La humanidad lleva miles de años produciendo cultura. Pero el ser humano nace en cero, ignorando el maravilloso patrimonio cultural que podemos heredar.
La educación consiste en hacernos partícipes de esta herencia. En generar condiciones para que podamos “cultivar” lo mejor de nuestro ser, recuperando lo que cientos de generaciones previas han hecho.
Una persona que no sabe leer ni tiene las nociones básicas de matemáticas no pierde su valor como ser humano, pero está lejos de adquirir la plenitud del mismo.
Nos acercamos a esa plenitud por medio de la educación y la cultura. Por eso son obligaciones centrales de cualquier Estado moderno. Moderno y democrático: para una autocracia es mejor tener súbditos de mirada corta, que alcancen a ver sólo lo que sus líderes quieran que alcancen a ver.
No es fácil ser secretario de Cultura. Hay que tener conocimientos razonables de las siete bellas artes (o reconocer la ignorancia en ellas y apoyarse en quiénes sí saben). Hay que saber quienes son lo creadores en cada arte, actuales y potenciales. Y las políticas adecuadas para apoyarlos.
Se debe también conocer las políticas más adecuadas para hacer llegar las creaciones artísticas a los ciudadanos. La mayoría prefiere autores como Peso Pluma a las sinfonías de Mozart. No son excluyentes, podemos escuchar ambos, pero limitarnos a las primeras empobrece la vida.
¿Cuántas personas en Puebla hay capaces de disfrutar de una buena novela? ¿Cuántas capaces de reconocer los valores en la obra de Octavio Paz, que le valieron el premio Nobel de literatura? ¿O la grandeza en la obra breve, pero extraordinaria, de Juan Rulfo?
¿Quiénes son los escritores poblanos, vivos y no, que vale la pena leer y releer?
Preguntas similares pueden hacerse sobre los distintos ámbitos de la cultura: historia, arquitectura, danza, música, pintura, cine, religiones...
Pero hoy parecen ociosas. Nuestro país y nuestro estado no parecen estar pasando por un buen momento cultural ni educativo.
Sé que entre los jóvenes universitarios hay personas de talento extraordinario. Pero no basta el talento para ser secretario de Cultura. Se requiere de experiencia y conocimientos.