Es una mañana helada en Guadalajara, el tipo de frío que me cala, pero que me despertó algo: ganas de hablar de lo absurdo. Entre el café tibio y las noticias que suenan más a chisme que a información, me encuentro con el tema de unos Gringos de Clóset. Sí, esos mexicanos que, en lugar de abrazar lo que son, prefieren disfrazarse de un ideal gringo que ni siquiera los quiere.
En la radio hablaban de Laura Zapata y Eduardo Verástegui, protagonistas de una parte de esta comedia. Ella, conocida por telenovelas y por un altavoz que no sabe apagar; él, el galán de antaño reconvertido en devoto militante de causas ajenas. Ambos tienen en común una cosa: creer que defender a Trump, al rey del muro y las etiquetas, les asegura un lugar en un club al que nunca serán invitados.
Lo peor no es su aspiración –cada quien sus delirios–, sino el precio que están dispuestos a pagar. Aplauden propuestas como clasificar a los narcos como terroristas, con todo y el riesgo de intervención militar en México, y lo hacen con la emoción de quien cree estar del lado correcto de la historia. No importa que el discurso de Trump sea un collage de racismo y estrategias para negociar desde el poder. A ellos eso no les interesa. Su objetivo es más básico: ser aceptados, aunque sea como el amigo incómodo en una reunión de Thanksgiving.
No son solo ellos. Son todos esos que piensan que gringuear los hace mejores. Los que hablan de México como si fuera un error de fábrica y no el lugar que les dio un escenario, literal y metafóricamente. Los que se sienten especiales porque apoyan un discurso que los mira desde arriba y con asco.
Lo que más me hierve el buche es esta ilusión de pertenecer a algo que los desprecia. Zapata y Verástegui, criados bajo el techo de Televisa –sí, esa empresa que nos ha dado más de 40 años de telenovelas recicladas–, ahora quieren vestirse de estrellas republicanas. Pero ni aquí ni allá logran encajar. No son gringos, aunque lo intenten, y han dejado de ser mexicanos porque les avergüenza.
El resultado es una tragicomedia digna de mofa. Mientras ellos aplauden discursos que nos marginan y políticas que nos ponen en peligro, el verdadero México, ese de las mañanas frías de enero, del café y de las noticias que te revuelven el estómago, sigue resistiendo.
Así que aquí estamos, viendo cómo estos Gringos de Clóset se esfuerzan por ser lo que no son, mientras nosotros, los que no aspiramos a que nos quieran donde no, seguimos aquí. Mirando y con el buche hirviendo.