Así le puso a su autobiografía de 2022 Matthew Perry: Amigos, amantes y aquella cosa tan terrible. Esto se refiere a la adicción, y ahora tenemos que añadirle la miseria de las personas que se aprovechan de él. Esos seres que no les importa lo que pase, porque saben que alguien que es dependiente de una sustancia hará lo que sea por conseguirla.
Ayer nos enteramos del arresto de cinco personas que preveían de Ketamina al actor. Hay que hacer una pausa para entender que no fue la sustancia en sí la que provocó su muerte, sino cantidades extremas, traficadas ilegalmente y facilitadas a un hombre que estaba haciendo todo lo posible por recuperarse de otras adicciones. Mientras el mundo leía su libro sobre su batalla, ahora sabemos que había dos doctores, una traficante, un asistente que vivía con él y un “facilitador”, quienes trabajaban en conjunto para que tuviera un exceso total de la sustancia (qué sí se usa en tratamientos legítimos) y que acabó por matarlo. Lo sabemos ahora porque ya se hicieron los arrestos
correspondientes.
Imaginen qué clase de monstruo hay que ser para vender en 2 mil dólares una botellita que legalmente costaría 12. Qué ausencia de humanidad para burlarse (descubrieron mensajes de texto al respecto) de la desesperación de un hombre enfermo. Esto, ojalá, nos sirva de lección para estar vigilantes y entender que “aquella cosa tan terrible” no desaparece del
todo nunca.