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Sentido de urgencia

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Vaya semana. Vaya mes. Vaya año el que se nos viene encima. Incluso antes de la amenaza del coronavirus, la economía mexicana daba señales de una contracción más profunda que la del año pasado. Antes de ver de cerca la negra nube de la pandemia, los estimados de crecimiento económico ya estaban en números negativos. La mayoría de los análisis vislumbra una recesión peor a la de 2009 y más profunda que la del 95. El virus acabará dándole el tiro de gracia a la economía mexicana y en una magnitud que no se ha visto en casi un siglo.

Las contracciones estimadas para el segundo trimestre del año son brutales, para el mundo, para Europa, para Estados Unidos y por supuesto para México, todas de doble dígito. Pero de la respuesta de cada país dependerá que ese freno súbito del segundo trimestre se convierta en un colapso económico que se lleve en el camino cualquier avance que se haya logrado en las últimas décadas. La economía es mucho más que la cifra de crecimiento del PIB. La crisis que se avecina repercutirá en la pérdida de miles de empleos formales, un crecimiento en la informalidad de la fuerza laboral y una disminución en los salarios reales. No hay que olvidar el impacto que esto tendrá, a su vez, sobre las pensiones y las posibilidades de un retiro medianamente digno de la vida laboral.

Cada crisis impacta de diferente forma. En 1994, 21.2% de la población se encontraba en situación de pobreza alimentaria (que indica insuficiencia en el ingreso para adquirir una canasta básica alimentaria). (Podríamos discutir la medición del ingreso, pero no es el tema que nos ocupa en este momento). En 1996, después de la caída del PIB de 6.3% en 1995, ese porcentaje subió a 37.4%. Poco a poco fue disminuyendo hasta alcanzar un mínimo en 2006 de 14% y aumentar en 2010 a 18.8% de la población, después de la caída de 5.3% de la producción en 2009. Cada crisis es distinta. En 1995 se dio una caída en la producción y un incremento importante en la inflación que no se dio, este último, en la de 2009. En 2018, el último dato que tenemos disponible, la cifra era 16.8%.

La contracción que estamos iniciando tendrá mayores efectos en la vida laboral, afectará a la oferta y a la demanda. La restricción no será financiera, será física. Es el sentido laboral en donde tendría que enfocarse la política pública. La intervención es urgente. No me cansaré de decirlo. La continuación de los programas sociales no es una política pública que corresponda a la dimensión del problema. Otorgar, adicionalmente a lo planeado, un millón de créditos de 25 mil pesos cada uno a las pequeñas y medianas empresas no será siquiera un respiro. No se puede ser tan naïve para pensar que las cosas seguirán igual después de esta tormenta.

Es momento de abandonar el superávit primario. Es momento de endeudarse. El apoyo tiene que ser directo al empleo. Créditos fiscales a la nómina o aportaciones gubernamentales al pago de esta pueden ser opciones. Pero la estrategia y su ejecución tendrían que estar siendo ya discutidas. México es la única economía grande que no ha anunciado ningún paquete de apoyo fiscal. ¿Cómo transmitir este sentido de urgencia? O se actúa pronto o será demasiado tarde.

@ValeriaMoy

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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