La fuerza de las instituciones políticas se establecen desde sus raíces, las entrañas que no solo le dan vida sino que los moviliza, y en este caso es la militancia, los grupos afines a la ideología, que defienden una forma de ver y hacer por su ciudad, por su estado y su nación, que en cada campaña participan con entusiasmo, sacrifican tiempo y a veces dinero, todo con el fin de ver ganar sus colores y candidatos.
Esas estructuras han sido el factor fundamental en los triunfos, por algo los dirigentes y aspirantes reconocen en todo momento su labor, su empeño, su alegría, su disposición y su compromiso para cada proceso, organizándose con tiempo de antelación, provocando encuentros con los personajes y haciendo la promoción para votar.
Sea PRI, PAN, PRD, Morena y demás partidos que compiten para el gran día, el 1 de julio, parten desde dicho punto, revisan entre las asociaciones afines, con los liderazgos y con los colonos el material humano leal y disponible. Son con ellos en teoría se sabe el camino que se toma, llegar a la cima o quedarse en el intento. Eso parece que de a poco se va quedando atrás.
Y es que para esta ocasión, hablando de Tamaulipas, cada partido político vivió una singular metamorfosis: salidas de un bando, incorporaciones al otro, retiros, en algunos casos hasta regresos por la puerta de atrás, caras nuevas provenientes de la sociedad civil, afiliaciones cuestionables. Se dio de todo, con polémica incluida.
Lo interesante va por la oportunidad que ahora tendrán los votantes por darle de nuevo la confianza a los alcaldes para reelegirse tres años más o irse con otras propuestas. Las siglas o los colores están a un lado, hoy la población está más al pendiente de quién es el prospecto al cargo público, su experiencia, sus propuestas, incluyendo su cercanía y empatía con la gente.
En este río revuelto siguen prevaleciendo el considerado voto duro, pero ya hay signos de debilitamiento. Esa migración de una corriente a otra es por muchos factores, el seguir a un líder, coincidir con un candidato o el desacuerdo con la decisiones de la anterior casa. En pocas palabras, esa alternativa no es garantía, y en varios casos suena efímera.
Si la tendencia va así, estaremos llegando a un escenario que hace seis años no se contemplaba: la extinción de ese voto duro, donde veamos un Presidente, senador, diputado y alcalde de diferentes colores, nada en cascada, nada de carros completos. Atención con esto.