El freno a una parte importante de la actividad económica ha puesto en evidencia las grietas del mercado laboral mexicano. Antes eran niños los que ayudaban en los supermercados a empacar las compras, ahora —pre-Covid19— son más bien adultos mayores. Nunca han sido empleados —ni formales ni informales— de las tiendas y por supuesto que no tienen adscripción a la seguridad social. En muchos casos, las propinas son los únicos ingresos de esas personas y éstas contribuyen al ingreso familiar en alguna medida. En los miles de salones de belleza del país, la fuente principal del ingreso de quienes ahí laboral son las propinas. Algunos empleados afortunados reciben un salario por parte del dueño de la estética, pero es raro el trabajador en este sector que cuenta con seguro social. Los cocineros y meseros de la cafetería en la que compro el café han visto sus propinas reducirse casi por completo.
Para quienes trabajan en el sector servicios, las propinas son una parte importante del ingreso, y el sector servicios —las actividades terciarias— es el preponderante en la estructura económica del país; 63% del PIB se concentra ahí.
Las propinas escapan muchas mediciones, la informalidad y el uso de efectivo hacen su medición más difícil. Los datos más recientes que tenemos son de la ENIGH de 2018. A partir de ahí, 8.3% de los hogares mexicanos manifiestan que sus ingresos dependen de las propinas, casi tres millones de hogares. Conforme va escalando el decil de ingresos, es mayor el porcentaje de hogares que dependen de las propinas y las comisiones; en el primer decil 1.3% manifiesta depender de ellas, mientras que en el noveno ese porcentaje es 13.4%.
De acuerdo con esa misma encuesta, del ingreso total que reciben las familias mexicanas, las propinas representan 1.7%. De estos datos, se puede deducir que serán los deciles de medianos y altos ingresos quienes mayormente se verán afectados. En el primer decil, las propinas y comisiones representan solo 0.4% del ingreso, pero en el noveno este porcentaje sube a 2.1%,
El que la frase “todas las crisis representan oportunidades” sea un cliché, no le quita lo cierto. Este sería un buen momento para replantearse los modelos de negocio que dependen de las propinas y analizar con más detalle la relación entre la formalidad, informalidad y carga fiscal. Nuestro mercado laboral tiene un sector formal, con las rigideces propias que le da la legislación, y uno informal, completamente flexible sin leyes ni salarios mínimos que le apliquen. No son dos sectores separados, en la vida laboral es común fluctuar entre ambos mundos, con las consideraciones fiscales y pensionarias correspondientes.
Formalizar a los trabajadores aumenta el costo para el empleador alrededor de 47%. Si ese costo ya es suficiente incentivo para tener a más de la mitad de la población ocupada bajo un esquema informal o registrada en el IMSS pero con salarios menores a los que realmente se le paga a los trabajadores para pagar menos impuestos o contribuciones, una recuperación económica paulatina hará que ese costo sea más perceptible y frenará la recuperación del empleo.
Sería el momento de replantear la política fiscal, los ingresos y el gasto.
@ValeriaMoy