Según la historia oficial de México, ayer se cumplieron 200 años del “Abrazo de Acatempan”. Tal abrazo entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero nunca ocurrió.
Fue una manera fácil de acomodar los hechos para lograr una narración con toques heroicos y románticos de la independencia de México en 1821.
Ningún historiador, desde Lucas Alamán hasta los contemporáneos ha localizado el momento que, a golpe de repetirlo se convirtió en mito. Tampoco se puede imputar a algún autor en particular la manipulación, sino a un sistema que desea que los mexicanos crean en una historia de novela para elevar el orgullo patrio.
Es de mayor relevancia el intercambio de cartas entre Iturbide y Guerrero entre enero y febrero de 1821. En esos mensajes radica la esencia y el acuerdo que convergen en el Plan de Iguala, el auténtico manifiesto de independencia. Se publicó el 24 de febrero junto con la nueva bandera que plasmaba en cada color del lienzo los afanes de ambos bandos. Una lección de política en donde ambos ceden y ambos alcanzan su objetivo.
En Acatempan estaba apostado Iturbide y su Ejército y a ese sitio llegaban los mensajeros de Guerrero. Luego, en Iguala Iturbide redactó el Plan que Guerrero apoyó. Una vez publicado Iturbide pasó a saludar a Guerrero que estaba en Teloloapan pero no hay testimonio de un abrazo porque aún faltaban siete meses de luchas internas, resistencias y desconfianzas antes de llegar a la separación efectiva de España. En Acatempan, un pueblo de Mil habitantes existe un monumento en donde los dos personajes extienden los brazos para alcanzarse pero el bronce se fundió en ese momento y tampoco ocurrió ahí el estrujón histórico.