El gran ganador en estas elecciones pasadas fue el abstencionismo y la división del país. Apenas votó 13 por ciento de la población en un proceso en el que reinó la falta de información e interés. Poquísimas personas, sino es que casi nadie, tuvo claro qué y cómo votar en la elección del domingo para elegir al Poder Judicial. Incluso el ex presidente Andrés Manuel López Obrador se presentó a votar, con un acordeón. Era casi imposible para una persona común conocer o saber sobre los candidatos, si acaso solo de los muy públicos que eran básicamente los de la Suprema Corte de Justicia.
El país se dividió aún más, entre los seguidores de la 4T que decidieron, sin medir las posibles consecuencias jurídicas o sociales, crear un nuevo Poder Judicial a modo, no técnico, sino político, desde una narrativa de revancha y odio. Y el resto de la población que fueron los pocos interesados en ser vocales de los daños de esta reforma y los que no participaron, siendo la gran mayoría.
Cuando algo viene de falta de claridad y transparencia, poco se puede esperar del resultado. El proceso vivido fue un retroceso a nuestra Poder más vulnerable; al que apenas administra la justicia, que si teniendo muchas áreas de oportunidad, el cómo eran elegidos sus jueces no era lo más importante. Con esta elección la pérdida más grande será que ahora quienes impartirán justicia no serán expertos con una carrera judicial que los precede, sino políticos en su mayoría puestos y apoyados por el oficialismo.
Nos enfrentamos a dos realidades alternas como ciudadanos: la del oficialismo que asegura que somos el país más democrático, cuando los tres Poderes ya estarán controlados por el partido en el poder, y el resto quien ve con este plan que las posibilidades de autonomía e independencia del Poder Judicial han muerto.
El mensaje fue claro, a la gran mayoría no le importó esta elección, pero los efectos le impactarán de manera profunda. Nos estamos alejando de un país donde el Gobierno nos asegure imparcialidad, donde la justicia nos dé paz y certeza. Viene una nueva época política y social, marcada por un solo partido con todo el poder.