Con una presidencia municipal sin edil, una comisaría sin agentes locales y ambos edificios con moños negros por la ejecución de tres policías, es como la vida sigue su curso, sin mayor novedad en Huixcolotla, donde a tres días del crimen, “la fiesta sigue” incluso con XV años en la iglesia principal.
Luego de que se reportara el despliegue de 15 elementos de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado (SSP) en respuesta a la renuncia de todos los elementos de la Policía Municipal de Huixcolotla, tras la ejecución de una comandante y dos oficiales; la realidad, pareciera no haber cambiado en este municipio.
Los caminos aledaños a esta población y los accesos, lucen sin presencia de policías y solo con una torre de vigilancia en espera de ser elevada a diez metros del punto donde se ejecutó el crimen, es como el equipo de MULTIMEDIOS Puebla, encontró la comunidad.
En este municipio, el comercio, lotes de autos, tiendas, bares, mini casinos y de más, siguen operando; la ciudadanía se mantiene tranquila y pocos, se limitan a mencionar siquiera su preocupación por lo ocurrido la noche del 1 de noviembre.
En la explanada principal, una lona cubriendo la plancha de esta zona, una bandera ausente y el eco de la ausencia de ciudadanos conviviendo, son acallados por la música mariachi de una agrupación que ameniza los XV años de una joven en la Parroquia del Divino Salvador y a unos metros, el reflejo de lo ocurrido, se nota con solo un moño negro en la entrada de la Presidencia Municipal y una funcionaria intentando encender una veladora para los oficiales.
Al ingresar a este inmueble, supimos que el edil, Manuel Alejandro Porras Florentino, no estaba presente pues “asistió a una reunión de Cabildo” y no tenía hora de llegada. En camino a la comandancia, la historia no fue muy distinta, pero ahí, encontramos a algunos de los elementos de la SSP resguardando el inmueble, señalando que ningún mando estaba presente y que también estaban en reunión para recibir instrucciones.
Sin más, a solo cien metros de la comandancia los estragos del crimen quedaron plasmados en el suelo, cristales y marcas de casquillos embalados sobre la vialidad, donde a decir de los pobladores “ya no queda nada, ni los policías se quedaron”.
La ausencia de un vínculo arraigado debido a que los agentes eran originarios de Quecholac y Palmarito Tochapan, la preocupación por la ausencia de policías municipales, el miedo o simplemente la “normalización” de la violencia, es incierto lo que sigue moviendo a los pobladores de Huixcolotla a seguir con su rutina sin aparentes cambios; aunque, si en algo coincidieron los pocos que se atrevieron a cruzar palabras con este medio, es que “la cosa está caliente”.
AAC