Es el título que Julio Frenk da a su nuevo libro, un relato que narra sus preocupaciones sobre el país, pero desde una mirada personal; a través del ojo de su propio origen, de su trayectoria académica y habiendo sido funcionario de la administración pública. Frenk no da una visión de blancos y negros, la realidad no está en los extremos, y da la bienvenida a toda una gama de grises. Reconoce los avances que se han dado en la salud pública, sin negar, desde luego, que no se ha alcanzado la meta. En 1970 casi la mitad de las muertes en el país ocurrían en niños menores de 5 años; esa proporción era 4.3% en 2017. Solucionar los problemas de salud en la infancia implicará retos en la edad adulta. La edad de la muerte se va desplazando, dejando de concentrarse en los niños pequeños para aproximarse cada vez más al límite biológico de la vida. No hay una meta definitiva. La meta es móvil. Hay que ir ajustando el objetivo.
En épocas de tan grande polarización, se agradece la sensatez y la serenidad.
El libro versa sobre el origen del Seguro Popular y su intención de desligar la protección de salud de la condición laboral de los individuos. No es, por supuesto, el único tema, pero podría ser el hilo conductor de esta visión de protección y el papel del Estado en la misma. El corporativismo, de acuerdo a Frenk, un sistema de representación política donde el ejercicio de los derechos está mediado por la posición ocupacional de las personas, es uno de los principales lastres del país. El Seguro Popular era el primer paso para romper el vínculo entre la cobertura de salud y la condición laboral. El sistema vivió con luces y sombras durante 15 años dando cobertura a alrededor de 55 millones de personas. Hoy ese programa ha sido destruido y aún no sabemos con claridad que lo reemplazará. Lo que sí sabemos es que no hay avances en la desvinculación del sistema de salud y el empleo.
Al finalizar la presentación de este libro en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Frenk lanzó, quizás sin quererlo, una provocación. Imaginemos que los derechos políticos estuvieran determinados por la condición laboral de los ciudadanos. Que pudieran votar solo quienes tienen un empleo formal. Ahora aplique esa misma limitante al sistema de salud para darnos mejor cuenta del sistema que tenemos.
Frenk concluye que resulta imperativo reformar las instituciones para decidir de una buena vez que todos los mexicanos somos iguales. No solo hay que romper los monopolios económicos, hay que tocar también las estructuras corporativistas. Me pregunto si en el México que tenemos hoy alguien se atreverá a hacerlo.
En este viaje personal, el Dr. Frenk cierra con las prioridades que uno tiene que seguir determinar su legado. La primera es no cometer un error enorme e irreparable. La segunda, y es en este momento la que más resuena, es no echar a perder lo que funciona, no hay que desmantelar lo que uno heredó. Hay que reconocer los logros de los antecesores y construir sobre ello. Una vez satisfechas las dos primeras, habrá que enfocarse en definir cuál será nuestra contribución específica y distintiva.
Siempre hay que leer a los que saben.
@ValeriaMoy