No tengo pruebas, pero tampoco dudas de que lo que pasó con Javier Chicharito Hernández y su video explicándonos a las mujeres nuestro “lugar en la vida” (spoiler: la cocina) no fue un simple desliz.
Más allá de lo que crea o cómo trate al sexo opuesto, es casi seguro que él no será el último deportista famoso que suba estas “reflexiones”.
Y no es gratis: hay asesores por todos lados recordándoles lo rentable que es el nicho de la “masculinidad aspiracional”. Un negociazo que se alimenta de jóvenes confundidos y frustrados que buscan héroes que validen sus enojos para convertirlos en líderes emocionales.
Un caso extremo fue el del ex kickboxer Andrew Tate: misoginia tóxica convertida en millones, gracias a cursos, views y polémica.
El truco es simple: ser escandaloso paga.
Y sí, este sector, hasta en su versión light, tiene poder político, porque pocos entienden la fragilidad emocional de algunos hombres.
La fama deportiva puede usarse para inspirar, pero a veces también puede terminar en manos de políticos o gurús que nos hacen arrepentirnos hasta de cada gol que les festejamos en el pasado.
Y no, no es privilegio exclusivo de los hombres.
Lo que sí sé es que, quien aconsejó a Chicharito —aunque haya sido su diablito interior—, no previó que hasta la presidenta Claudia Sheinbaum respondería a estas declaraciones, recordándole al futbolista que “las mujeres podemos ser lo que queramos”.
Sea berrinche o una poco elaborada estrategia para la siguiente era de su carrera, me alegra que en México tantas voces se alzaran contra esta visión tan chiquita que nuestro crack decidió compartir.