Política

La pandemia de 1918

Cuando adolescente alcancé a escuchar de mi abuelo sus recuerdos sobre la pandemia de 1918. La terrible gripe española llegó a Actopan a principios del año 19 y, según la versión de don Tomás Cano Vargas “duró casi un año” y “murió mucha gente”, incluso “mucha más que en la Revolución”; se entiende lógico porque en esta región no ocurrieron tantos combates.

El mayor temor de la gente era verse en la obligación de acudir a un sepelio. Aquel que iba a enterrar a un difunto se contagiaba y “al tercer día, a esa misma persona se tenía que enterrar”. El poder de letalidad de aquella influenza mundial fue devastador. Según las reseñas murieron en el  mundo entre 50 y 100 millones de personas; en México unas 300 mil.

Mi abuelo nació en 1898, es decir, cuando sucedió la pandemia  era un joven de 21 años. Contaba también de un conflicto moral que sufría a consecuencia de aquella enfermedad: sus familiares del lado paterno eran católicos creyentes y confeccionaban exvotos que le ordenaban llevarlos al santuario del Señor de las Maravillas en la Villa de El Arenal para pedir el milagro de evadir la pandemia, pero su madre María Vargas, una mujer pragmática y enérgica no creía en esas expresiones de fanatismo.

Fue ella quien ordenó el confinamiento familiar y ordenó también, sin ninguna dura, el regreso a la normalidad al año exacto.

Las narraciones fueron reiteradas en el ocaso de su vida. Sin duda la pandemia le impactó por siempre. En el portal de su casa mi abuelo tenía una banca de madera a donde llamaba a sus nietos y a mi padre para transmitir su experiencia.

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Tomás Cano Montúfar
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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