El recién conmemorado día del padre no debe quedarse sólo en una celebración comercial. Es oportuno aprovechar la fecha para visibilizar las arcaicas formas de ejercer un solo tipo de paternidad, así como para recalcar las nuevas y múltiples maneras de ejercer las nuevas paternidades
En muchos países, en el mejor de los casos, el padre ha sido quien imparte las enseñanzas morales, impone disciplina y provee en el hogar. En diversas culturas se da ahora una importancia mayor al papel del padre como coprogenitor, como alguien que participa plenamente en los aspectos emocionales y prácticos de la crianza de hijas e hijos.
Sin embargo, todavía se plantean desafíos para los padres y, por ende, para la sociedad y la política social. Tristemente, aún son demasiados los hombres que tienen dificultades para asumir las responsabilidades de la paternidad, lo cual suele tener consecuencias perjudiciales para la familia e, inevitablemente, para la sociedad en general.
Los derechos de la infancia señalan que cuando algunos padres cometen actos de violencia doméstica o incluso de violación sexual contra sus propias hijas e hijos, los resultados son devastadores para las familias y deja en esas niñas y niños hondas cicatrices físicas y emocionales. Otros padres, sencillamente abandonan a sus familias y no les proporcionan sustento. Aún se sigue estudiando de qué forma la presencia o ausencia de los padres afecta a sus hijas e hijos en esferas tales como el rendimiento escolar y la opción de la delincuencia como forma de vida.
Todos estos desafíos ponen de relieve la necesidad profunda y universal de que haya figuras paternas positivas en las familias. A medida que aumenta nuestra comprensión del significado de la paternidad, se plantea la oportunidad de que los hombres vuelvan a visualizar imaginativamente lo que significa ser padre y busquen formas de hacer una aportación positiva en sus familias y en la comunidad.
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