No pensaba tocar un minuto más de mi vida el berenjenal que se ha vuelto la vida del conductor Alfredo Adame, porque me da flojera. Pero después de tratar de hacer un pequeño análisis del cómo nuestra reacción a lo que es un hombre que está teniendo serios problemas de ira y lo cual está siendo amplificado como “entretenimiento”, creo que vale la pena una conclusión más.
Es naturaleza humana, fea pero real, gozar del dolor ajeno. Eso no es tener buen sentido del humor, ser políticamente incorrecto o ninguna de las demás virtudes que se nos puedan ocurrir para sentirnos mejores que una persona que evidentemente está procediendo mal. Así que vuelvo a preguntar: ¿Qué dice de nosotros el placer de cada pleito, barbaridad o persecución callejera que le captan a este hombre? La verdad no mucho. Es normal. No somos santos y pues, hay que admitir que hay humor en las absurdas explicaciones que se nos dan después.
Lo que no entiendo es la exigencia de tantos de crucificar al hombre, cuando evidentemente él ya se está haciendo suficiente daño solo. En un texto anterior comenté que conmigo solo había sido amable. La furia y los insultos y las amenazas no se hicieron esperar en mi contra. Ya sabemos cómo funcionan las redes y no sería notable excepto por algo: nuestra incapacidad de aceptar que la gente tiene distintas facetas y que a todos nos va a pasar algo nada agradable y en público tarde o temprano. Insisto, no defiendo al hombre. No tengo ni por qué ni con qué. Pero sí defiendo el concepto de no hacer de todo un infierno ardiente del bien y del mal. Ya tenemos bastante de eso con las cosas que importan.
Susana Moscatel
Twitter: @susana.moscatel