Las mujeres que han muerto por motivos de género son muchas más que sólo las víctimas de feminicidio. En estos próximos días consagrados a la muerte, visibilicemos también las muertes de las mujeres que fueron víctimas del designio patriarcal de ser madres a toda costa, y que murieron durante partos mal atendidos, por negligencia o por carencia de indumentaria médica.
También las muertes de quienes ya no están aquí porque, pese a la advertencia médica de que ya no podían tener más partos, se embarazaron para "cumplirle a su marido" y darle "el varoncito".
De aquellas que murieron por practicarse abortos clandestinos en condiciones insalubres, porque las autoridades incumplieron con brindarles salud sexual y reproductiva, acceso a métodos anticonceptivos y a la Interrupción Legal del Embarazo.
O de las fieles en vida y hoy fieles difuntas, que nunca cuestionaron la enseñanza patriarcal de que el matrimonio es para siempre, y se quedaron paralizadas de miedo al lado de un marido que cada vez las golpeaba más fuerte, hasta que finalmente las convirtió en una estadística más del feminicidio.
Recordemos a aquellas quienes la religión y la familia les enseñaron que el divorcio era "malo para los hijos", y aguantaron toda clase de abusos, insultos e infidelidades, hasta que murieron "inexplicablemente" consumidas por enfermedades que nadie supo atender, porque tenían un origen emocional provocado por el designio patriarcal de "callar y obedecer".
Visibilicemos también la ausencia de las que nunca se atrevieron a exigir un condón durante las relaciones sexuales con su esposo, porque él decía que "no se sentía igual" con preservativo, o para que su marido no pensara mal de ellas por saber de anticoncepción, y fuera a cuestionarles "¿a dónde aprendiste eso?". Luego, estas mujeres murieron por no atender sus infecciones de transmisión sexual.
A aquellas cuya fidelidad al patriarcado las hacía sentirse muy orgullosas de nunca haberle "faltado" a su marido permitiendo que "alguien más" les viera o tocara "sus partes", ni siquiera por un papanicolau o una mamografía, y que prefirieron morir de cáncer de mama o cervicouterino, pero sin "haberle faltado" a su esposo.
A las que antepusieron siempre la salud de su familia a la suya propia, y nunca invirtieron su tiempo y su dinero en realizarse revisiones médicas que habrían salvado su vida, al detectar enfermedades a tiempo.
A las que trabajaban de sol a sol, en condiciones insalubres y carentes de todo derecho laboral, percibiendo salarios menores a los que ganan los hombres por hacer el mismo trabajo. A estas muertas cuyas jornadas extenuantes, sumadas a la doble o triple jornada doméstica, les deterioraron la salud a tal grado que las hizo envejecer, enfermar y finalmente morir prematuramente.
Entre los peores casos están quienes murieron impunemente asesinadas en contextos feminicidas, a los que tuvieron que exponerse por trabajo, por rutas de migración o simplemente porque su lugar de origen dejó de ser seguro, y pasó a ser un sitio en donde las autoridades y las mafias se coluden para violar, torturar y matar las mujeres de la manera más violenta y sanguinaria, sin ninguna consecuencia.
O las mujeres cuya fidelidad al estereotipo patriarcal de la belleza perfecta les llevó a quedar tendidas sin vida en una plancha, por una cirugía estética mal realizada, o a aquellas que murieron pretendiendo alcanzar lo que el machismo llama "la perfección", y se sometieron a dietas inmisericordes, tomaron sustancias dañinas o cancelaron los alimentos durante meses.
En los casos más dolorosos se encuentran las víctimas de trata sexual, que sin dudar eligieron la muerte antes de continuar siendo obligadas a aceptar de 10 a 20 violaciones sexuales al día por parte de los "clientes", que pagan por sexo forzado a las redes de traficantes, quienes secuestran y/o enganchan niñas para llevarlas al infierno, sin que las autoridades hagan algo por detener esta aberrante situación.
A las mujeres fieles que bajo el esquema de "darlo todo por amor" siguieron a sus príncipes azules hacia situaciones tan peligrosas como crimen, secuestro, adicción a las drogas y toda suerte acciones ilegales que acabaron con sus vidas, dentro o fuera de prisión.
A aquellas que nacieron atrapadas en un cuerpo masculino, y padecieron años llenos de dolor e insatisfacción, hasta que se decidieron a transexuar y vivir en congruencia con su identidad genérica, pero luego sufrieron todo tipo de discriminación y violencia, para finalmente ser víctimas de crímenes de odio por transfobia.
A las que, en el menos visibilizado de los casos, murieron o se mataron por depresión porque ni siquiera pudieron hacer consciente su frustración ante el patriarcado; a las que la feminización de la pobreza les impidió llevar una vida digna y les precipitó la muerte; a las que fidelizaron hasta el fanatismo las religiones y rechazaron el acceso a la salud; y a tantas otras más que ayer fueron las fieles al patriarcado, y hoy son las fieles difuntas.
@taniamezcor
FB: Tania Mezcor