El Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) se inauguró como la obra insigne del actual Gobierno, pero a poco más de mes y medio de su arranque, dicho aeropuerto sigue sin entusiasmar a las aerolíneas, pasajeros y a los inversionistas.
La cantidad de vuelos no ha crecido, el tráfico aéreo es de los más bajos del país y toda el área comercial luce abandonada.
De hecho, la cantidad de vuelos promedio lejos de subir incluso ha bajado y algunos días apenas tiene 6 vuelos diarios, de aerolíneas que seguramente accedieron a mudar rutas al Felipe Ángeles para no quedar mal con el Gobierno, pero que a ellas les resultaría mejor operar desde otro aeropuerto como el de la Ciudad de México o el de Toluca.
El Gobierno Federal sabe que le queda muy poco tiempo antes de que se siembre la convicción en la población de que el AIFA fue un fracaso, que lejos de resolver el problema de tráfico aéreo de la Ciudad de México, constituye un gasto innecesario debido a que nadie lo utiliza.
La situación es tan grave que el Gobierno Federal ha buscado tomar medidas extremas al reducir de forma unilateral la cantidad de operaciones por hora en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, para obligar a las aerolíneas a mover sus vuelos al AIFA, decisión que si fuera voluntaria no harían.
Esto ha llevado a los críticos del gobierno a señalar que se quiere dar vida por la fuerza al AIFA, pero su posición alejada, su poca conectividad y nulos servicios, hacen de dicho aeropuerto una opción poco deseable para los pasajeros.
Por ende, si no logra tomar fuerza para el final del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el mismo terminará como un elefante blanco, generando pérdidas diarias, ya que el costo de mantenimiento supera por mucho al cobro que se le hace a los pocos pasajeros que lo utilizan.
Por ello, al Gobierno Federal le urge demostrar que el proyecto es viable, porque de lo contrario, la opinión pública puede dejar de ser favorable hacia el mismo.
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