Emmanuel Macron, presidente de Francia, llegó al poder con la promesa de revitalizar la influencia francesa en el ámbito regional y global especialmente posterior al Brexit. Sin embargo, sus acciones y sus intentos de posicionar a Francia como un líder regional han demostrado ser un cúmulo de fracasos y decisiones erróneos que han socavado la credibilidad y el papel de Francia en el escenario internacional.
Un ejemplo evidente de uno de estos fracasos ha sido las acciones y decisiones de Macron via-a-vis ante los procesos de la normalización de las relaciones entre Armenia y Azerbaiyán. Estos acontecimientos, que podrían haber representado oportunidades para la diplomacia francesa, se convirtieron en un escenario de rivalidad y obstáculos impulsados por el presidente francés.
La normalización de las relaciones entre Armenia y Azerbaiyán, después del conflicto en la región de Karabaj en Azerbaiyán que significa un avance importante hacia la estabilidad en el Cáucaso, región estratégica para la seguridad energética de Europa. En lugar de apoyar este proceso, en particular la plataforma de Bruselas de la Unión Europea mediada por el Presidente de la UE, Charles Michel, las acciones de la administración de Macron representan todo lo que sabotea las negociaciones entre Azerbaiyán y Armenia. Justo antes de la cumbre de Granada, Macron intervino de manera perjudicial al enviar a su Ministro de Relaciones Exteriores a Armenia con discursos sesgados contra Azerbaiyán y Türkiye. El lobbying francés realizado en el Parlamento Europeo, que resultó en otra resolución hostil, obstaculizó el proceso de normalización y demostró que Macron no estaba interesado en la paz en la región.
La disolución de los separatistas armenios quitando el último obstáculo para el proceso de la paz en esas fechas y las declaraciones de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) dejaron en claro que no hubo "limpieza étnica" en la región, a pesar de las afirmaciones de gobierno francés. Francia no solo falló en entender este hecho, sino que también contribuyó a difundir desinformación. Esto demuestra que el interés real de Francia fue prolongación del conflicto como la posibilidad de entrometerse en la región.
En geopolítica, Macron trató de abolir la influencia rusa en la región, sin reconocer que el equilibrio de poderes es esencial para la estabilidad. Sus intentos de intervenir con políticas armenio-centristas solo crearon tensiones innecesarias en esas fechas y también alimentaron esperanzas infundadas en círculos revanchistas en Armenia.
Además, la ambición de Francia de insertarse en la región de Karabaj para dominar y crear conflictos es una reminiscencia de políticas colonialistas pasadas, que han demostrado ser un fracaso en casos recientes como en Níger y Malí.
En otro escenario, Francia intentó mediar en el conflicto ruso-ucraniano, pero fracasó estrepitosamente, al mismo tiempo que obstaculizó los esfuerzos de mediación de Türkiye, que ha demostrado ser exitosa en este campo. Teniendo en cuenta que Türkiye se ha consolidado como una potencia regional, resulta evidente que Francia se siente incómoda con el creciente alcance de la influencia turca en el Cáucaso del Sur y Asia Central.
Además, Francia ha socavado la plataforma europea del proceso de normalización europeo, al instigar ataques contra Azerbaiyán, incluso mencionando sanciones por parte del Parlamento Europeo. Esto llevó a que algunos políticos de la Unión Europea hablaran hasta el tema de bloqueo del proyecto de compra de gas azerbaiyano para Europa. Estas acciones reflejan la miopía de Macron, Azerbaiyán juega un papel importante para la seguridad energética de Europa, especialmente en el contexto de guerra ruso-ucraniana. Es conocido que Francia no es uno de los países dependientes de gas natural, pero esas acciones ponen en riesgo la situación energética de otros países de la Unión Europea, especialmente en Europa del Este.
Lamentablemente, Macron ha demostrado ser un antagonista para la Unión Europea y un obstáculo para la paz y la estabilidad en el Cáucaso. Su “adicción al fracaso” y su incapacidad para entender los intereses y dinámicas geopolíticas lo han convertido en un líder ineficaz en la arena internacional.