“En mi colonia el partido que más nos ha apoyado es Morena. Por eso votamos por ese partido.” Comentaba un ciudadano. Su argumento es sensato, razonable, atendible. Podemos estar de acuerdo con él.
Pero podemos ir más lejos. Y preguntarle, por ejemplo qué opina del Plan C del presidente. Qué opina de que un solo partido tenga mayoría calificada en las cámaras federales. Más específicamente, podríamos preguntarle qué opina de la propuesta de López Obrador sobre la Suprema Corte de Justicia. Si considera que nos puede llevar a la autocracia o no.
No son preguntas ociosas. Son las cuestiones que estuvieron en juego en esta elección.
Pero es evidente que nadie o casi nadie se hace estas preguntas. Y que casi ninguno de los electores tiene una respuesta clara. Quizá el 90% de los mexicanos no sepa que es la mayoría calificada, y que implica que un partido político la tenga.
Hay un abismo entre las razones del voto de millones de ciudadanos y eso que estaba en juego en elección. La mayoría de nuestros electores votan en corto, porque viven en corto.
Ese abismo se expresa en la distinción entre el “círculo rojo” o la opinión publicada y el “círculo verde”, la opinión pública. ¿Quiénes tiene la razón? Ambos. Pero se trata de razones distintas.
Simplificando, el círculo rojo trata de ver el cuadro completo y el mediano y largo plazo. El círculo verde ve sus razones inmediatas.
Lo relevante está en las consecuencias. Una sociedad donde la mayoría está en una circunstancia que solo le permite ver sus necesidades inmediatas, dará lugar a cierto sistema político. Si las circunstancias permiten a las mayorías ver más allá, conocer algo de las leyes relevantes y su impacto en el mediano plazo, tendrá otro sistema.
Se comprenden las razones. Se entienden las consecuencias: si se vota en corto, se dará a la clase política libertad de acción. Nada de transparencia o de balances y contrapesos.