trafican migrantes indocumentados por plazas históricas, como el Desierto de Sonora; a cambio, el CJNG les ofreció respaldo armado, refugios seguros y, lo más importante, la protección de la gente del Jardinero.
“Entre muchas otras cosas, El Jardinero puede presumir que es el hombre que ha mantenido a salvo a El Mencho de ser detenido en México. Es quien prepara la logística de huida, los anillos de seguridad, todo ese protocolo. Eso es bastante atractivo para gente como Los Chapitos, que viven escondiéndose, pero en entornos urbanos”, cuenta la fuente.
Esta alianza ha tenido, además, otros efectos colaterales: antes de la “guerra en Sinaloa”, el CJNG mantenía un pacto con el Cártel de Tijuana. Para honrar su acuerdo con Los Chapitos, esa sociedad se ha cancelado.
Ahora, el también llamado Cártel de los Arellano Félix se enfrenta a una posible extinción –o quedarse únicamente como una agrupación local y de poca fuerza– ante la nueva pareja de Cártel Jalisco Nueva Generación.
“Ahí tienes a tu segundo megacártel: Chapitos con El Mencho en un mismo espacio, conviviendo juntos. Esto es de enorme preocupación, porque ambas facciones son conocidas por tirar a muerte a las Fuerzas Armadas. Esto es muy riesgoso”, cuenta el agente de inteligencia.
Y de ese segundo megacártel se formó el tercero.

Tercero en discordia: Cártel del Golfo con Santa Rosa de Lima
Durante décadas, los capos del noroeste añoraron las rutas del noreste. Mientras que El Chapo y El Mayo intentaron en 2001 conquistar Tamaulipas, la puerta hacia Texas, con la adición del Cártel del Golfo en lo que ese par llamó La Federación, es decir, el primer gran sindicato de narcotraficantes con los sinaloenses a la cabeza.
El Cártel del Golfo, con sus entonces jefes de seguridad Los Zetas, se negaron a someterse. En parte, porque estaban convencidos de que controlar Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila los volvía un grupo tan grande que era difícil de engullir.
Rechazaron la oferta de El Chapo y de El Mayo y se fueron contra ellos. La peor parte de ese enfrentamiento ocurrió entre 2009 y 2011, cuando la zona de la Comarca Lagunera que comparten Durango y Coahuila, se tiñó de sangre por las batallas entre Chapitos, Mayos, Golfos y Zetas.
Pero el megacártel de Los Chapitos con el CJNG abría la posibilidad de que eso cambiara: la tropa de El Mencho podría llegar fácilmente hasta el anhelado Tamaulipas, si los hijos de El Chapo Guzmán les abrían camino por Zacatecas, Aguascalientes y San Luis Potosí, plazas con presencia importante del primer megacártel encabezado por La Mayiza.
Esa posibilidad prendió los focos rojos del Cártel del Golfo, que por primera vez veía una invasión importante de criminales foráneos por el sur de Tamaulipas.
La presencia de cada vez más integrantes del Cártel Jalisco en municipios como Mante, Aldama o la capital Ciudad Victoria los hizo evaluar la pertinencia de una nueva alianza.
Esta se concretó en el primer trimestre del año: el hoy detenido Ezequiel Cárdenas, Tormenta Junior, hijo del legendario Tony Tormenta, ordenó que el Grupo Escorpión –la facción más poderosa del Cártel del Golfo que representa la continuación del linaje Cárdenas Guillén– iniciara pláticas con representantes del Cártel Santa Rosa de Lima, el cártel huachicolero nacido en Guanajuato.
Los de Santa Rosa de Lima son adversarios históricos del CJNG. Su odio es tan arraigado como irracional. Ambos grupos pelean los ductos de Pemex en el llamado Triángulo Rojo. Cualquier invitación a frenar a la gente de El Mencho sería bien recibida por los sicarios de Guanajuato que aún juran lealtad a su líder encarcelado José Antonio Yépez Ortiz, El Marro.
El acuerdo, en este caso, es que el Cártel del Golfo conseguiría al Cártel Santa Rosa de Lima capacitación con mercenarios colombianos, más armas traídas desde Estados Unidos y apoyo económico, mientras que los de Guanajuato prometieron reforzar el sur de Tamaulipas y compartir parte de las ganancias del robo de combustible.
“Este tercer megacártel nos preocupa mucho porque tienen un gran alcance internacional. Son quienes comenzaron a traer a ex militares colombianos a entrenar sicarios y sabemos que tienen pactos con otras milicias, como kaibiles o ex pandilleros. Son de preocupación nacional, sin lugar a dudas”, aseguró la fuente.
Tres megacárteles surgidos de la “guerra en Sinaloa”. Tres dolores de cabeza, impensables hace un año, pero que son parte del legado de un Mayo Zambada ausente, pero cuya presencia sigue aterrando al país.
RM