Comunidad

Orillese a la orilla

El Día del Tránsito se presta para discursos, reconocimientos oficiales y fotografías con silbato al cuello. Pero también sirve —y quizá mejor— para recordar algo más terrenal: el tránsito no es héroe ni villano absoluto, es un personaje fijo de la vida pública, tan cotidiano como incómodo, tan humano como contradictorio.

Su origen está ligado al crecimiento de las ciudades, al desorden que vino con el progreso y a la necesidad de poner reglas donde antes sólo había polvo y prisa.

En Tampico, el impulso portuario obligó a regular el ir y venir de vehículos y peatones. Nadie imaginó entonces todas las historias que se tejerían alrededor de un agente con uniforme, libreta y poder para detener el día… o arruinarlo.

Porque todos tenemos una anécdota. El retén de fin de semana. La torreta encendida detrás. El clásico “soplete aquí”, cuando el conductor presenta un perfume etílico. El “póngase la del Puebla” cuando la cosa pinta fea. El incómodo “uy, cómo le vamos a hacer” que abre la puerta a la negociación silenciosa.

También está el otro tránsito. El correcto. El que hace su trabajo sin levantar la voz, sin estirar la mano, sin torcer el reglamento. El que aguanta insultos, mentiras evidentes (“no tomé nada”) y la ira de quien sabe que sí tomó, pero se ofende de todas formas.

Ahí está la ambigüedad del poder pequeño: ese roce diario entre ciudadano y silbato. Sospecha mutua. Culpa compartida. Silencios largos donde ambos saben la verdad y nadie quiere decirla.

Sería injusto no mencionar a aquellos elementos comprometidos como servidores públicos, los que entienden que su autoridad no es permiso para abusar, sino responsabilidad para ordenar. Pero también sería ingenuo negar que hay quienes convirtieron el uniforme en atajo y el reglamento en moneda de cambio.

No juzgamos, recordamos. ¿Quién no ha tenido miedo de una torreta detrás? ¿Quién no ha pensado que el agente exagera? ¿Quién no ha visto —o intentado— “arreglarlo ahí mismo”?

Todos, tarde o temprano, terminamos orillándonos. Y en ese momento entendemos que el tránsito no sólo regula el tráfico: nos refleja. Muestra lo mejor y lo peor de nosotros cuando alguien tiene el poder de detenernos.

Y eso, aunque no se diga en el discurso oficial, sí importa.


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Víctor Hugo Martínez
  • Víctor Hugo Martínez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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