Leí un artículo de arranque interesante en el que se aseguraba que el cine lgbttti producido en Hollywood se había distanciado, por fin, de los estereotipos victimistas, desdichados, nocivos o parias. Sobretodo en personajes gays. Según el autor, impuestos por algunos títulos que para bien o para mal, hoy forman parte de la cineteca de la visibilidad gay, como **Midnight Coyboy** o **The boys in the band**.
Conforme el texto avanza, el autor celebra la forma en que Hollywood va dejando en el olvido aquellos personajes de gays que se odian a si mismos, tanto como para robar a ancianos aún hambrientos de falos o suicidarse por desamores. En cambio, especula el autor, los guiones de los últimos años describen a los homosexuales como personajes reales. Funcionales, con la autoestima por encima de cualquier adversidad.
Como ejemplo de la nueva dignificación de los homosexuales fabricados en Hollywood, pone títulos recientes de temática gay como **Love is strange**, de Ira Sachs,
**Gerontophilia**, de Bruce la Bruce, **Dolor y Gloria**, de Almódovar, y, la adoración de muchos, **Supernova**, de Harry Macqueen. Con las dos primeras cintas estoy de acuerdo. Aunque su origen está próximo a las obstinaciones y riesgos del cine indie. Curiosamente, los títulos cercanos a la industria hollywoodense son los que siguen perpetuando la idea del homosexual como el trágico sentimental.
Es verdad que los protagonistas gays, tanto de Almodóvar como Macqueen, gozan de una orgullosa integración social. Pero la historia se sigue sustentando en el drama y la muerte como forma de hacer accesible el “cine gay” para un público hetero. El único interés de la fábrica de sueños al momento de producir películas de temática homosexual.
Conmover a los bugas hasta las pinches lágrimas con gays en fase terminal para humanizarnos. **Supernova** es buena en su fantasía de ver a dos de los actores maduros más sabrosos de la industria en situaciones gays. Pero en el fondo, es un romanticismo de bases heterosexualmente monógamas.
Lo cierto es que cuando el dichoso cine gay es real, los bugas salen huyendo de la sala pues no pueden con la incomodidad de ver a dos tipos haciéndose sexo oral en una isla de **cruising**, como pasó con **El desconocido del lago**, de Alain Guiraudie. Ni los crudos seguidores de Lars Vons Trier o Manolo Caro pudieron con las explícitas escenas de hombres homosexuales, de todas las clases sociales, anteponiendo su lujuria incluso a costa de su propia sobrevivencia. Pocas películas consiguen capturar el deseo gay en estado tan primitivo como la película de Guiraudie.
Algo similar sucede con **Feast**, la película de Tim Leyendekker que aborda el perturbador expediente VIH de Groningen. Como se le conoce al caso del 2007 en el que tres hombres holandeses, presuntamente, infectaron de VIH a hombres drogados por éxtasis y G en orgías gays mediante el uso de jeringas. La cinta ya es desconcertante desde el hecho que plantea como, en una orgía, caldo de cultivo para muchos riesgos de salud sexual, los acusados hayan optado por un método quirúrgico para transmitir el VIH. Algo que por cierto nunca pudo comprobarse del todo, dada la promiscuidad de quienes levantaron denuncias. Asiduos a orgías. Como si llevaran a cabo una retorcida fantasía ballardiana con tulipanes mediante la inclusión de tulipanes. El caso llegó a la corte de Holanda. Dos de los acusados recibieron sentencias entre 5 y 10 años de cárcel por una variación inexacta de intento de homicidio. El filme no busca resolver el caso. Ni entrarle al juego maniqueo del drama con el que trazar un registro de buenos y villanos. En algún punto del filme de Leyendekker, tanto los denunciados como las víctimas son perseguidos por los mismos prejuicios alrededor la sexualidad gay, que resulta complicado saber quién es quién desde el simplón pero irresistible deporte de la soberbia moral.
La cinta, escalofriante y erótica a partes iguales, utiliza la frialdad y distanciamiento del falso documental. Siete viñetas sin hilo conductor que muestra distintas perspectivas del suceso. Para exponer la realidad gay de la que nunca hablará Hollywood por lo retador que resulta nuestro placer aún en tiempos de matrimonios igualitarios, masculinidades deconstruidas y lucha contra la serofobia. Discursos que arrinconan al placer a lugares en los que nadie quiere estar para no ser asociados con mañas tóxicas fáciles de diseminar.
Lo cierto es que prácticamente todo el cine gay hecho con la bendición de Hollywood es producida por nombres heterosexuales. Y ese hecho es suficiente para que la realidad homosexual esté condenada a una falacia. Porque la realidad sólo es vehículo para consagrarnos con los bugas. Nunca con nosotros. Nuestra realidad no les importa. Ni a nosotros mismo. Leyendekker ya está empezando a ser acusado por grupos de activistas gays de promover homofobia internalizada. El activismo de negar nuestra realidad para luchar contra la homofobia.