De un tiempo a acá, se usan las palabras “actores políticos” para referirse a las personas dedicadas a la política y que son los más visibles en la toma de decisiones públicas por el reflejo que ello tiene en la prensa, medios de comunicación y redes sociales. En el rigor de la etimología es un franco error si no creemos a la política como una puesta en escena teatral.
El pie a la confusión está en la semántica de las palabras “acción” y “actuar”. En la raíz latina la terminación …tor (promotor, doctor o pastor) se refiere “al que hace”; por tanto el actor es “el que hace la acción”, pero entendida ésta dentro del campo del teatro y en contraste con el escritor que cifraba en papel y el actor presentaba en acción viva. Es decir, interpreta con arte escénico. Quienes redactan discursos, boletines y hasta manifiestos intentan presentar a los “actores políticos” como aquellos que emprenden o ejecutan tareas públicas como una descripción de su desempeño laboral o político. Actúan, en consecuencia (pretenden construir así la figura) son actores en el mundo de la política.
Pareciera que, como los intérpretes y los políticos aparecen frecuentemente en la televisión y demás medios, son entonces ambos actores. Los hacen casi sinónimos.
Todo se descompone cuando entra el término femenino del actor, la actriz. Con la actriz ya no hay dudas: se refiere al arte escénico. Ya no cabe la figura “actriz política” salvo que ella (como María Rojo) dedique su vida a las dos profesiones.
Intuyo que “actores políticos” es un velo con el que se evita escribir cruda la palabra “políticos” por el doloroso desprestigio que conlleva.
Tomas Cano