Política

Frío

  • Me hierve el buche
  • Frío
  • Teresa Vilis

El frío nunca me gustó. Nunca fue una estación deseada ni un clima que esperara con ansias. El frío me afecta en el cuerpo, lo vuelve torpe, me obliga a pensar en las articulaciones y en el cansancio que, de por sí, no es poca cosa en estos tiempos. Ahora me molesta menos. No aprendí a quererlo, quizá estoy en una edad en la que las hormonas hacen lo suyo y mi cuerpo deja de reaccionar como antes.

A veces tengo calor cuando no debería. A veces el frío pasa sin hacer demasiada alharaca. Mi cuerpo entra en otra lógica, menos predecible, más errática. No es fortaleza ni conocimiento, es como un ajuste. Una aprende a escucharse distinto, no para controlarse mejor, sino para no pelearse con cada sensación.

Este invierno se aproxima y todavía no se hace notar como esperaba. El calendario marca la fecha, pero el aire no acompaña. Sales a la calle en Guadalajara y el frío no aparece. El sol sigue ahí, constante, sin estridencia. Parece que no recibió el aviso de que ya le tocaba quitarse un poco.

Las estaciones ya no cumplen. No de manera clara. La primavera se alarga. El invierno llega a medias, si es que llega. Todo queda suspendido en una tibieza persistente que parece natural, pero desorienta. No hay frío que obligue a recogerse. Solo esta sensación de estar a medio camino.

La ciudad se adapta rápido. Siempre lo hace. La gente se abriga por costumbre, no porque haya mucha necesidad. Chamarras ligeras que sobran al mediodía. Comentarios breves, casi automáticos, sobre el clima. Nadie se detiene demasiado en el asunto. Ahora sabemos normalizar los pequeños desajustes sin hacer demasiadas preguntas.

Con la edad, el frío deja de ser un enemigo claro. A veces incluso se vuelve una posibilidad de pausa. Un motivo legítimo para bajar el ritmo, para quedarse en casa, para permitirle al esqueleto un cierre temporal. Cuando no llega, todo permanece abierto. No hay transición. No hay repliegue.

Es probable que tenga que ver con el calentamiento global. Un término que acostumbramos poner a distancia. Pero está aquí, en este invierno que no enfría, en esta ciudad que ya no sabe muy bien en qué estación vive.

Tal vez el problema no sea el frío, sino la falta de contraste. Cuando todo permanece tibio, el cuerpo pierde referencias. No se sabe bien cuándo recogerse ni cuándo abrirse. Algo parecido pasa con la vida en esta etapa: ya no hay cambios abruptos, sino ajustes constantes, pequeños desplazamientos que se acumulan sin hacer ruido.

El frío nunca me gustó. Ahora me molestaría menos. Lo raro es que ni siquiera se presente. Porque cuando el cuerpo cambia y el mundo también, una empieza a preguntarse qué tanto de esto es adaptación y qué tanto es resignación. Me hierve el buche.


Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.