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Toda crisis representa una oportunidad. Por más trillado que suene, estoy convencida que esta crisis le da al gobierno de México las razones que necesita para cancelar proyectos sin sentido, cuyo costo de oportunidad, además, ha aumentado significativamente.

La parálisis económica que se prevé en varios países para el segundo trimestre de este año alcanza cifras descomunales. Morgan Stanley estima que la economía norteamericana se contraerá 30% entre abril y junio (tasa trimestral anualizada), para luego recuperarse y terminar el año con un decrecimiento de 2.3%. El presidente de la Reserva Federal de St. Louis cree que la contracción alcanzará el 50% y la tasa de desempleo llegará al 30%. En la historia reciente, la mayor contracción trimestral ha sido de 10% en el primer trimestre de 1958, que tuvo como una de sus causas precisamente la epidemia de la “fiebre asiática” (H2N2) de finales de 1957.

En México, los ajustes a la baja no se han hecho esperar. JPMorgan espera una contracción trimestral para el segundo trimestre de 15.5% y las expectativas anuales ya están en números negativos. Más allá de los pronósticos, es un hecho que la actividad económica se frenará estos meses. Algunas cifras. En México hay 998,120 establecimientos de comercio al por menor –casi un millón de “tienditas”. Hay 578,087 loncherías o fondas. Más de 216 mil salones de belleza y baños públicos. Casi 300 mil papelerías. En total, estos establecimientos y otros de rubros distintos, emplean más de 26 millones de personas. En algunas ciudades, sus actividades ya han visto un freno importante y si la epidemia sigue un ritmo similar al que ha seguido en otros países, es de esperarse que estas pequeñas y medianas empresas cierren o paren actividades drásticamente. Muchos de estos empleos son informales —en el sentido de que no están afiliados al seguro social— así que el impacto sobre los ingresos de las familias será enorme. Las empresas grandes también enfrentan presiones, de entrada, por la poca claridad gubernamental en la declaratoria de estados de emergencia que impide la aplicación de ciertas medidas incluyendo el cobro de seguros.

El gobierno federal tendrá que aplicar medidas fiscales si quiere que estas pérdidas sean temporales y no se conviertan en una condición estructural. La restricción presupuestal que hoy enfrenta el gobierno se verá aún más frágil con el impacto en la recaudación que traerá la contracción económica. Pero hoy la administración le está dedicando recursos a proyectos cuya única razón para existir es que son caprichos del presidente. Ahí está la refinería de Dos Bocas que tiene menos sentido aún (si es que en algún momento lo tuvo) dado el mercado petrolero. El aeropuerto de Santa Lucía que no agrega ninguna capacidad aeroportuaria al país. Y el Tren Maya que solo tiene un tramo viable en todo el trayecto. Son miles de millones de dólares que se están derrochando en proyectos sin sentido y que hoy podrían utilizarse para apoyar al empleo y a las empresas mexicanas.

El coronavirus le da al gobierno mexicano la mejor razón para deshacerse de esos lastres. Dudo que el presidente recapacite y se deshaga de sus caprichos, pero la oportunidad está ahí.

@ValeriaMoy

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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